Capitulo 14

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Otra vez lunes. Un asco. Jamás me cansare de decir que es el peor día de toda la semana. Llegué al colegio y como era de costumbre las chicas estaban esperándome con un café en las manos. Siempre tan atentas. Atentas, porque sabían que si mi café no estaba ahí, alguna de las dos se sentaría sola en el almuerzo. Al entregármelo nos fuimos directamente a las escaleras y nos pusimos a charlar.

– Debo decirte que lo que le hiciste a Anastasia fue muy gracioso – rió Victoria.

– ¿Cierto? – reí junto con ella.

– Yo estoy en desacuerdo – dijo Francisca muy seria – fue demasiado cruel y humillante para mi gusto.

– Se lo merecía – respondí tajante – lo que me hizo fue más humillante aún.

– Santiago tiene razón – dijo Victoria – que tu novia falsa te engañe con el ex de tu hermana sí que es humillante.

– Gracias por tu apoyo V – sonreí cínico.

– De nada – respondió estúpidamente.

– Bueno... – suspiró Francisca – lo que tu digas ¿supongo que ahora ya no tendrá que estar con nosotros?

– Di que no por favor... – suplico Victoria – ya no la soportaba.

– Oh, chicas... claro que seguirá con nosotros – dije con una mirada malévola mientras la veía caminar hacia los escalones intentando pasar desapercibida.

– ¡¿Qué?! – preguntaron ambas exaltadas.

– ¡ANASTASIA! – le grité con una sonrisa. Ella solo me ignoró. – ¡ANASTASIA SE QUE ME ESCUCHASTE!

– ¿Qué quieres Santiago? – preguntó acercándose a nosotros – ¿seguir humillándome?

– Oh, claro que no A. – dije con falsa preocupación.

– ¿Entonces? – preguntó sorprendida.

– Seguirás estando con nosotros. – sonreí de oreja a oreja.

– ¿L-l-lo dices en serio? – tartamudeó sonriente.

– Como nuestra esclava. – mi sonrisa se volvió malévola.

– Paso.– dijo retirándose. Me paré como un rayo para alcanzarla.

– Anastasia – dije mientras le tomaba el brazo y le susurraba al oído. – no era una pregunta. Si no lo haces, créeme que desearas estar en el infierno antes que aquí.

– Esta... – tragó saliva – está bien – susurró con la voz quebrada.

– ¿Cómo dijiste? – forme una media sonrisa.

– ¡Esta bien! – dijo más fuerte. me iré a sentar con las chicas.

– Lamento informártelo Anastasia, pero la servidumbre no se sienta con nosotros – hice un puchero – pero puedes quedarte aquí, parada a un lado.

– Pe-pero... – empezó a tartamudear.

– ¡BLAKE! – grité al verla, interrumpiendo a Anastasia. – ¿Cómo estas ratita?

– B-b-ie...– la interrumpí.

– Qué bueno – sonreí – ven a sentarte con nosotros...

– ¿C-c-on ustedes? – preguntó.

– Claro que si, ratita – la tomé del brazo y la senté junto a las chicas. – les tengo una misión chicas, y esto te incluye a ti, Anastasia.

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