Capitulo 26

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Luego de la terrible escena que acababa de presenciar, todo volvió a hacerse negro. Totalmente negro. Comencé a sentir mi cuerpo cada vez más pesado, y al igual que mis parpados. Las muñecas volvían a doler y de pronto sentí como el suelo a mis pies desaparecía de un momento a otro.

– ¡NO! – grité y abrí los ojos al instantes.

Me sentía muy desorientado. Todo era borroso y blanco, muy blanco. Con los segundos, mi vista se fue haciendo más clara y noté que frente a mí, había una gran ventana que daba la vista a la mayoría de la ciudad de Santiago. Era hermoso. Y la hubiera seguido disfrutando, si no fuera por ese estúpido sonido de monitor cardíaco que tanto odiaba.

Era más que obvio que me encontraba dentro de una clínica.

Lentamente dirigí mi vista hacia mi muñeca izquierda y esta se encontraba totalmente vendada. Al mirar la otra, me encontré con lo mismo. Maldita sea. No había logrado mi objetivo. Ni si quiera matarme lo podía hacer bien.

Mientras me maldecía internamente, y deseaba que este fuera otro maldito sueño, sentí una voz dirigirse a mí.

– ¿Santiago? – preguntó Louis frotándose los ojos desde el sillón que estaba al lado de la cama.

– Oh – lo miré con decepción – si tu estas aquí, esto definitivamente no es el cielo.

– Siempre tan simpático – sonrió con cinismo.

– ¿Qué haces aquí? – pregunté confundido – ¿Cómo lo supiste?

– Blake nos avisó – explicó – luego de que te trajo aquí, fue directamente hasta la oficina de mi padre, para avisarle que su hijo había sufrido un ''accidente''.

– Como amo a esa chica – sonreí.

– Explícame algo Santiago – se acercó a la cama – ¿Cómo es que alguien tiene un ''accidente'' justo con cortes perfectamente horizontales en ambas muñecas?

– ¿Para qué preguntas si sabes la respuesta? – miré hacia otro lado.

– ¿Qué paso? – tomó mi mano – Blake no nos ha dicho nada... ella dice que es un tema que tú tienes que hablar con nosotros.

– Yo... – intenté hablar, pero fui interrumpido.

– ¿Fue por culpa de ella cierto? – preguntó Nathaniel de Valdés desde la puerta.

– Papá... – lo miré con sorpresa.

– Siempre supe que sería un error dejarte a cargo de esa bruja – entró a la habitación – mira en lo que has terminado...

– Yo debí escucharte – una lagrima se desprendió de mi ojo sin demora. Sinceramente me apenaba demasiado recordar como lo traté la primera vez que nos vimos – no te di la oportunidad... tu solo querías advertírmelo.

– Tranquilo hijo – se acercó y me abrazó como pudo – te entiendo. Lo único que hizo Alicia Argandoña fue llenarte la cabeza de mentiras, año tras año.

– Trinidad no se salvó – dije al separarnos – a ella le lavó el cerebro.

– ¿Qué fue exactamente lo que paso? – preguntó mi padre.

– Yo... – tragué saliva – yo me enamoré – sonreí triste.

– ¿Santiago de Valdés enamorado? – preguntó Louis con los ojos abiertos como platos. – ¡Es muy bueno ese chiste! – rió, pero luego de ver mi expresión seria, paró al instante – Oh... no era una broma.

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