Capitulo 18

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Llegue al apartamento, y por el silencio que reinaba en todo el lugar, supuse que no había nadie. Y en realidad, poco y nada me interesaba. Nadie, pero absolutamente nadie se había preocupado por donde estaba. Estuve casi dos días fuera, y mi madre no fue capaz ni si quiera de mandarme un texto para saber si estaba vivo o no. Aunque sería muy estúpido pensar que lo haría. Ya se le había vuelto una costumbre no preocuparse por mí.

Subí  hasta mi habitación y abrí el bolso, encontrándome de frentón con los papeles. Los observe y empecé a meditar en si sería buena idea mostrárselos a Trinidad, teniendo en cuenta como había reaccionado con solo mencionar algo de nuestro padre.

Pasaron los minutos, y decidí que sí se los mostraría. Quiera o no, tiene que saber la existencia de todos estos papeles, si decide creer en ellos o no, ya es problema de ella. 

Tomé los papeles y me dirigí a su habitación, pensando en cómo sería que empezaría esta conversación. Abrí su puerta sin tocar –como lo hago desde pequeño– y me encontré con las cortinas cerradas y todas las luces apagadas. Las encendí y todo estaba en perfecto orden. No había ni rastro de Trinidad. Fui hasta su baño, pensando que quizás se encontraba ahí, pero nada. Tampoco estaba. Encendí las luces de su baño y me acerqué hasta el espejo para mirarme. Quise dejar los papeles sobre uno de los estantes, pero por estar distraído mirando mi reflejo, se cayeron todos al suelo. Bien Santiago bien. Me agache rápidamente a recogerlos, y me fijé que uno había caído en el pequeño basurero plateado de Trinidad. La vida me odia. Metí mi mano, y retiré el papel, pero mi mirada se quedo ahí, fijamente observando lo que se encontraba debajo de este. Quede petrificado. No daba credito en absoluto a lo que mis ojos estaban viendo.

Un test de embarazo.

Un test de embarazo usado.

Recogí los papeles restantes velozmente, y saqué el test del basurero, sin querer ver el resultado. Me levanté. Junté todas las fuerzas posibles, y giré el test, para luego abrir mis ojos lentamente. Al ver el resultado, sentí como si un caballo me pegara una patada en el estomago.

Dos rayas.

Habían dos putas rayas en el test.

Era positivo. Trinidad estaba embarazada. Mi hermana estaba embarazada. Probablemente embarazada del hombre que hace menos de una hora se despedía de mí diciendo que me quería.

¿Cuántas serían las probabilidades de que el test no fuera de Trinidad?

– ¿Santiago? – escuche una voz provenir de la puerta del baño – ¿Q-q-que estás haciendo tu con eso? – preguntó Trinidad sin color alguno en su cara. Estaba casi transparente.

Su cara respondió mi duda. El test si era de Trinidad. Y si estaba embarazada.

– ¡Dime por favor que esto no es tuyo! – hablé con los ojos vidriosos. Solo hubo silencio. – ¡RESPONDE!

– Santiago yo... – no supo que más decir.

– ¡¿ES TUYO SI O NO?! –  exigí.

– Si, Santiago – calló una lágrima de sus ojos – es mío.

– Esto no está pasando... – susurré para mí mismo y tapé mi cara – ¡¿CÓMO ES POSIBLE TRINIDAD?! ¡TIENES SOLO 18 AÑOS!

– No tengo idea como paso... – comenzó a llorar – siempre me cuidé, siempre tome todas mis pastillas, siempre fui ordenada con todo este tema, pero... pero me descuidé de un momento a otro... mi cabeza estaba en otro planeta...

– ¡¿TE DAS CUENTA DE QUE TE CAGASTE LA VIDA?! grité furioso – ¡TU VIDA, Y LA DEL PADRE DE ESA COSA! apunté su vientre.

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