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Cuando te marchaste del cementerio tras tu pequeña visita diaria, regresaste para dirigirte al pequeño santuario donde yo me encontraba.

Llevabas en tus manos un papel que enrollaste a una de las ramas del pequeño sauce que se encontraba al lado.

No me hizo falta leerlo para saber lo que ponía:

Por favor, salvad a mi mejor amiga de las garras del cáncer. Que no sufra mas.

Os lo ruego.

El espíritu de la nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora