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Esta noche has vuelto al cementerio aun cuando ya habías estado aquí por la mañana. Me pregunto si se debe a alguna cosa que te has dejado accidentalmente o si necesitabas decirle unas cuantas palabras más a tus padres o a Neus.

Por eso me sorprendió que no te dirigieras hacia ninguno de los tres nombrados. Más bien caminaste hacia mí y me atravesaste para dirigirte al santuario que estaba a pocos pasos detrás mía.

Me volteé y te vi. Observabas el santuario desde el primer escalón, con una expresión indescifrable. Puede decirse que aquella fue la primera noche en que vi algo nuevo en ti. Una expresión de vacío. De derrota.

Lena, ¿qué era lo que te pasaba?

Entonces sucedió lo que menos habría deseado aquel día. Caíste al suelo con un golpe seco que me heló la sangre. Recuerdo haber corrido hacia ti y cometer un error que posiblemente me costaría muy caro en un futuro.

Pero me dió igual si se trataba de ti.

Un pequeño brillo inundó el lugar y de pronto me encontré cargándote en brazos, como si fuese un ser humano al igual que tú, para echar a correr. Corrí y corrí todo lo rápido que las piernas me daban.

Recibí insultos y algún que otro empujón debido a la desesperación con la que corría por las calles. Podía estar cometiendo el mayor error de mi vida en ese momento, pero no me importó, porque sólo quería verte bien.

Cuando llegué al hospital y los médicos te atendieron enseguida llevándote lejos de mí en una camilla, pude sentir como una parte de mi alma desaparecía contigo tras aquellas puertas.

El espíritu de la nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora