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Hoy ella estaba hablando con una amiga. Era rubia y de piel blanca como la porcelana, con unos ojos marrones muy dulces. Pero no se comparaba a tu belleza. Siéndote del todo sincero, no me fijé en ella hasta que tú desapareciste por la nieve, de vuelta a tu hogar. Mi corazón aún te esperaba ver cada día y, si existiese esperanza, con una pequeña sonrisa surcando tus labios.

¿Cómo alguien inexistente como yo era capaz de enamorarse del sol? ¿Cuándo yo era nieve que se derritiría si abrazaba tu calidez? 

Me gustaría abrazarte al menos una vez en la vida, sólo para comparar la dulce calidez con el frío desolador.

Realmente me gustaría.

Pero sé que si lo hiciera sólo desaparecería.



El espíritu de la nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora