El coche de policía se detiene delante de la comisaría, donde uno de los policías que nos trae se sale y nos acompaña dentro. Tengo que llevar a mi madre con cuidado porque sigue bastante afectada con todo esto. Debe ser por lo que le hizo mi padre, eso la marcó de por vida y quiero que se olvide de eso, porque ella es fuerte y no una floja.
Entramos en la comisaría y vamos caminando entre el mar de agentes y posibles delincuentes hasta llegar a una puerta que debe ser un despacho al otro lado. Llama y recibimos un "adelante" como respuesta.
Abre la puerta y nos deja entrar, viendo a un hombre de pelo castaño con canas que parece nieve, ojos verdes pardos y un gran bigote italiano. Debe tener 49 años creo yo.
—Siéntense, por favor —nos ordena con educación.
Hago caso y le pongo la silla a mi madre para que se siente, acto seguido lo hago yo también. Tengo miedo de lo que pueda pedir o preguntar, solo espero que pueda responder por mi madre.
—Me presento. Soy Eduardo Ibáñez, y les he pedido que vengan para responder unas preguntas sobre Ulises —mira a mi madre—. Por lo que veo ya saben la noticia.
—Dejó el trabajo para volver a casa —le digo, mirándolo seriamente a los ojos—. Espero que las preguntas que haga pueda responderlas.
—Eso espero —se acomoda y junta sus manos encima del escritorio—. Empecemos con el interrogatorio —relame sus labios—. ¿Cómo era la conducta de Ulises?
Mi madre se tensa, no quiero que responda, lo haré yo. El dolor me volverá al cuerpo, pero vale la pena porque mi madre no sufrirá más de la cuenta.
—Yo... —intenta relatar, pero sus palabras caen.
—Era un maltratador —llamo la atención de Eduardo, mi madre me mira con tristeza y lágrimas en los ojos—, un capullo, un borracho, se creía el macho alfa de la familia. Pegaba a mi madre cada vez que hablaba o hacía algo que no estuviera a su gusto.
—¿Lo veías todo? —me pregunta, pero él no sabe lo que ha tenido que soportar mi madre con ese hombre.
—No me haga recordar eso —le pido, es bastante doloroso.
—Necesitamos saberlo, podemos encontrarle si sabemos cómo es su conducta. Anticipamos sus pasos por cada pista que encontramos.
—¿Pero qué tiene que ver el saber si yo lo veía todo a la conducta de mi padre?
—Créeme, sé lo que hago. Por favor, responde. ¿Lo veías todo?
—La verdad es que me refugiaba en mi burbuja, me aislaba de todo, pero podía ver el daño que le hacía a mi madre, los golpes, los insultos. Luego venía a mí y también me pegaba, me insultaba y me daba con el cinturón. Eso nos dejó a mi madre y a mí sangrando en el suelo, agonizando y llorando —aprieto mis manos y me empiezan a caer lágrimas por las mejillas, todo esto es bastante doloroso—. Mi padre era una bestia inhumana, un ser que no era de este mundo.
—Kyle... —susurra mi madre, poniendo su mano en mi hombro.
—Siempre nos ordenaba cosas que no podíamos acatar al momento porque estábamos con otra tarea —prosigo con los recuerdos—, y al tardar tanto nos pegaba otra vez. Yo no podía más, e intenté que mi madre saliera de casa para dejarlo atrás, pero no me hacía caso, el miedo hacia él era enorme. Lo hice a la fuerza. Entonces nos vio por la calle y vino a por nosotros corriendo. Pero cuando cruzamos por una carretera, él no miró y... lo atropellaron. Yo le tomé el pulso y estaba muerto. No me puse ni un poquito triste, me alegré más que nada. Los golpes cesarían y los maltratos acabarían. Ya nos sentíamos aliviados y seguros. Al menos yo. Ahora vive y quiere vengarse, quiere matarnos por lo que pasó —lo miro con odio por haberme hecho recordar mientras mis lágrimas caen como una cascada—. ¿Ya tiene todo lo que necesitaba?
—De momento, sí. He de suponer que no han recibido nada de él, ¿verdad? Una carta con una amenaza de muerte, por ejemplo —niego con la cabeza—. Está bien. Haré que un policía lo lleven de vuelta a casa. Si ocurre algo que tenga que ver con el caso, llámenos de inmediato.
Salimos fuera con el detective, quien llama a alguien de lejos. Al acercarse, se pone firme ante él.
—¡Ya estoy aquí! —dice y lo miro.
Es un chico alto de pelo moreno como cualquier otro. Ojos azules neutros que no me crean ninguna sensación de seguridad y un cuerpo recio.
—Harry, necesito que los escoltes a su casa y te quedes por un día para hacer guardia. Si ocurre algo extraño, pide refuerzos.
—Sí, señor.
Asiente y nos vamos de este lugar que tanta protección ha provocado en mí, pero hasta los lugares más protegidos son los más peligrosos. Volvemos a entrar en un coche policía que nos lleva a nuestra casa, y justo cuando llegamos, nos dice que nos quedemos para ver si hay alguien no deseado en la casa. Nosotros nos quedamos en el coche, sin decir nada, hasta que ella rompe el silencio.
—Kyle, no sabía eso, que te refugiabas de esa manera para no saber nada de lo que pasaba a tu alrededor.
—Lo intentaba, pero no funcionaba. Pocas veces he dejado de sentir lo que me rodeaba.
—Siento que sufrieras más que yo —me pone una mano en la mía, intentando calmarme, pero no lo hace, no tendrá efecto hasta que vea a ese cabrón entre rejas.
—Mamá, solo tú has sufrido más que nadie. Tienes marcas en el cuerpo, y en la mente. No se te quita de la cabeza esos recuerdos que tanto te duelen, no puedes olvidarlos. En cambio, yo sí puedo. Solo quiero que estés bien, que no te pase nada malo.
—No me pasará nada —intenta tranquilizarme, en vano.
—No estoy seguro de eso, solo puedo estarlo si ese hombre que dijo ser mi padre está en la cárcel con más presos que le hagan de todo.
Me mira con preocupación. Nunca había hablado ni pensado de tal manera. Son los recuerdos, la mala leche que me provoca recordarlo, el que tanta sangre nos ha sacado. No puedo soportarlo y quiero matarlo con mis propias manos o armas.
El policía sale de la casa y nos deja salir del coche. Entramos y el chaval me da una tarjeta con su número mientras dice...
—Me llamo Harry Winston, llámenme si necesitan ayuda inmediata -y me guiña un ojo.
¿Qué es lo que intenta? ¿Soy yo o quiere ligar conmigo? ¿O con mi madre? Si es conmigo debe saber que soy menor, él es policía y no debería ni pasársele por la cabeza. Guardo la tarjeta y veo por la mirilla que se mete en el coche y no se mueve. La guardia que le toca. Pero se irá al día siguiente, porque su jefe lo mandó.
Ahora me siento mal por haberle gritado a Lenko. Él no se merecía tal grito, ahora es en quien confío. ¡Oh, dios! ¡Mis amigos! Llevo tiempo sin hablar con ellos, debo decirles varias cosas, y espero que no se enfaden conmigo.
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¿Un Amor Real? (Gay/Yaoi) YA EN AMAZON
Teen FictionLa vida de Kyle no cambia nada cuando cuenta que es gay. Al contrario, le ha ido a mejor. Pero esa mejoría cambia cuando el chico más popular del instituto llamado Lenko le pide una cita de apuesta. Desde ese día, para Lenko y Kyle ya no es igual ve...