Capítulo 20: Sin Parar De Pensar

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El portal de mi casa, el lugar de nuestro primer beso, donde él quería saber si de verdad sentía algo por . A mi lado se encuentra Lenko, con la mirada perdida en un punto del jardín que está oculto por las sombras que crean las nubes.

Kyle... Yo... —sus palabras se cortan.

Lenko, quiero que sepas que... Elijas lo que elijas, siempre seremos amigos. Yo no puedo hacerte pensar de otra manera.

Aun si su elección es irse, la aceptaré. Y si quiere que no le vuelva a hablar, también lo aceptaré, pero con el corazón roto.

Kyle... Debemos dejarlo todo —siento como mi corazón se parte en mil pedazos, su sonido es la oda a la tristeza.

Ya veo —bajo la cabeza, sé que no lo dice en serio, no debe de querer eso.

Voy a volver a mudarme y... no quiero que volvamos a hablar entre nosotros.

—¿Por qué? —le pregunto, esto sigue siendo una broma de mal gusto.

Solo... No quiero volver a hablar contigo —se da la vuelta y se aleja de mí, dejándome con las palabras en la boca.

¡Lucha contra ti mismo para conseguir la felicidad! —salen de mi boca, cosa que no había pensado.

Adiós, Kyle —y mi nombre resuena en todos lados, un eco que rebota y vuelve a para hacer de esto una pesadilla.

———————

Me despierto sobresaltado, con sudor en la frente. Solo ha sido un mal sueño, una pesadilla que se sentía muy real. Mi respiración me delata, las paredes que vigilan mi habitación son testigos de mi reacción.

Me levanto de la cama y justo suena la alarma del celular, justo a tiempo. La apago y me voy a la ducha. Termino y salgo con una toalla en la cintura. Al vestirme, pienso que debería prepararme mentalmente de que volveré a subir a una moto para ir al instituto.

Me voy a la cocina y me preparo el desayuno. Justo veo una nota encima del microondas de mi madre, en el cual pone:

—"Kyle, me voy a trabajar porque la casa y la comida no nos sale gratis. Pórtate bien y ten cuidado en la calle. Besos, tu madre".

Dejo la nota y me empiezo a preocupar. Ahora ella está en peligro y no puedo hacer nada. Cuando esté lo bastante lejos como para ser atacada, no podré ir a salvarla.

Me termino el desayuno y justo llaman a la puerta. Debe de ser Pablo con su moto para irnos, tan puntual. Abro la puerta y ahí está, con el casco puesto y otra en la mano.

—¿Nos vamos? —me pregunta al verme.

—Sí, un momento —que escena tan repetitiva, es lo mismo que ayer.

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