Capítulo 25: Doloroso Sentimiento

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(1 día para el baile)

Jueves... El último día en el que todo tiene que estar preparado para el baile, el día en el que todos preparan sus trajes y sus vestidos para el día siguiente. De mientras ellos piensan en aquel momento, yo estoy en mi habitación, con los ánimos por los suelos, intentando tocar una simple nota, una canción.

Los dedos se deslizan por las cuerdas, queriendo crear un ritmo monótono. Aburrido, pero al menos podré escuchar algo y, con suerte, poder soltarme.

Pablo ha estado ahí para apoyarme en todo momento. Me llevó al instituto, volví con él, comimos juntos y ahora está en el salón viendo la televisión, aburrido. Le pedí algo de tiempo y espacio para poder pensar en mi mundo. El problema de mi padre fue reportado de nuevo a la policía. Lo único que dijeron es que se pasearán por la calle y que registrarán cada metro sospechoso. Aun así, sigo sin estar tranquilo.

Otro pensamiento que tengo es sobre Lenko. Sigue sin volver al instituto, la preocupación se apodera de mí por cada segundo que no le veo. ¿Por qué se comporta de esa manera? ¿Acaso es por mí? Dudas que queman por no obtener respuesta.

Vuelvo al mundo real al ver aparecer a Pablo por la puerta, con papel en mano. Me dedica una sonrisa.

—¿Quieres venir a hacer la compra?

—Claro, ahora salgo —me siento al borde del colchón.

Pablo se sienta a mi lado y me pasa un brazo por los hombros. Ahora mismo es lo último que necesito.

—A ti te ocurre algo —¿se ha colado un brujo en mi habitación y no me he dado cuenta?—. ¿Quieres contarme por qué es?

—Es sobre Lenko, me tiene en ascuas. No sé nada de él, es como si no quisiera saber nada de mí y eso me duele un poco. ¿Crees que intenta evitarme?

—Puede que sí, esa forma de actuar no es de alguien normal. Pero, de todas formas, no puedo opinar sobre esto, no tengo su misma mentalidad.

—Me siento utilizado. ¿Estará jugando con mis sentimientos? ¿Acaso tenía razón en que su proceso iba a influir en sus sentimientos?

—Si es así, no se saldrá de rositas de este problema. Si sabe lo que le conviene, te lo dirá todo a la cara, con suavidad —frunce el ceño, su enfado es enorme hacia su persona—. Bueno, dicho todo esto —se levanta y me ofrece su mano—, vamos al supermercado a comprar.

Acepto su mano fuerte y me levanto con ganas de notar el aire fresco en mi cara. Ese aire que refrescará mi mente, al menos lo suficiente como para disipar las nubes grises.

———————

Llegamos al supermercado y entramos. Caminamos por los pasillos, con la lista en manos del amigo, leyendo en voz alta. Una idea se le ocurre al momento para terminar antes.

—Esta parte de la lista para ti —me lo entrega—. Lo agarramos todo y nos vemos en el cajero —asiento, yendo por mi lado al igual que él.

Estar en el supermercado es como ir de compras al centro comercial, me gusta. Encuentro un par de cosas e intento ir por otro pasillo, pero cuento a la persona que menos quería ver en estos momentos. Su rostro es una maraña de placeres sin permitirse, el sueño le debe de estar jugando una mala racha. ¿Es por eso que no va al instituto?

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