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—Estas distraída.

Dejé de revolver mi comida con el tenedor y levanté la cabeza para mirar a mi mejor amiga Lily. Habíamos ido a comer juntas a un restaurante de la zona que nos encantaba, solíamos ir como mínimo una vez a la semana y ya nos conocían. Hoy había pedido una ensalada porque no tenía mucho apetito, pero aún así estaba revolviendo el contenido de la misma.

—¿Qué es lo que te preocupa? —me preguntó porque me conocía tan bien que sabía que algo me tenía tan nerviosa como para estar en ese estado.

—Hoy va a venir un nuevo trabajador a la cafetería y el encargado me ha pedido que me encargue de enseñarle todo lo que hacemos.

—¿Y eso no es bueno? —preguntó comiendo un trozo de carne, que había pedido, en la boca—. Sé que no te gustan los cambios, pero vas a tener que acostumbrarte a ellos, no tienes el control sobre los demás y ya deberías haberlo asumido.

—Lo sé, pero eso no quiere decir que no me ponga nerviosa.

—Cariño, creo que va siendo hora de que superes lo que te ha pasado. Fue duro, sufriste bastante y no quieres que te vuelva a pasar nada parecido —dijo mirándome sería—. Pero es la hora de soltarte la melena y disfrutar de la vida.

—Ya disfruto de la vida.

—Oh si, se nota —dijo con retintín—. Tienes controlado el más mínimo detalle de tu vida y te pones de los nervios cuando hay algo que no puedes controlar. Eso, cariño, no es disfrutar de la vida, es vivir según unas condiciones.

—No lo tengo todo controlado —dije defendiéndome de sus acusaciones—. Cada vez que se organiza algo de la hermandad voy sin rechistar, bebo y me divierto, e incluso me acuesto con algún chico o tonteo con ellos.

—¿Y eso para ti ya es disfrutar la vida? —preguntó y antes de que pudiera contestar siguió hablando—. Yo soy la que organizo las fiestas de la hermandad, por lo tanto sabes de antemano cuándo serán para poder organizar tu milimétrica vida. Te acuestas con chicos, disfrutas de ese momento y luego les olvidas, que no digo yo que no esté bien para unos meses, pero ya llevas casi dos años en el mismo plan. ¿No te has planteado tener algo más serio con alguien? ¿Dejar que alguien te quiera?

—No. No puedo volver a eso. Todavía no.

—Yo creo que ya no es una cuestión de que no puedas, sino de que te has acostumbrado tanto a esto que tú llamas disfrutar de la vida que volver a la realidad te parece imposible.

No intenté replicarle porque, muy dentro de mi, sabía que tenía razón. Hacía mucho tiempo que controlaba mi vida de esta forma, me había acostumbrado a cada pequeño detalle de la misma y me frustraba tener que añadir cosas nuevas. Me había acostumbrado tanto que no quería salir de esta situación, así me sentía bien. No quería hacerle caso a Lily en esta ocasión, sabía que me lo decía por mi bien, pero no estaba preparada para cambiar. Igualmente no sabría cómo hacerlo.

No volvimos a hablar del tema, pasamos a otros menos importantes y más llevaderos. Me gustaba mucho esa parte de la personalidad de Lily, tenía el carácter para decirte todo lo que pensaba sin morderse la lengua, pero luego no te presionaba para que aceptaras lo que decía sino que te dejaba tu espacio para pensarlo. Ella sabía que había hecho un buen trabajo comentándome lo que pensaba de mi situación, y que yo pensaría sobre ello, y si no lo hacía allí estaría ella para recordármelo.

Decidimos ir a la biblioteca a hacer algunas cosas de la universidad. Normalmente iba sola, pero hoy Lily decidió acompañarme porque tenía que terminar urgentemente un trabajo para ese viernes —y estábamos a miércoles—, y en la hermandad no podría concentrarse porque tenía que terminar los preparativos de una fiesta y Rachel y Megan, la presidenta de la casa y su sucesora, estarían detrás de ella todo el día.

Lily estudia comunicación y relaciones públicas por lo que se encarga de organizar todos los eventos de la hermandad. Se le concedió ese puesto tras una gran idea que salvó a la casa de bajar de escala social, según comentó Rachel, y que tuvo el efecto contrario llevándonos a posicionarnos entre las más populares —aunque según Rachel y la guía de hermandades y fraternidades que daba la universidad a los de primero, ya lo era—. A veces me gusta ayudarla con las compras, pero en temas de organizar eventos ella es la mejor.

Yo, en cambio, estudio magisterio y mi sueño es dar clases en infantiles, es decir, los niños en sus primeros años de escolaridad. Me gustan mucho los niños, estar con ellos y ver cómo intentan imitar todo lo que haces, así que después de pasarme un verano entero con mi primo de tres años cuando yo tenía unos dieciséis, decidí que mi sueño en la vida era estar con niños como él y enseñarles.

Nuestro momento de estudio en la biblioteca estaba siendo muy productivo, y ambas estábamos aprovechando bastante bien el tiempo que teníamos para estar ahí antes de ir a trabajar —yo en la cafetería y ella para la fiesta de la hermandad—. Unas manos se apoyaron a los lados de Lily en la mesa, provocando que esta se asustara y yo con ella. Ella se giró y yo miré a la persona que nos había interrumpido, que no podía ser otra sino el novio de Lily, Josh. Al verse se enfrascaron en una serie de arrumacos babosos que me hicieron apartar la vista.

Verlos me trajo a la mente la conversación anterior con Lily. A veces echaba de menos tener a alguien que me quisiera como Josh la quiere a ella, una persona que me abrazara cuando me sintiera mal, con la que compartir mis problemas y que estuviera ahí para mí, igual que yo para él. Pero cuando intentaba imaginarme la situación solo recordaba la mala experiencia que había pasado, y olvidaba esa sensación de falta de cariño momentánea. No creía ser merecedora de ello y por eso lo evitaba.

—¿Qué haces aquí? —preguntó en susurros Josh a Lily.

—Tengo que terminar un trabajo para el viernes y en la hermandad no iba a estar tranquila.

—Siempre podrías haberte venido a la mía.

—Ya claro como que ahí me iba a concentrar —rió suavemente—. Además así estaba un rato con Leah.

—Ah —me miró por fin—, hola Leah, no te había visto.

Le salude con la mano y seguí a lo mío. No tenía ningún problema con Josh, pero a veces no entendía porque hacía como si no estuviera en la sala. Parecía que no le caía bien y la verdad es que me daba un poco igual, lo importante para mí era que cuidara bien de mi amiga o sino tendríamos problemas de verdad.

Siguieron hablando en susurros hasta que unas personas de la mesa de al lado se quejaron de sus cuchicheos, por lo que decidieron irse a la fraternidad de Josh a seguir con sus cosas, dejándome sola. No me importaba la soledad, ya estaba acostumbrada, y prefería que Lily disfrutara con su novio.

Después de unas horas recogí mis cosas y me pase por la hermandad a cambiarme para ir al trabajo. Los nervios cada vez se estaban apoderando más de mi, y hacía mucho tiempo que eso no me sucedía. Tenía que calmarme porque no quería que él o la nueva tuviera una impresión equivocada de mi.

Camino del trabajo intente mentalizarme de que todo saldría bien, que no iba a pasar nada porque hubiera este nuevo cambio en mi vida, que lograría acostumbrarme a él, que solo tenía que pensar que era como tener a Tony allí —aunque ni de lejos lo sería—.

Abrí la puerta de la cafetería y me enfrenté a lo que estuviera por llegar.

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¡Holaaaa!
Bueno aquí tenéis otro capítulo de la historia para compensar la tardanza que he tenido en comenzarla. La verdad es que estoy en racha ahora y se me están ocurriendo muchas cositas, por lo que no descarto tener otro capítulo para dentro de unos días. Además como aún estamos introduciendo todo me parece mejor ir subiendo los capítulos más seguidos para que vayáis conociendo a los personajes, sus situaciones y demás.

Hablando de este capítulo, ¿qué os va pareciendo la protagonista? ¿Tenéis ganas de conocer el motivo de por qué es así de controladora? Contadme lo que queráis en comentarios o por Twitter (que lo encontraréis en mi perfil).

Besitos <3


Hold Me Tight [Jimin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora