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Aunque le había dicho que me iba a quedar a dormir no conseguía conciliar el sueño. Mi cabeza no asimilaba todo esto y me pedía que saliera de aquí, que fuera a casa y descansará ahí como siempre. Estaba intentándolo con todas mis fuerzas, pero me estaba entrando un ataque de pánico horrible, no podía quedarme.

Jimin tenía su brazo encima de mi rodeándome la cintura, como la otra vez, pero en esta ocasión cuando se la aparte para levantarme no siguió durmiendo sino que me miró con sus dulces ojos.

—¿Qué pasa? —preguntó incorporándose en los brazos mirando mis movimientos—. ¿A dónde vas?

Comencé a vestirme, ya que estaba desnuda después de haberme acostado con él dos veces más esa noche. Me dio tiempo de ponerme la ropa interior y una camiseta antes de que Jimin me frenara agarrándome de la muñeca. Se había puesto unos calzoncillos y me miraba interrogante.

—No puedes irte, sigue lloviendo y me dijiste que te quedarías a pasar la noche conmigo.

—Sé lo que dije, pero no puedo hacerlo. Yo no hago estas cosas, no me quedo en casa de nadie, no me quedo en lugares que no conozco. No puedo hacerlo, no puedo —cada vez me notaba más alterada, todos mis sentidos se estaban elevando.

—Leah ¿qué pasa?

—No puedo hacerlo, esto no está en el calendario. No está planificado. Esto no tiene que pasar, ¡no tiene que pasar! —dije alterada haciendo que Jimin me soltara la muñeca.

—¿Qué calendario? ¿Qué planificación?

Le miré a los ojos que había evitado desde que empecé a hablar, y estos me devolvían una mirada interrogante y preocupada. No pude aguantarlo más y me vine abajo. Las lágrimas rodaron por mis mejillas sin control, y grité por la presión que sentía dentro de mi. No podía controlarme, me había sobrepasado todo, quería y necesitaba salir de aquí.

De repente unos brazos me rodearon y me atrajeron a un cuerpo cálido. Jimin me abrazó con fuerza y yo sentí que me rompía por dentro. Pegué mi frente en su pecho y lloré con ganas, soltando todas las lágrimas que tenía guardadas dentro de mi.

No me preguntó nada más, solo me rodeó con sus brazos e intentó calmarme muy dulcemente sin dejarme ir, sin presionarme.

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No sé cuánto tiempo había pasado, y que había sucedido, pero estaba sentada en el sillón del salón de Jimin esperando a que me trajera un poco de agua. Había dejado de llorar hacía unos minutos y ahora estaba hipando, y limpiando mis mocos con un pañuelo de papel que él mismo me había dado.

Al volver de la cocina se sentó en la mesa del centro delante de mí y me ofreció el botellín de agua que había traído para mí. Lo cogí y fui bebiendo sorbos pequeños, ya que los hipidos no me dejaban beber con más rapidez. Mientras tanto Jimin no dijo nada, solo recogió alguna lágrima solitaria que aún salía de mis ojos.

No lo conozco de hace mucho tiempo, pero me había demostrado que no era una persona cotilla ni que necesitaba saber todo lo que me pasaba. No me iba a preguntar qué es lo que acababa de pasar, dejaría que yo le contara si me veía con fuerzas para hacerlo.

—Siento lo que ha pasado —dije mirando la botella en mis manos—, no pretendía armar ese espectáculo, solo quería irme a casa y hacer lo que estoy acostumbrada a hacer.

—No tienes que pedirme perdón por nada, Leah —puso su mano en mi barbilla y me levantó la cabeza suavemente para mirarme a los ojos—, solo quiero que estés bien, ¿vale?

Asentí y no dije nada más. Quería confiar en él, pero a la vez tenía miedo. Había intentado ser una chica normal como antes y no había resultado, y sentía que nunca lo conseguiría. Jimin se levantó a buscar más pañuelos de papel y volvió a sentarse en el mismo sitio, en la mesa delante de mí. Me gustaba como estaba atento a mis necesidades, como me estaba cuidando sin pedir respuestas. Eso fue lo que me hizo decidirme.

Hold Me Tight [Jimin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora