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La casa de la infancia de Jimin era más grande de lo que me esperaba. Se encontraba en la zona rica de Los Ángeles, en Beverly Hills. Era muy diferente al barrio donde me había criado yo, lleno de niños en la calle, de movimiento y de frescura. Este parecía sobrio, muy superficial y demasiado tranquilo, no había coches ni vecinos en las calles.

La verja de la casa se abrió para dejar pasar al coche en el que íbamos, que se paró delante de la casa para dejarnos bajar. Al bajarnos, una señora se acercó a ayudarnos con la maleta, la cual Jimin llamó por su nombre antes de darle un rápido abrazo, por lo que deduje que no era su madre. Seguí a los chicos al interior de la casa, donde nos esperaba un enrome recibidor blanco muy luminoso gracias a los grandes ventanales y los altos techos.

Jimin cogió mi mano con delicadeza y tiró de mi suavemente para que lo siguiera por el pasillo que se entreveía al lado de las grandes escaleras que subían al piso de arriba. Pasamos al lado de un gran salón y un comedor, y al fondo se encontraba la cocina donde entramos. Una mujer bajita con un delantal manchado de mil alimentos se encontraba allí, y levantó la cabeza para mirarnos nada más escucharnos entrar. Sus ojos se iluminaron al ver a Jimin, y fue entonces cuando descubrí porque nada más verla me recordaba a alguien, su hijo compartía muchos rasgos faciales con ella.

Madre e hijo se abrazaron con fuerza, y ella comenzó a llorar desconsoladamente mientras decía unas palabras en un idioma que no comprendía, por lo que deduje que era coreano. La escena era muy tierna y adoraba haber aceptado la invitación de Jimin de venir. Al separarse se miraron largo rato y hablaron en susurros en su idioma, y aunque no entendía nada no podía romper ese momento, y tampoco me sentía desplazada.

—Omma —dijo Jimin secándole con los dedos las últimas lágrimas a su madre—, quiero presentarte a alguien muy especial para mi —me miró y estiró una de sus manos para que se la cogiera y me acercara, y así hice—. Ella es Leah, es mi novia.

Los ojos de su madre viajaron de su hijo a mi varias veces, pero al contrario que pasó con su padre en el aeropuerto, no vi rechazo ni odio en su mirada, sino ternura y alegría.

—Vaya, encantada de conocerte —dijo cogiendo mis manos suavemente—. Lamento este desastre, pensaba que llegaríais más tarde. Debería haberme arreglado y haberos hecho un recibimiento como es debido.

—Si, deberías haberlo hecho —dijo una voz áspera y seria a nuestra espalda.

Al girarme me encontré la fría mirada del padre de Jimin que miraba a su madre casi que con asco.

—Tenemos servicio, no entiendo por qué tienes que ponerte a cocinar cuando cualquiera podría haber preparado lo que quisieras. Además de que sabías que venía nuestro hijo. Tendrías que estar presentable para su llegada y la de su acompañante —me volvió a mirar con asco—. No entiendo que se te pasó por la cabeza.

—Lo siento querido, ya sabes que cuando me empeñó en algo no puedo dejárselo hacer a otro.

—Pues has quedado mal por esas estupideces tuyas —chasqueó la lengua profiriendo un ruido horrible y amargo—. Mírate, pareces parte del servicio en vez de la mujer de la casa. No tienes remedio.

Giró sobre sus talones y se fue por donde había venido, cerrando la puerta de la cocina con un portazo. Me sobresalté al escuchar el golpe y vi como la pobre mujer agachaba la cabeza tristemente, pero su hijo pronto la abrazó y le dio un beso en la cabeza.

—Para mi estas perfecta, omma —dijo sonriendo—. Hueles muy rico y me has hecho sentirme como cuando era niño y me ponía a pintar en la cocina mientras tu cocinabas algo.

—Recuerdo esos momentos también —sonrió mirando a su primogénito—, podías estarte tranquilamente en la mesa pintando todo el día, no como tu hermano que no dejaba de correr por toda la casa.

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⏰ Última actualización: Oct 12, 2016 ⏰

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Hold Me Tight [Jimin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora