Séptima Parte

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Mi vista estaba completamente borrosa, lo único que podía ver, eran como las luces cambiaban de color, blancas, amarillas, rojas, mi respiración era agitada, la podía escuchar, no entendía lo que estaba pasando.

-¡Sakura! ¡Por Dios! Perdóname- ¿de quién era esa voz? Sentí como varias gotas de agua caían en mi rostro. ¿Estaría lloviendo? No. Puedo escuchar los quejidos de alguien. Deben de estar llorando ¿Es mi funeral? ¿A caso estoy muerta?

-SAKURA, resiste por favor- ese sujeto volvía a nombrarme. Era ¿Itachi?

-Te juro que no quería hacerlo- ¿que no quería hacer que? Se acercó a mi y depósito un beso en mi frente.

-Señor, por favor, alejese- escuche decirle a otro sujeto.

No había detectado el olor instantáneamente, pero ahora mi nariz estaba muy sensible, después de darme un beso, dejo su olor en mi. Olía a frescura, tenía cierto olor a canela. Ese olor es muy reconocido. Espera, había un segundo olor, este, parece ser un perfume. De mujer, mío. No. Ese parece ser un perfume de Victoria's Secret, muy juvenil.

Sentí adrenalina correr por mis venas, mis ojos se abrieron completamente. Mi respiración volvía a la normalidad.
El primer olor, es de el hotel, y el segundo... De la perra de Itachi.

Mis ojos me mostraban el techo en blanco, baje mi mirada para encontrarme con las personas que hablaban. Había 2 sujetos, uniformados, e Itachi.

-Sakura.- Itachi sonrió felizmente, quiso disminuir la distancia de que había entre nosotros. Pero la ambulancia paro en seco, habíamos llegado a nuestro destino, no le dieron tiempo a Itachi para hablar, las puertas se abrieron desde a fuera, habían otros dos hombres esperando. Observaba seriamente todo, Itachi queriendo explicarme lo sucedido, las personas ayudándome. La tranquilidad desapareció.

-¡AHHHH!- grite del dolor, parecía que alguien me había apuñalado en el estómago. Mi grito llamo la atención de los cuatro hombres.

-Los dolores ya comenzaron.- dicho esto, bajaron la camilla, abrieron las patas con rueda que tenía la camilla. Un segundo puñetazo.

-JODER, LLEVENME A EL MALDITO HOSPITAL- tome el brazo de un hombre con fuerza. Su expresión cambio a una de dolor.

-Ah,- se le escuchó quejarse con voz chillona

-¡AHORA!- hice más fuerza en el brazo
Cambie mi posición en cuanto sentí que movían la camilla con fuerza. Estaba media sentada, un hombre puso su brazo en mi espalda para que pudiera recargarme.
Las puertas del hospital se abrieron, había gente, preocupada, llorando. Había gente herida. Eran un verdadero reto entrar en este hospital, por el piso, se hizo más fácil correr por los pasillos.

-SAKURA- gire un poco mi cabeza, era Itachi, venía siguiendo con gran velocidad, estaba instruyendo la tranquilidad, empujando a la gente, lo ignore por completo, unos guardias salieron de los costados y lo detuvieron en el momento en el que entramos a la sala de emergencia, lo tomaron por los brazos impidiendo que avanzara más. Cosa que alteró más a Itachi.

-¿QUÉ HACEN? MI MUJER ESTA A PUNTO DE TENER A MI BÉBE- grito brustado, los hombres que jalaban la camilla se detuvieron. Voltearon hacía atrás, Itachi me apunto, refiriéndose a mi, como su "mujer". Los hombres me miraron, pero no soltaron del agarre de Itachi.

-Señora. ¿Conoce a este hombre?- mire a Itachi, sus ojos pedían misericordia, realmente parecía arrepentido, observe como sus labios temblaban por su nerviosismo, su respiración era agitada, sudaba intensamente. Agache la mirada unos instantes, volví a mirarlo, me dedico una sonrisa sincera y hermosa. Sonreí, le dedique la misma sonrisa. Suspire para luego decir.

-Jamás había visto a este hombre en toda mi vida-

Cambie mi expresión e Itachi cambio la suya, los hombres lo tomaron con más fuerza y lo arrastraron hasta la salida del hospital. Gire mi cabeza, los hombres continuaron jalando la camilla. Lo último que escuche antes de entrar a la salda de parto, fue a Itachi.

-¡Sakura! ¡ERES UNA MALDITA HIJA DE PUTA, SIN MI NO ERES MÁS QUE UNA MALDITA MIERDA, TE JURO QUE TE ARREPE....- Las puertas se cierran, dejando libre a mis oídos de las palabras altisonantes de Itachi.
Debería sentirme fatal, acabo de negar a mi cónyuge, al padre de mi hijo. Le prometí lealtad en cada momento de nuestro matrimonio, le dije que estaría con el en cada momento, le entregue todo, mi cuerpo y mi alma. Mi corazón. Lo humille frente a todas esas personas, hice que las demás lo vieran débil, indefenso, arrastrandose hacia mi, cuando el presumía ser superior, invencible y poderoso. Debería sentirme fatal, sin embargo. Me siento más ligera, como sí una enorme carga cayera por fin de mis hombros. Me siento liberada de unas pesadas cadenas, desde que dije sí en aquel restaurante me siento prisionera. Pero ahora me siento libre, como sí volviera a la vida. Debería sentirme fatal

Debería. Pero. Nadie dijo que tenía que sentirme así...

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora