Cuatro años después, las discusiones no eran muchas pero sí eran grandes.
—Tampoco he dicho nada del otro mundo, joder. ¡Pero no hace falta que nos arriesguemos así con el encargo!
—¡Si no te gusta cómo hago las cosas puedes marcharte! ¡Vamos! ¿Prefieres vivir en las alcantarillas como la pequeña rata que eres, es eso? Te enseño todo lo que hay que saber aquí abajo, te doy de comer y un techo, ¿y así me lo pagas? ¿Quién te crees que eres?
Los ojos ajenos echaban chispas y de pronto Levi no podía respirar. Por más que lo intentara, los firmes dedos alrededor de su cuello que presionaban en su garganta y le alzaban contra la pared se lo impedían. Trató de propinar una patada al aire pero tampoco dio resultado. La visión empezaba a teñírsele de manchas negras y se mareaba. Gracias a Kenny había comido bien los últimos años y crecido bastante más, pero seguía siendo bajo y tenía doce años. No había llegado el momento de que el alumno fuera rival para su maestro.
—Desagradecido —y sin más, fue lanzado boca abajo contra el suelo hasta el otro lado de la habitación—. Ve a cagar, a lo mejor así se te quita ese mal humor que tienes.
No tardó en ponerse de rodillas y toser con fuerza, falto de aire. Tenía el rostro colorado y el cuello aún más, y sentía cómo le quemaban la garganta y el pecho. Giró la cabeza a tiempo para ver el final de la larga gabardina negra de Kenny salir del cuarto dando un portazo. Era su discusión habitual: Levi se quejaba porque el trabajo que tenían entre manos les daría muy pocos beneficios para los riesgos que tenían que correr. Siempre tenían discrepancias aunque Levi acabara obedeciéndole, porque Kenny prefería dejar un buen espectáculo y desastre y él algo rápido y silencioso. Nunca sacaba nada bueno de quejarse, en realidad, y acabó aprendiéndolo a las malas, aunque no por ello obedecía sin protestas si no estaba conforme. Era su naturaleza, simplemente.
De todos modos, lo que debía hacer era simple. Ya lo había hecho decenas de veces.
Uno, dos, tres puñetazos al estómago, agacharse y ponerse contra el contrincante para evitar el contraataque y darle una patada en la parte de atrás de la rodilla. El círculo formado por hombres borrachos o sádicos rugía pidiendo sangre. Aprovechar el desequilibrio para dar una patada más a la otra rodilla, esperar a que el adversario caiga de rodillas y abalanzarse a su espalda para propinar un fuerte golpe entre la coyuntura de cuello y hombro cerca de la nuca. Como recurso final sacar la navaja y colocársela al cuello. Todo era rápido y sencillo. Kenny le había enseñado bien a matar y a pelear, como también a dar espectáculo. El método era variable aunque simple, pero si lo hacía siempre al principio no había espectáculo. Levi sabía que tenía que ofrecer sangre al público, una cara de terror, algún grito ahogado de asombro. Algunas veces la sangre era suya, pero no por eso dejaba de pelear como si le fuera la vida en ello. Parecía más una fiera que un niño cuando luchaba, silencioso mientras se movía y gritando de rabia al atacar. Cuando el hombre se rendía y acababa el combate, siempre alzaba la vista buscando a Kenny y su mirada de aprobación como un padre orgulloso. Pero hubo un día en el que no la encontró.
El día que Kenny, mientras él terminaba de tirar al suelo al hombre con el que estaba peleando alrededor de un círculo de gente, se marchó, una horrible sensación de vacío le llenó el estómago y poco a poco el pecho. Soltó la camisa de su contrincante dejando que cayera al suelo con un pesado golpe en cuanto echó la vista atrás, viendo a Kenny darse la vuelta y empezar a caminar. Tuvo que meterse entre el barullo y caos de altos espectadores que le cortaban el paso, pero cuando por fin tuvo el camino despejado su protector había desaparecido. Corrió hacia el final de la calle, sin verle, y recorrió unas cuantas más antes de darse rápidamente por vencido por si se trataba de un asunto rápido y regresaba pronto. Mejor no moverse entonces. Pensando que volvería se quedó cerca del mismo sitio donde lo había visto la última vez, esperando. Aguantó quieto un buen rato viendo a la gente pasar de aquí para allá, tratando de luchar con su poca paciencia y su impulso de salir corriendo a buscarle cuanto antes. Esperaba que esta fuera otra de sus pruebas y no nada serio, porque no llevaba absolutamente nada aparte de un pasador de pelo que había pertenecido a su madre. Ni una moneda ni un trozo de pan. El tiempo pasaba y viendo que Kenny no volvía le empezó a buscar por toda la ciudad, pero sabía que cuando no quería ser encontrado no lo era. Se sentía traicionado, solo, como se había sentido al morir su madre. ¿Por qué le había abandonado así? ¿Había hecho algo que le hubiese cabreado? Levi repasó mentalmente posibles causas pero no daba con nada, era como si hubiese sido un capricho o una prueba para ver qué haría él. Ojalá fuera alguna de esas dos cosas, porque caía la «noche» y no tenía lugar donde quedarse; la casa donde solían vivir estaba cerrada a cal y canto, en la otra punta de la ciudad, y ni siquiera estaba seguro de que supiera llegar con la cantidad de callejones que había allí abajo. Y eso si llegaba entero, claro. La mitad de las luces de la ciudad subterránea se iban apagando conforme pasaba el tiempo.
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Pioneros (𝐒𝐍𝐊)
FanfictionSólo unos pocos elegidos tienen alas grabadas en su espalda. Cuando vivir en las calles del Subsuelo lleva a Levi a encontrarse con titanes dentro de los muros y a aceptar la ayuda de un joven soldado que cambiará el curso de su vida, conseguirlas n...