14. Acopio de armas

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Su mala racha sólo acababa de empezar, era lo único que tenía claro. O quizá no había tenido una buena en su vida.

El viaje en carruaje hasta los tribunales al día siguiente fue mucho más largo de lo que habría querido y demasiado corto para ser la llegada a lo que decidiría su futuro, o la falta de él. Le hubiera gustado decir que estaba preparado para cualquier cosa, que la muerte de sus amigos por culpa de su egoísmo le había hundido tanto que no tenía ya ganas de vivir, pero no era así y se odiaba por ello. No podía apagar el único instinto que le había mantenido respirando hasta ahora; no creía que nada pudiera hacer dormir la parte de él que era pura supervivencia. Es lo que también había protegido a Isabel y Farlan hasta aquel momento.

A través de la ventana del carruaje observó las calles y un poco del cielo azul, despejado de nubes a esa hora temprana, y pensó que les habría gustado verlo. El estar encerrado en aquel compartimento le ponía nervioso, más todavía estando esposado, por lo que respiró hondo un par de veces haciendo que el policía que le vigilaba al lado le mirara con curiosidad. Poco antes de partir le habían tratado y vendado en la enfermería a petición de Erwin, y le habían dado ropa que no estuviera rota y manchada de sangre. Levi no creía que fuera para que no cayese enfermo cogiendo una infección sino para quedar bien delante del juzgado, aunque su mata de pelo negro y profundas ojeras seguirían desentonando de todos modos. Al fin y al cabo tenía que dar buena imagen y no parecer tanto un delincuente de poca monta, todo para que vieran que sería de utilidad para luchar contra los titanes y no solo para causar problemas a la noble ciudadanía.

El mundo entero le dio vueltas durante unos segundos cuando le hicieron bajar del carruaje y le arrastraron prácticamente dentro del edificio. Llevaba dos noches sin dormir y apenas había estado bebiendo agua desde que le detuvieron porque era lo único que no le provocaba náuseas, además del cansancio y su avalancha de emociones. Pudo observar que el frontón del juzgado estaba decorado a los lados por dos ángeles de piedra, uno con una espada y otro con una balanza. Poco tenían que ver con el del Subsuelo.

Ya dentro, la sala de los tribunales era increíblemente amplia y estaba dividida en dos secciones contrarias. No había asientos, pero los grandes bancos de madera se alzaban uno detrás de otro mediante escalones para que todos pudieran ver, acabando incluso en un balcón en la parte más alta. Donde sí había asientos para el público era en la parte final de la sala. En el centro y cercado por una pequeña y elegante valla de madera, un poste de piedra de metro y medio estaba fijado en una estructura plana de piedra. Se encontraba más abajo en el suelo plano y a vista de todos, y la alta mesa del juez se alzaba justo delante, coronada por los escudos de los cadetes y tres brigadas militares en la pared: dos espadas, un unicornio, dos rosas y las dos Alas de la Libertad.

Tan solo con ver a nobles y a policías charlando antes de que todo empezara ya le decía a Levi que las cosas no saldrían bien. La sala tenía un ambiente regio e imponente, pero no justo. Todos los muebles y estructuras eran más grandes de lo necesario, y parecían tanto tener cientos de años como ser completamente nuevas. Aquel lugar era inmaterial; se respiraba la historia, pero no se podía sentir. Era un lugar falso. La mentira era lo único que sí podía percibirse en el aire.

Los dos policías que tenía a cada lado le llevaron hasta el centro de la sala y le hicieron arrodillarse, lo cual no les costó mucho más que un empujón hacia abajo. Le quitaron las esposas solo para volvérselas a poner con las manos tras él. A pesar de oír el conocido «click», tiró de sus muñecas tan solo para comprobar que la corta cadena de las esposas chocaba contra la columna de piedra. Con el paso de los años había conseguido huir de muchas situaciones y tomar el control de su cuerpo de una manera que muchos no podrían llegar ni a soñar, pero en el estado en el que estaba, tratar de escapar de esa era prácticamente imposible. Tan solo con intentarlo una vez, sus rodillas temblaron. Se imaginó con más fuerza y agarrando el poste con las manos mientras conseguía poner los pies en el suelo y se erguía hasta ponerse de pie. Luego escalaría de espaldas lentamente con ayuda de sus muslos. Le llevaría quizá algún rato conseguirlo, puede que horas, pero terminaría sacando sus manos esposadas de la columna y saliendo de allí. Pero no era posible. Estaba destinado a perder desde el mismo momento en el que le habían detenido.

Pioneros (𝐒𝐍𝐊)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora