[NA: ¡Estoy vivo! Ya sé que ha pasado más tiempo del que tenía planeado desde el último capítulo, pero al parecer es lo que ocurre cuando estás al final de una novela y también empieza la uni. Me ha llevado días de bloqueo hilar la trama que queda hasta el final, pero por fin lo tengo todo planeado y solo me queda escribir de forma regular mientras las clases me lo permitan.
Este es un capítulo transitorio, introspectivo, pero creo que asienta bien las bases para ir escalando en Cosas Chungas. Espero que os guste y comentad qué os ha parecido; siempre acepto críticas. Recordad que en mi Patreon (enlace en la bio) podéis leer los capítulos 48 horas antes de que los publique aquí, y además este mes estoy escribiendo drabbles de 500 palabras a todos mis mecenas, incluso los de 1$.]
Levi era el tipo de soldado que no se encerraba en sí mismo al salir fuera de los muros. Ni siquiera al principio, cuando aún no sabía trabajar en equipo y mucho menos liderar uno eficientemente. La mitad de su personalidad la había construido con la base de seguir sus instintos, de observar su alrededor, de oler la pólvora o la paz en el ambiente. Estar atento y listo para actuar era una cuestión de vida o muerte desde su más temprana edad.
Levi se estaba encerrando en sí mismo en ese momento, mientras Erwin daba su discurso antes de partir. Sus palabras siempre le habían inspirado más valentía y determinación de la que ya tenía por sí mismo, pero en ese lugar y hora, con tan solo unos tímidos rayos de sol saludando desde el horizonte a cien soldados y cien niños que morirían por orden de personas que antes habían conspirado contra ellos, no pudo escucharlas. Oía con más nitidez las pulsaciones de su propio corazón agitado en sus sienes. Estaba sobre su yegua a la derecha de Erwin, también sobre su caballo, y por una vez no tenía ojos para él. No cuando frente a ellos se encontraba una masa de inocentes a la que habían obligado a suicidarse. No cuando, en medio de los ruidos de los cascos y relinchos de los caballos, no se escuchaba nada más. No cuando no había murmullos de dudas, sino temblores de miedo, respiraciones cortas y ojos muy abiertos de cristal roto. Seis meses no habían sido suficientes.
Erwin gritó unas últimas frases que sirvieron para hacer que los más asustados inspirasen con fuerza, llenos de un coraje artificial. Entonces, alzó un brazo y las puertas de los muros se abrieron. La multitud de Trost que se había reunido alrededor de ellos en agradecimiento por su trabajo en Shiganshina les vitoreó, y ahí comenzó el sueño colectivo de la esperanza.
Seis meses eran suficientes para aceptar la idea de la muerte, pero no para prepararse para luchar contra las parcas.
Los líderes de cada escuadrón se habían encargado del entrenamiento de los nuevos, que se componían de una mayoría de menores arrancados de sus casas, unos pocos voluntarios, y aún menos víctimas secretas del tráfico de niños. Muchos de ellos eran refugiados de Shiganshina y llegaron con el fuego de la venganza en los ojos, y Levi sabía que serían los primeros en morir. La ira solo sirve como fuego inicial, y se apaga cuando llega el turno del miedo. Lo sabrían solo cuando tuvieran a los diablos frente a frente. La mayoría de los novatos estaban dispuestos y aunque muchos hubieran llegado obligados, tenían en los hombros el peso de la tragedia y la resignación. Los que habían aceptado su destino aprendían rápido, y los que no, enlentecían al grupo con sus quejas. Levi podía comprender su desesperación, pero no tuvo tacto ninguno al tratar con ellos. Era su trabajo y no podía perder el tiempo en las almas perdidas cuando el resto le necesitaba. Dio más de sí en entrenar a los muchachos de lo que había dado nunca antes excepto para luchar a la hora de la verdad, e incluso escuchó los consejos que Mike tenía que darle sobre enseñar a otros. Mike era una persona que todo el mundo respetaba por naturaleza, por su aire intimidatorio y porte, y por eso mismo Levi había tardado tanto en poder considerarle un amigo como a los demás. No lo era más que Hanji, Petra o Lucille, pero lo era. No pretendía poner escalas intencionadamente entre ellos, aunque Mike y él ya se habían convertido en el dúo de oro a ojos del resto de la Humanidad. El primer y segundo mejor soldado hacían un buen equipo luchando juntos y suplían las carencias del otro con maestría, y así prepararon para luchar a los nuevos. Era inútil entrenarlos individualmente. En un período tan corto de tiempo en comparación con los verdaderos soldados que pasaban dos años de entrenamiento inicial, era más valioso que aprendiesen a sacrificarse unos por otros, a no ir por su cuenta y a olvidarse de salvar su propio pellejo. El Comandante no quería decir jamás ninguna mentira a sus tropas, y la verdad fue lo que les dijeron a ellos. Que no esperasen salir vivos. Que tenían que considerar que recuperar el muro María y asegurar el futuro de sus familias era más importante que sus vidas. Decirle eso a alguien que todavía no había terminado de crecer quizá era el epítome de la crueldad, pero no tenían una versión más suavizada de sus órdenes. La historia no la escribían quienes morían por ella.
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Pioneros (𝐒𝐍𝐊)
FanfictionSólo unos pocos elegidos tienen alas grabadas en su espalda. Cuando vivir en las calles del Subsuelo lleva a Levi a encontrarse con titanes dentro de los muros y a aceptar la ayuda de un joven soldado que cambiará el curso de su vida, conseguirlas n...