36. Sinagoga

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[NA: Feliz Hallow- digo, octubre. Y a los artistas, ánimo con el inktober. Creo que este capítulo me podría haber quedado un poco mejor en cuanto a ambientación, pero estoy más que contento con el diálogo y me es imposible pasar más horas delante de la pantalla revisándolo. Ojalá os guste y tanto si sí como si no, espero vuestros comentarios.

Advertencias de contenido: mutilación, muerte animal, gore.]


Supo que aquel templo tenía algo raro desde el momento en el que entró en él.

Siempre había confiado en sus instintos, y aunque no le alertaron de peligro, tenía la sensación de que en ese lugar había algo importante. Quizá por eso no esperaba quedarse tan vacío cuando lo encontró. Quizá por eso, aunque no supiera lo que significaba, la inscripción en la pared le dejó congelado en el sitio. Años atrás, se dio cuenta de que había olvidado el rostro de su madre. Por poco no se echó a llorar esa noche. Junto a ella, también había olvidado por completo las palabras que había querido enseñarle una vez, pero reconoció el idioma de esos símbolos como si salieran de lo más profundo de sus sueños. Líneas curvas, columnas rectas, ninguna letra por encima de otra; la caligrafía hecha alfabeto.

«Es un nombre hebreo, ¿verdad?», el padre de Erwin habló desde ese mismo sueño que llamaba y llamaba sin cesar a la superficie.

De forma inexplicable, se sintió terrible y completamente solo. Estaba ahí, de pie, frente a un mensaje ilegible de un tiempo desconocido, mientras el resto de soldados tras él iban de un lado a otro preparando las cosas para pasar la noche allí y atender a los heridos, pero él no conseguía moverse. Ellos eran de mundos distintos, y esas letras, de otro que tampoco podía alcanzar. Cuanto más miraba la inscripción, su pecho más se contraía por ese visceral sentimiento de pérdida, de desconexión, de ver destruido lo que podía ser parte de su pasado y nunca sería su futuro. Su familia, su pueblo, su historia; todo lo que su madre habría querido enseñarle y transmitirle, en ruinas.

Tantas preguntas ocupando su cabeza le impidieron oír que Marlene necesitaba ayuda con los caballos agitados. Cuando por fin apartó los ojos de aquella pared de misterios, se dirigió con Layla hasta su compañera y soltó una de sus habituales quejas. Como se le daban bien los animales, siempre le tocaba echar una mano con ellos aunque fuera el trabajo de mozo de cuadra fuera de los más novatos. Aunque la tarea le distrajo durante las horas siguientes, las preguntas seguían amontonándose. Ni siquiera estaba seguro de hablar con Erwin o no, pues sabía que el menor de sus problemas en ese momento era teorizar sobre la razón por la que un edificio como aquel no tenía lugar en los mapas y estaba abandonado a su suerte desde años antes de que el muro cayera.

La sala principal la dejaron para los caballos. Eran animales acostumbrados al estrés y entrenados para el peligro, pero el clima los había puesto nerviosos. Junto a Marlene, Nanaba y otros muchachos, amarraron sus riendas en la parte izquierda de la enorme sala, la que aún conservaba todo el techado. A la derecha seguía entrando nieve sin cesar. Marlene esperaba que dejando a los caballos en fila y muy juntos pudieran mantenerse cálidos, aunque todos dudaban de su resistencia. Al otro lado de la sala caía una cortina blanca de nieve, y cuando terminaron con los animales se adentraron en el interior del edificio esperando encontrar habitaciones intactas. Dos regias a cada lado de la pared de la inscripción les invitaron a dos salas más resguardadas. Los encargados de los suministros habían dejado fuera los carros al no caber por la entrada principal, pero transportaron el cargamento hasta ellas para no perderlo en la ventisca. Las rocas que debían tapar el agujero del muro María sí habían tenido que quedarse en el exterior. Cuando volvieran a salir las encontrarían enterradas en una capa de nieve, pero era inevitable. Levi se acercó a Layla para recuperar su capa larga antes de seguir a los demás hacia y pudo suspirar con menos obstáculos en el pecho, viéndola relajada al lado de caballos que no dejaban de removerse. Le habían dado a Layla porque era «imposible de domar», pero lo cierto era que el animal no se había encontrado con nadie que le entendiese hasta entonces.

Pioneros (𝐒𝐍𝐊)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora