2. Historias repetidas

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Levi entendió enseguida el propósito del sótano.

Quieto, observaba la luz amarillenta reflejarse en los fríos instrumentos de metal. La mesa de madera ahora destapada estaba llena de ellos, de diferentes formas y tamaños. Estaban algo separados unos de otros y algunos tenían pequeñas manchas rojizas y oscuras en la parte opuesta al mango. Había unos con forma de pinzas, otro de punzón, un martillo, y varios más que no sabía ni a qué podrían parecerse, pero que sin duda eran crueles y sin piedad. El mismo material se había encargado de darles un aspecto más amenazante, como si tan sólo tocándolos pudieran llevarte al otro barrio. Estaban hechos para hacer daño. Le recorrió un escalofrío, consciente ahora de que eran el tipo de instrumentos que daban un poder inimaginable a quien los poseía. En este caso no se necesitaba la lealtad, sólo el saber cómo ser despiadado para seguir órdenes o cumplir tus propios objetivos.

Kenny pasó los dedos por encima de los objetos unos momentos, con la tranquilidad de quien elegiría un dulce en una panadería, hasta decidirse por unos alicates oxidados alrededor de las dos gruesas garras de metal. Se acercó con ellos al hombre del suelo, totalmente erguido y amenazante en su largo abrigo negro. Tenía el gesto fijado en una expresión de satisfacción y sus ojos fríos y grises parecían sonreír, como viendo un juguete nuevo.

—Observa atentamente, chico.

Dirigió una mirada socarrona y a la vez autoritaria a Levi, y volvió a girarse. Agarró con fuerza la parte superior de la muñeca de Smith que sobresalía de la esposa y aprisionó su dedo meñique entre las garras de los alicates, empezando a presionar al instante. Se escuchó un desagradable sonido de rama partida, solo que más fuerte y escalofriante, y después un grito de dolor que puso a Levi los pelos de punta. Y no es que hubiera oído pocos como ese, pero siempre habían estado acompañados de lucha y su propio cuerpo de adrenalina suficiente para ignorarlos. Nunca antes Kenny había traído a alguien a casa para torturarle, y la situación parecía más íntima y más fría de lo que había sido nunca fuera. Lo único que había visto se había limitado a amenazas, cuchillos y poco más.

Ahora no podía apartar la mirada aunque quisiera, ligeramente horrorizado al darse cuenta por fin de lo que Kenny era capaz. Smith había terminado de gritar y en cambio ahora jadeaba como si le fuera la vida en ello. Iba vestido con unos simples pantalones negros y una camisa blanca y sucia, con pequeñas manchas de sangre alrededor del cuello y del pecho, seguramente provenientes de su labio partido. Parecía una herida de horas atrás, el fino reguero de sangre se había secado en su barbilla y tenía la zona hinchada y roja. No parecía un ladrón, ni un traficante, ni un asesino, ni siquiera un policía. Una vez conocías a muchos era fácil distinguir quiénes lo eran y quiénes no a pesar de las apariencias, y Smith definitivamente no era ninguna de esas cosas. No entendía qué podía querer Kenny de él o por qué siquiera lo había traído la Policía Militar a escondidas. Kenny no era especialmente sádico, aunque podía serlo, pero todo lo que hacía tenía un objetivo detrás. Era un hombre pragmático.

Entonces se dio la vuelta y gesticuló a Levi con sólo el índice. Ven. Levi se acercó sin rechistar, aunque desconfiado, y Kenny puso un cuchillo fino y ligero en su mano, con el filo curvado ligeramente hacia un lado para usarlo de forma horizontal. No era como el que Levi había tenido hasta ahora, demasiado grande y pesado para su mano, demasiado básico para que pudiese servir para algo concreto más que defenderse.

—Demuéstrame que has aprendido algo y es tuyo.

Levi levantó la vista del cuchillo y volvió a mirar a Kenny, confuso y luego inseguro. Entendía lo que se le estaba pidiendo ahí, pero algo le pegaba los pies al suelo y la mano delante de él, paralizada. Nunca había hecho eso antes, nunca había hecho falta siquiera. Había aprendido a dejar a un lado el sentimiento innato de que mancharse las manos de sangre estaba mal y sustituirlo por la necesidad de tenerlas así siempre que hiciera falta. Pero esto... frente a alguien atado y desarmado, algo en sí solo quería dejarlo tranquilo, sabiendo que él mismo no estaba en peligro ni aquel desconocido le había hecho nada.

Pioneros (𝐒𝐍𝐊)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora