15. Reencuentros bajo el cielo

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—¿Qué se supone que tengo que hacer por ti ahora?

—¿Disculpa?

—No me gusta deberle favores a nadie.

Erwin le miró con aires de suficiencia. Si Levi no hubiera estado esposado en aquel momento, le habría golpeado.

—No lo he hecho por ti.

—Ya lo sé, señor obvio —Soltó un suspiro exasperado. Le costaba tragarse el orgullo—. Sé que me estás utilizando, pero me has salvado el culo igualmente.

Ahora el otro cruzó los brazos y se acomodó en el asiento, como si Levi hubiera dicho algo divertido. Desde que entraron al carruaje estaba mucho menos tenso, aunque su postura siempre fuera correcta. En cambio Levi estaba espatarrado en su asiento, cansado de la incomodidad de la celda.

—¿Es una especie de código de honor? ¿Los matones tienen de eso?

—Vete a la mierda, capullo —Levi por poco no gritó por el enfado—. Eres lo suficientemente listo para saber por qué hago lo que hago.

—Hacías —corrigió Erwin.

—Cierra el pico de una vez.

Volvió la vista hacia la ventana, ignorando al rubio. El juicio había acabado (con cierta polémica por su culpa, pero había acabado), y aunque su vida seguía sin estar en sus propias manos se había librado de una ejecución con menos de veinte años por lo bueno que era manejando un cacharro que la policía tenía abandonado. No estaba mal. El viaje en carruaje desde Stohess, en Sina, hasta Shiganshina, en el muro María, era bastante largo y apenas llevaban unas pocas horas en las que su conversación se había limitado a un monólogo de Erwin explicándole cosas básicas que necesitaba saber sobre la Legión de Reconocimiento y sobre su papel allí. Se saltaría todos los años de preparación que los cadetes tenían que completar antes de entrar y estaría bajo su orden directa. No tendría sueldo, por supuesto, pero todas sus necesidades básicas estarían cubiertas, incluida ropa y medicinas. Tampoco tendría ningún día libre excepto por razones de salud, y en un principio no se le permitiría ir a la ciudad ni salir del perímetro que pertenecía a la Legión.

No era libre, pero podría ser peor. Odiaba pensar eso, pero su parte más instintiva, más pragmática, más superviviente, se lo recordaba todo el rato. De un modo u otro se sentía culpable.

Podría ser peor.

Aunque Levi le acababa de exigir al otro silencio, volvió a sentir la necesidad de que hablasen. La conversación le distraía lo suficiente de todos sus demás pensamientos intrusivos, como la pérdida de sus amigos y el agobio que le provocaba precisamente estar en un carruaje. La vista del exterior por la ventana no le entretenía lo suficiente, pues eran pastos y prados por los que no podía caminar. La vista le hacía sentir que las paredes le aprisionaban allí. Respiró hondo. La voz de Erwin interrumpió sus pensamientos otra vez.

—No me imaginaba que aún lo guardaras.

Arqueó una ceja girándose de nuevo hacia él, preguntándose a qué se refería. De repente el collar que llevaba al cuello le pesó como una roca.

—Eso es porque aún no sabía que te habías convertido en un cabrón arrogante —Salió del paso con rapidez. Mantuvo las distancias.

—En cambio, tú no me has decepcionado.

Erwin le miró de forma solemne, como si tuviera que estar orgulloso de algo. Levi se cansó de intentar entenderle y volvió a girarse hacia la ventana. El corazón le pesaba mucho más que el collar ahora.

Pioneros (𝐒𝐍𝐊)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora