16. Entrenamientos, por el bien mayor

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Si la libertad fuera algo que se pudiera tocar con las manos o rozar con los labios, volar entre los árboles agarrando trozos de ella sería lo más cercano a alcanzarla.

El viento chocaba contra sus oídos y frotaba su rostro como finas cuchillas, salvaje y sin ninguna intención de ser domesticado. Levi no tenía ninguna intención de hacerlo suyo de todos modos; no lo necesitaba. Disparando los cables del artefacto que le daba alas, el bosque era su parque de juegos y lo utilizaba a su antojo para ir de un sitio a otro mientras «mataba» titanes de cartón. Le había sorprendido el tamaño de los objetivos y el lugar en el que se debía clavar la espada con precisión, pero poco más había dicho al respecto. Estaba más concentrado en todo lo que sentía de nuevo en medio del cielo, a pesar de llevar ya semanas volviendo a usar el equipo de maniobras de forma legal. Las hojas de los árboles le rozaban la piel, calentadas por el sol de verano pero firmes en cada rama. Era muy distinto al Subsuelo, duro y frío y donde el aire rasgaba los párpados. Los ojos no se le irritaban y no veía límite mientras existieran árboles. Nunca dejaría de ser un animal de oscuridad, o El Cuervo, pero aquel cuervo había salido por fin a la luz del día.

Ahora que había probado ese aire y ese viento, no creía que pudiera volver a conformarse con algo menos nunca más.

Al ver la primera rama gruesa y estable, se detuvo allí y observó el circuito durante unos pocos segundos. Los soldados iban de un lado a otro, la mayoría trabajando en equipo para cortar la nuca hecha de algodón de los titanes de pega. No eran ya nuevos soldados inexpertos, y se notaba. Tras formular su propio circuito, saltó de la rama para llevarlo a cabo y fue abatiendo un titán de cartón tras otro, llevándose algunos gritos de protesta de otros soldados que se disponían a eso mismo antes de que él atravesara de lado a lado la sección de entrenamientos entera del bosque. Un «titán» tras otro, los fue derrumbando a veces sin mover más que un brazo y otras girando en el aire. Normalmente alternaba, probando movimientos nuevos, pero aquel último era el que mejor le funcionaba y el más cómodo. Por lo que oyó las primeras semanas nadie lo había hecho nunca y a la mayoría les parecía una locura aunque su admiración por la técnica fuera palpable. Así se había ganado algo de respeto, pero no sabía explicar cómo lo hacía. Simplemente dejaba que el cuerpo le dijera lo que tenía que hacer donde se encontraba con total libertad para experimentar. Nunca había tenido miedo a caerse; no había nada peor que estar siempre en tierra. No era su sitio. Por eso podía arriesgarse a probar las alturas.

Cuando terminó el recorrido volvió al punto de partida con los soldados que o bien ya habían acabado su turno o lo esperaban. Aterrizar le daba un golpe de realidad que le devolvía el mal humor de un plumazo; volvía a tensarse, se sentía demasiado vulnerable otra vez. Después de probar el cielo, bajar al suelo era una tortura.

Ignorando una enorme parte de miradas de molestia y envidia mezcladas con otras más jóvenes y brillantes de admiración, asintió a las palabras tanto de ánimo como de reprimenda de Mike, que había sido asignado para entrenarles. También era el encargado de que Levi no hiciera ninguna tontería ni hiriera a nadie mientras no estaba esposado.

«No tiene ni idea de cómo funciona esto.»

«Se salta dos años de preparación y viene presumiendo. ¿Qué se ha creído?»

«Algo bueno tenía que tener esa rata de alcantarilla, ¿no?»

«¿Oíste los rumores? Dicen que es un matón del Subsuelo y Smith le convenció para venir.»

«Seguro que se ha colado aquí porque le han pagado para matar a alguien. ¿Por qué si no iba a ser tan bueno? Está entrenado.»

—No les hagas caso, Lev.

—No me llames así, Con.

Cuándo acabarían la morbosa curiosidad y los rumores sobre su reciente pasado, no lo sabía. Se dedicó a recuperar el aliento y limpiar brevemente sus espadas con un pañuelo mientras miraba de reojo a su alrededor, incapaz de no estar tenso a todas horas. No caía bien, eso era un hecho, pero sospechar con quién tendría la próxima pelea era una ligera ventaja que podría usar a su favor. Lucille se puso a inspeccionar los filos de sus espadas también. Los tres habían acabado ya su turno en el circuito.

Pioneros (𝐒𝐍𝐊)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora