18. Oniria y pólvora

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Negro.

No, no negro. Oscuridad. Estaba tumbado. Podía sentir sus dedos moverse, los de los pies y los de las manos. Podía notar su pecho subir y bajar con su propia respiración, cada vez más rápida. No estaba lo suficientemente concentrado como para intentar oler o escuchar nada, porque lo único que notaba era algo que le impedía ver – algo sobre los ojos.

Le habían vendado los ojos.

Se incorporó como un resorte, llevando las manos a la tela para apartarla, cuando escuchó movimiento a su derecha. Alguien le agarró las muñecas y le bajó los brazos, sólo provocando que diera un respingo y se resistiera.

—¡Suéltame! ¡Suéltame! ¿¡Dónde estoy!?

Siguió revolviéndose y buscando escapar como fuera hasta que le empujaron hacia atrás, tumbándole de nuevo, y le agarraron de los brazos esta vez para anclarle a la superficie donde estaba.

—Levi... ¡Levi! Tranquilízate, soy yo. Soy Erwin.

Hasta que no le llegaron esas palabras, no paró. Era Erwin quien le hablaba. Eran las manos de Erwin las que le mantenían inmóvil. Poco a poco fue percibiendo más cosas a su alrededor: la mullida cama sobre la que estaba tumbado, un dolor punzante de cabeza, el picor de sus ojos al haber intentado abrirlos, la respiración del otro encima de él.

—¿Dónde estoy? —consiguió preguntar entre respiraciones aceleradas.

—En la enfermería de la Legión. Volvimos ayer. No sigas gritando, es de noche —Una pausa—. Hey, ¿estás bien?

Erwin aflojó el agarre de sus brazos y en su lugar se los acarició para calmarle. Levi inspiró con lentitud y dejó escapar el aire despacio, regulando su respiración. Sus latidos también se iban ralentizando. Le dio rabia que el gesto del otro no le molestara lo más mínimo, sino que lo agradeciera. No tenía la vista para comprobar que estaba a salvo y en un sitio seguro, pero sí el tacto.

—Sí —Tragó saliva, incorporándose con mucha más lentitud que antes—. ¿Qué me ha pasado?

Erwin dejó de tocarle una vez vio que se había calmado bastante más y se apartó, respetando su espacio.

—Cuando fuiste a por aquel titán, Marlene ya estaba volando hacia él. Os cruzasteis. Justo cuando ella cortó, tú llegaste a la nuca del titán y una cantidad considerable de vapor y sangre te salpicó en los ojos. Por suerte, Mike es rápido y llegó a tiempo para rescatarte.

—Ah —respondió con un revelador hilo de voz.

—No vas a tener ningún daño permanente —Erwin se apresuró a aclarar—. La doctora ha dicho que con suerte en unos días estarás recuperado. Cualquier sustancia de un titán se evapora y desaparece con rapidez.

Levi dejó escapar un suspiro de alivio que no sabía que estaba aguantando, solo por esta vez. Le estaba siendo difícil contener todo lo que sentía y el despertar que había tenido no ayudaba. De un momento a otro, se puso en tensión otra vez.

—¿Qué hay... qué hay de Lucille y Conrad? ¿Dónde están?

Temió el posible silencio que vendría. Lo temió más que a nada.

—Están bien —Otra pausa. El tono de voz de Erwin cambió a uno más frío—. No por ti, pero volvieron sanos y salvos.

A Levi le bastaba con saber eso. Parte de su nudo en el estómago se deshizo, y aunque estaba a punto de pensar que no debía preocuparse o que no eran sus amigos, el tono paulatinamente más cortante del otro soldado le distrajo.

Pioneros (𝐒𝐍𝐊)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora