Capitulo 13

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Sábado, 12 de mayo de 2007.

Salimos del lugar en busca de la cueva que alberga tantos peligros. La noche está tranquila pero en las sombras del bosque nos acechan las fauces de una manada de licántropos a la espera de la orden de su jefe, Seras monta en su yegua mientras yo voy a pie, no estábamos muy lejos de nuestro objetivo pero se podía vaticinar que aquella noche iba a ser épica. Tras un largo rato caminando nos percatamos de una sombra a lo lejos en medio del camino, a cada paso la sombra se hace más grande y un pequeño destello gris se hace visible, nos estaba esperando el licántropo gris con sus ojos envenenados y sus fauces sedientas de sangre. Nos paramos delante de él y me dirijo a él para saber sus intenciones, me mira enfurecido, sus ojos encendidos como las llamas del cielo y balbucea como puede que esa noche yo me reuniré en el infierno junto con su hermano, me eche a reír delante de él y su manada lo que le hizo fue estallar en cólera, me juro que destrozaría hasta el último hueso de mi cuerpo, que me desgarraría cada palmo de carne y que se bebería hasta la última gota de mi sangre, aplaudí su discurso y le propuse solo un trato antes del combate, que dejaran a la chica libre, el licántropo gris acepto pero Seras tozuda como siempre se negó a irse. Me acerque a ella, la mire con mis ojos oscuros e hice aquello que mejor se me daba, manipular a los humanos a mi voluntad, me sentí mal por hacer aquello pero prefería que estuviera lejos de allí cuando aniquilara a mis enemigos, le di un apasionado beso en los labios a Seras y salió corriendo en la espesura del bosque. Dos licántropos la siguieron creyendo que no me percataría de ello pero lo deje pasar, no eran rivales para la guerrera intrépida que conocía y compadezco sus almas que esa misma noche harán un viaje para no volver nunca. Sonreí al estar solos, el lobo gris me miraba con furia esperando un pequeño gesto de miedo por mi parte el cual no tuvo, mientras su manada nos observaba silenciosa pero hostil, los segundos pasaban y la luna ya estaba en su punto más alto, era el momento de empezar la lucha. Decidí no utilizar armas para aquella velada, hacía tiempo que no disfrutaba de un combate cuerpo a cuerpo y me preguntaba si la bestia que recorre mis entrañas estaría hambrienta, rompí el segundo sello de restricción e invoque a la bestia del inframundo Cronwell. El licántropo gris se abalanzó sobre mí, su fuerza era extraordinaria, sus garras trataban de desgarrarme el cuerpo mientras sus fauces buscaban arrancarme la cabeza, uno de sus golpes logro alcanzarme y me lanzo contra uno de los árboles, sonreí de pura alegría y emoción, la sensación de un combate a muerte recorría mi cuerpo, deseaba seguir con aquella lucha y ver hasta dónde podía llegar pero vi que como todo perro su palabra valía menos que su alma, sus esbirros me atacaron y lograron atarme al árbol con cadenas, me deje hacer con el fin de ver sus intenciones. Se acerco a mí riéndose al verme atrapado, empezó a olerme para después clavar sus fauces en mi cuello, mi sangre estaba siendo derramada mientras aquella manada de perros lo celebraban, pobres incautos y desdichados, su vida se agotaba a cada segundo. Seras había logrado alejarse bastante, los dos licántropos que la seguían se acercaron a ella con el fin de devorarla, su carne debía ser deliciosa y su sangre sabría a miel, un bocado exquisito pero peligroso. Ella desenvaino su espada que relucía en aquella oscura noche iluminada por la tenia luna llena que copaba el cielo, los dos licántropos se miraron entre si y atacaron sin pensárselo, pobres desgraciados que encontraron la muerte en aquel mismo instante, Seras no tenía la fuerza de una bestia pero si la velocidad de un demonio, uno de ellos yacía decapitado mientras el otro probaba el frío acero de su espada en lo más profundo de sus entrañas, Seras sonreía mientras la sangre había bañado su cara y se acercaba a la cara del que todavía agonizaba para susurrarle al oído con sus ojos clavados en él, "Mis ojos será lo último que veas antes de perecer", se quedo mirándolo a los ojos viéndole morir lentamente desangrándose, se regodeaba con cada alarido de dolor de su presa hasta que al final sucumbió, limpio su espada y la envaino con una sonrisa perversa. Yo mientras tanto deje un rato que aquellos infelices sintieran la breve sensación de la esperanza de continuar con vida aquella noche, harto de esperar rompí el primer sello de restricción y me transforme en un enjambre de bichos, liberándome de las cadenas. Una maléfica carcajada sonaba en aquel bosque, los licántropos ya podían sentir el miedo que invadía el lugar, aparecí entre ellos sin ningún rasguño, con una sonrisa que pronto me haría estallar en cólera, aquella manada de malditos perros no eran digno de la mas mínima compasión, les haría sentir el infierno durante unos instantes antes de precipitarse al abismo del averno. El licántropo gris me miraba de distinta manera, ahora me veía con los ojos que yo anhelaba, ese miedo reflejado en su mirada que le paralizaba mientras muchos de sus camaradas salían despavoridos del lugar. Rompí el quinto y último sello de restricción, el cielo se oscureció, la luna brillaba roja y empezó a llover sangre del cielo, iba a desatar el Apocalipsis en aquel bosque, mis enemigos morirían en la más angustiosa muerte convirtiendo cada segundo de su vida en un calvario. Miles de estacas atravesaron el lugar empalando a todos mis enemigos sin excepción, atravesando sus cuerpos y desangrándose poco a poco hasta no poder más. El licántropo gris yacía muerto, su cara desencajada de dolor y el brillo de sus ojos inmersos en el miedo, tras aquello yo me desvanecí, aquello me dejo algo debilitado y necesitaba descansar, pronto se haría de día. Seras acudió al dantesco lugar, mirando a su alrededor aterrorizada, que bestia inhumana podía desatar semejante ataque. Me ayudo a levantarme y nos adentramos en el bosque en busca de refugio.

El diario de Lord AlucardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora