Capitulo 17

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Miércoles, 11 de noviembre de 2009.

Lo único que rompía el silencio aquella noche eran mis pasos por las sinuosas y oscuras calles de aquella ciudad. La furia me albergaba y en mi mente un solo pensamiento, exterminio; cada paso era como un aperitivo de lo que iba a saborear aquella noche, una cena exquisita me esperaba en la catedral.

En los alrededores de la catedral encontré asquerosos cadáveres caminando y haciendo guardia por la voluntad de su amo, solo una cucaracha utilizaría los cuerpos de los muertos como escudo, aplasté a cada uno de ellos como si de una plaga se tratara hasta que llegué a las puertas de la catedral, las cuales estallaron con mi furia para dejarme paso al interior donde vi a Seras sobre el altar, desnuda y cubierta por un fino velo, rodeada de velas y de varios encapuchados. Traté de acércame hasta que una voz se dirigió a mí, era el ultimo bastardo de la familia de los Metzger, se ocultaba tras las sombras mientras los ojos impasibles de los encapuchados me miraban, se reía y mofaba de lo fácil que fue provocarme como si de una bestia sin escrúpulos me tratase, recordándome mi pasado como soberano de un pueblo de vampiros ambiciosos.
Saque mi espada para interrumpir su oratoria, me aburría aquella misa y era la hora de la eucaristía, devorar la carne de los herejes y beber la sangre del último Metzger, no para que se me perdonaran mis pecados sino para callar la rabia de mi interior. Grité en alto el nombre de su linaje y le invite a que se mostrara y diera la cara, de entre las columnas descendió una bruma hasta materializarse en él, me observaba con una sonrisa y una mirada burlona, señaló el altar momento en el cual los encapuchados sacaron sus espadas y las alzaron sobre el altar donde se encontraba Seras, Metzger me dijo las condiciones de la lucha, solo podría utilizar mi espada, y no podría transformarme en nada, si desobedecía aquellas normas Seras moriría pero si lograba ganar Seras seria liberada. El maldito bastardo sabía lo que hacía, sabía que los de mi linaje éramos los más poderosos vampiros y que nuestra superioridad hacia que ignorásemos el arte de la espada mientras que el linaje de los Metzger eran hábiles maestros con el acero ya que su sangre era mas débil. Acepte sus condiciones sin opción, empuñó su espada y me encaró, estudiaba todos mis movimientos, cada postura, incluso mi mirada que atravesaba con la suya como si fuera un puñal, intentado desvelar mi estrategia, mientras empuñaba mi espada con fuerza casi estrangulándola como si su cuello estuviera en mis manos. Sabía que la defensa seria mi mejor baza en aquella lucha ya que él esperaba que mi linaje impetuoso atacara primero y pudiera contraatacar sin problemas.

El tiempo pasaba y ninguno dábamos el primer paso hasta que el sonido una de las campanas de la catedral sonó por el viento y los dos nos enfrentamos en aquella noche de silencio y odio.

El diario de Lord AlucardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora