Capitulo 19

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Sábado, 6 de marzo de 2010.

Mis pensamientos se volvieron negros por la ira que corría por mis venas, en mis ojos solo tenía la imagen de Metzger y en lo que quedaba de mi corazón el rostro de Seras pálido como la muerte. Busqué durante toda la noche pero no logré encontrar nada, interrogué a sus esbirros hasta que no quedaba de ellos que sangre y vísceras, pero el día estaba llamando a las puertas de la noche y me vi obligado a retirarme. Resignado encontré un refugio a las afueras de aquella maldita ciudad y traté de descansar ya que estaba exhausto por la lucha y frustrado por la pérdida de Seras.
Las horas de sol pasaron como reloj de arena mientras me recuperaba, pero ni en sueños logré la paz ya que perversas imágenes se mostraron ante mí, Metzger abrazado a una mujer humana que no era Seras, mi padre como juez de un tribunal, la ejecución de aquella mujer y el destierro de Metzger con la marca de los traidores. ¿Aquel rompecabezas que se mostró ante mi era la herencia de los recuerdos de la sangre de mi padre o simplemente las invenciones de una mente perturbada como la mía? Cuando desperté era ya de noche, la balada de los lobos había comenzado y mi búsqueda acababa de comenzar. Me dirigí a la ciudad y visité cada lugar donde un vampiro se podría refugiar, cada taberna donde pude preguntar pero el vacío y el silencio fueron las respuesta que encontré, hasta que en una de las estrechas y angostas callejuelas un niño de no más de diez años vagaba con una carta, no debería llamarme mucho la atención si no fuera porque un niño de esa edad a esas horas nocturnas no encajaban en aquel marco. Me acerqué sigilosamente como una serpiente hacia él, sin que se percatara de mis acechos y siguiéndolo me di cuenta de que apestaba a vampiro, tras un rato llegó a una callejuela de la que bajaban unas escaleras y al fondo, oculta por la más profunda oscuridad se encontraba una puerta robusta de madera a la cual llamó el niño con tres toques seguidos y dos después como si de una contraseña se tratara. Se abrió la puerta y una mano recogió la carta que el niño le ofrecía, tras lo cual cerró y el niño se fue corriendo en dirección contraria.
Me acerqué como una sombra hacia aquella puerta y trate de escuchar los sonidos del interior pero no se notaba nada. Traté de pensar cuál sería la forma más segura de entrar, si llamaba a la puerta seguro que alertaba a los del interior, si esperaba podría ser demasiado tarde, si menospreciaba aquellos hechos e ignoraba aquello tal vez estaría despreciando la única pista de Seras y la última posibilidad era entrar por la fuerza, destrozar la puerta hacerme paso hacia el interior en busca de la verdad, desollando a todo aquel al que me encontrara hasta que alguna lengua cobarde se atreviera a desvelar sus secretos.
Tras meditar mis opciones me decanté por la más directa, entrar como una bestia y hacerme con la carta. Me dirigí hacia aquella puerta, mis pasos eran lentos pero decididos tratando de no hacer demasiado ruido, cuando estuve ante la puerta derribé haciéndola añicos, las astillas volaban por los aires mientras yo invoqué mi sello de restricción y me transformé en la bestia Cronwell, los del interior no salían de su sorpresa y antes de que cayeran los pedazos de la destrozada puerta dos de ellos ya estaban muertos por mi ira, corrí adentrándome en el lugar hasta encontrar al que portaba la carta que nervioso trató de quemarla con la vela que alumbraba aquel lugar pero antes de que la llama pudiera rozar el papel le arranque el brazo, sus gritos de agonía daban una deliciosa melodía a aquella estancia. Recogí la carta del suelo manchada por la sangre de aquel bastardo que trataba de huir pero lo agarré del cuello para que no escapara y para que su lengua pudiera aclarar lo que la carta pudiera contener. Abrí la carta y en un texto legible pude leer: "Reúne a tus hombres mañana para el ritual de resurrección en el castillo de Goirt, no llaméis la atención y moveros por el día, el vampiro sigue buscando y acecha en la noche."; tras leer aquello mi mirada se centro en el pobre desdichado que tenía en mi mano, su sudor frío recorría mi piel y su mirada temblaba de horror ante mi presencia. Lo acerque para susurrarle al oído mi pregunta y su recompensa si me convencía, "¿dónde está el castillo de Goirt? Si me lo dices morirás al instante pero si no habres la boca o si de ella salen falacias ten por seguro que el infierno te parecerá un alivio después de tu agónica muerte en mis manos..."; me miró y de su boca salieron las palabras que necesitaba, el castillo estaba al norte de la ciudad, siguiendo el camino que no utiliza nadie porque lleva a un castillo deshabitado y maldito; tras sus palabras y un breve silencio, su cuello crujió y su alma pasó al tribunal de Minos.




El diario de Lord AlucardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora