Capitulo 33

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Sábado, 5 de marzo de 2011.

De nuevo estaba mi destino en manos de una mujer, aquella maldita vampiresa que había logrado envenenar mi sangre y Seras mi corazón. Después de buscar a aquella maldita humana por casi toda la ciudad, no logré hallar su paradero, pero ahora el éxito de mi objetivo dependía mi propia vida, solo tres días para encontrar el antídoto y estaba a dos días de la ciudad de Pravice donde se encontraba el bastión de la organización Hellsing.

Salí de la ciudad apresurado, no podía perder el tiempo, el reloj corría en mi contra y no estaba acostumbrado a tener prisa, ya que la certeza de tener toda la eternidad para hacer cualquier cosa siempre me tranquilizó. Por un momento pensé, si solo me quedaban tres días de vida en que podría gastarlos y si verdaderamente invertirlos en ello sería lo más adecuado.

Tras meditar mientras salía de aquella apestosa ciudad, mis pensamientos se centraron en destruir a la organización Hellsing, dada mi condición, era mejor acabar esta existencia llevándome conmigo al infierno a aquellos infames humanos y de paso sumir aquella ciudad en las llamas, en el más profundo horror, ver en sus calles correr ríos de sangre, volver a escuchar la dulce sinfonía de los gritos de horror acompañados por lo más bellos lienzos de caras de sufrimiento.
Pasaron los dos días, estaba a las puertas de la ciudad de Pravice, todo parecía en calma, no había centinelas de más, nada parecía alterar el orden, como si mi visita no fuera apreciada. Me encaminé por sus calles, sin siquiera confundirme entre las sombras, ya que estaban desiertas, el único movimiento que había era la llama de los faroles que iluminaban mi paso hacia la fortaleza de Hellsing que se levantaba majestuosa ante la ciudad como si la vigilase día y noche sin descanso, y la niebla procedente del puerto se extendía por toda la ciudad como queriéndola ocultar de la realidad.
Mis pasos me llevaron hasta la entrada que estaba velada por dos guardia bien uniformado y armado, con su mirada impasible y estoica. Cuando me acerqué a ellos me saludaron, abriéndome las verjas que rechinaron en el silencio de la noche y me invitaron a pasar. Aquello era de lo más extraño pero conociendo bien a la líder, no cabía la menor duda que era una trampa y que cada vez me adentraba más en el interior de la boca del lobo, si no tenía la suficiente cautela sus colmillos me desmembrarían.

Tras atravesar los jardines interiores que conducían a la entrada de la fortaleza, las puertas se abrieron ante mí, había un par de jóvenes esperandome, con el uniforme de élite de Hellsing, que era de color negro y los bordes de los cuellos y mangas de un rojo carmesí oscuro, casi del color de la sangre, estaba claro que no era así por su estilo, sino porque en caso de marchase de sangre el negro y el rojo la disimularían y podrían pasar desapercibidos ante cualquier humano. En sus manos portaban uno, una guadaña y el otro un mazo de grandes dimensiones que parecía no pesarle dada su escasa corpulencia.

Interrumpieron mi paso, y me comunicaron que no tenía permiso para seguir adelante, pero que ellos tenían órdenes de aniquilarme sin ningún miramiento. No tenía otra opción, tendría que eliminarnos para abrirme paso hasta Integra y su súbdita, la vampiresa que me envenenó.


El diario de Lord AlucardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora