Capitulo 29

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Lunes, 24 de enero de 2011.

Cuando me adentré en la penumbra de aquella cueva y encontré al final el trono donde se sentaba Agramon, no pude evitar recordar el pasado, cuando me sentaba en un trono y gobernaba a los de mi raza, pero mi visión cambió mi realidad cuando descubrí que no éramos muy diferentes de los humanos, ambas razas sentían ansias de poder, de riqueza, de placer...

Después de aquella reflexión no pude aguantar estar al lado de aquellas criaturas despreciables, renegué de mis lazos de sangre para huir y exiliarme en las sombras del mundo. Pero ya era hora de dejar de ocultar mis instintos, lo que era en realidad; una bestia que se alimenta de sangre, de sangre humana.
En aquel mismo momento deje a un lado mi conciencia, mis ideales en favor del respeto a los humanos, mi única razón de ser, de existir era alimentarme de la sangre de aquellos despreciables humanos, de engañarlos, de seducirlos y sumirlos en el miedo y la oscuridad, de llevarlos de la mano hasta la mismísima muerte.
La mejor forma de renacer era romper las cadenas que la Organización Hellsing me había atado, creyendo que podían domesticarme y utilizarme como si fuera un perro, pero se acercaba el tiempo de ajustar cuentas, de aplicar sus ideales de destruir y aniquilar en sus propias carnes, mientras pensaba aquello me aferraba a mi espada ansiando para que la noche llegara y dirigirme hacia su fortaleza que estaba en una ciudad alejada de aquel lugar.
La noche llegó y la luna resplandecía dejando ver mi nuevo horizonte, pero cuando salí una hoja de papel clavada en un árbol cercano me llamó la atención, me acerqué y la cogí, pronto me di cuenta que era una carta de Seras, estaba impregnada de su olor pero ya no sabía si su recuerdo me provocaba afecto o el desprecio y dudé entre leerla o tirarla al barro pero decidí darle una oportunidad solo por saber que camino no escoger para no encontrarla.
La carta estaba escrita por su mano, la hoja estaba manchada de sangre y la tinta se había corrido en algunos sitios haciendo formas circulares como si de gotas se trataran; en ella se podía leer:
"Te escribo esta carta no para pedir tu perdón sino para explicar lo sucedido. Me vi obligada a trabajar para Agramonpor nuestro trato, le traía vampiros para saciar su sed y a cambio yo reducía mi condena, todo iba bien, yo despreciaba a los vampiros y seducirlos para que murieran me causaba mucho placer, mi única motivación era mandarlos al infierno para que ardieran, pero entonces apareciste tú, maldito vampiro, con tus ideales tan paradójicos, con una misión parecida a la mía pero no dejabas de ser un vampiro.

Al principio quería llevarte junto a Agramonpara que acabara contigo pero poco a poco, al compartir el camino contigo sentí apego por ti, por una vez sentí la seguridad de que alguien me protegiera y me defendiera, he irrefrenablemente me acabé enamorando de ti, sí maldito vampiro, estaba enamorada de ti mientras tú tratabas de ignorar mis sentimientos y pasiones, para ti solo existía una amante, tu espada. Con estos sentimientos cambié mi misión y traté de alejarte de Agramonpero el destino se cruzó en nuestros caminos, terminaste conociendo mi pasado y mi más oscuro secreto.

Tras estas palabras yo habré desaparecido y dudo que quieras buscarme ya que tu odio, te habrá cegado y no verás mas allá de tu propio orgullo, sigue tu camino y si algún día nos encontramos, espero que no me guardes rencor, y que el frío filo de tu amante de metal te consuele en tus noches mientras yo trataré de consolar las mías con la sangre de los desdichados vampiros que se crucen en mi camino. Me despido de ti maldito vampiro mientras mis lágrimas diluyen la tinta de esta carta."

Tras leer la carta la arrugué, la tiré al suelo para pisarla y hundirla en el barro, no era momento de sentimentalismos humanos, era la hora de saldar cuentas con Hellsing.


El diario de Lord AlucardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora