Capitulo 39

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Miércoles, 22 de febrero de 2012.

Avancé por aquel pasillo, mientras intentaba llevar un paso recto y firme, pero las fuerzas a cada momento me fallaban, la llama de mi interior se apagaba, no sería suficiente ni para encender una hoguera como para satisfacer mis deseos de reducir Pravice a cenizas que se iban desvaneciendo, pero en aquel momento no pude evitar empezar a reírme, pensando en que mi descanso eterno no sería tal, en el infierno me estarían esperando todos aquellos desdichados que se cruzaron alguna vez en mi camino; malditos bastardos deseosos de probar la carne de mi cuerpo y si las cosas seguían así y no encontraba el antídoto pronto, esa noche la cena correría de mi cuenta. El pasillo parecía que llegaba a su fin, ignoré todas las puertas por las que pasé ya que no noté ninguna presencia digna de enviarme al averno. Pero ante mí ahora se encontraban una puertas altas, de madera robusta y envejecida que por lo que se veía tenían más siglos que aquel edificio, por alguna razón las trajeron; a su alrededor en el arco que las rodeaba una hilera de palabras, frases o invocaciones escritas en distintos idiomas dada la peculiaridad de las letras de cada frase. Me dediqué solo un momento a intentar saber lo que ponía y encontré el texto en latín que al menos me era conocido, tras traducir las palabras inscritas en aquella dura piedra del arco ponía:" Venid almas desdichadas a la luz, arrodillaros, suplicad y vuestros pecados os serán perdonados"; desde luego no estaba mal el chiste y de solo pensar en un vampiro arrepentido que acabase en los dominios del señor me causaba la mayor de las carcajadas. Empujé las puertas de madera que se abrieron ante mí, entré sin poder contener la risa y al mirar a mí alrededor vi que se trataba de una iglesia. Estaba todo bastante oscuro, la única iluminación que había era las miles de velas que trataban de llevar la luz a la oscuridad. La estancia era bastante amplia, grandes columnas partían desde el suelo hasta la bóveda de aquella iglesia como queriendo alcanzar los cielos, me percaté de que la piedra del interior era muy antigua y estaba bastante desgastada por lo que comprendí que aquella iglesia estaba mucho antes allí que la fortaleza de la organización, con lo cual la fortaleza se construyó partiendo de aquella construcción e integrándola en el complejo, pero no era momento de hacer turismo, tampoco de acercarme a algún confesionario pero delante del altar vi una figura de una persona, bastante corpulenta dado el grosor de su espalda. Me acerqué a ella caminando entre el pasillo de bancos orientados hacia el altar, al llegar escasamente a cinco pasos de él me paré; vi que estaba de rodillas, que estaba vestido con un hábito de monje con su cuerda en la cintura y su capucha recogida que dejaba ver la cabeza sin pelo de aquel personaje que llevaba tatuado en su nuca y cabeza una cruz. Estaba en posición de ruego rezando con un rosario en sus enormes manos ante aquel inmenso altar iluminado por velas que chorreaban la cera fundida y formaba largos mantos hasta el suelo, y en lo más alto la cruz, una inmensa cruz de plata que brillaba gracias a la poca luz que penetraba por uno de los ventanales que dejaba pasar los últimos rayos de la luna llena ya que quedaban pocas horas para el amanecer. No podía esperar más e interrumpí a aquel monje con una pregunta que me sería de utilidad, ¿el camino al infierno es por aquí, hermano?; el monje alzó la cabeza, recogió su rosario, se levantó ayudándose de una especie de bastón de acero macizo dado su aspecto metálico y el sonido al chocar contra la dura piedra del suelo, se giró y se presentó cara a cara hacia mí, en aquel momento me di cuenta de que sus ojos estaban blancos, atrofiados por largas temporadas a la oscuridad con la vaga luz de aquellas velas. Con tono seco y grave me respondió que:"el camino al infierno está en todas partes, solo con carecer de fe tus pasos te guiarán inevitablemente hasta ese lugar". Sonreí y desenvainé mi espada que ahora me pesaba, estaba bastante débil y no tenía ni la posibilidad de invocar ninguno de mis sellos por lo que tendría que confiar de nuevo en la habilidad con mi acero y se la apoyé sobre su ancho y musculoso cuello para insistir en el verdadero objetivo de mi visita, con palabras serenas me presenté: "Perdone mis modales, pero en este momento sabréis de más quién soy y las causas de mi peregrinación hasta este nido de ratas,¿ no hermano?-no pude reprimir la furia de mis entrañas y acabé gritando- ASÍ QUE SI ME HACE EL FAVOR DE INDICARME DONDE SE ENCUENTRA ESA MALDITA ZORRA DE KARINHAQUE EMPONZOÑÓ MI SANGRE LE AGRADECERÍA QUE ME LO DIJESE"; el monje se mostró impasible, alzó su largo bastón plateado y grabado indicándome la puerta que se encontraba aquella maldita vampiresa. Sonreí al saber que iba por buen camino, bajé mi espada pero entonces aquel monje con una velocidad sobrehumana me agarró del pecho por mis ropas, me acercó hacia su rostro y me olisqueó, después me lanzó por los aires hasta los bancos que se rompieron en astillas a mi paso, casi no podía levantarme del suelo, mientras aquel monje empezó a dirigirse paso a paso hacia mí, destrozando con su bastón los bancos que se encontraban a su paso y hablando en tono alto que resonaba en la bóveda de aquella iglesia: "Bienvenido diablo, nos ayudaste a acabar con muchos de los demonios de tu sangre, pero tu naturaleza es superior a ti y has vuelto al camino equivocado, déjame mostrarte el verdadero camino que debes coger, hasta el infierno". Me levanté y empuñé mi espada de nuevo, estaba claro que aquel monje quería guerra y yo no estaba dispuesto a perdérmela.


El diario de Lord AlucardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora