Capítulo 4

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Sábado, 27 de Enero de 2007.

Pasaron largos días hasta que nuestros caminos se cruzaron. Esa noche sacie mí sed de sangré con un pobre caballero que menospreció su vida al ponerla en juego contra la mía. Entre a una taberna y la fortuna o tal vez desgracia hizo encontrarme con ella, la mire detenidamente deleitándome por su belleza, como poseído me dirigí hacía ella, la saludé y me respondió. Pregunté por su caza de aquélla noche, de momento dos presas me respondió ella, le dije que se las dejaba a ella a mí no me interesaba ensuciarme las manos, se río y respondió con su mirada seductora que sus armas no requerían ensuciarse las manos, yo esperaba que las presas al menos fueran inteligentes de no caer en las garras de esta femme fatale, pero ella se compadeció de que su inteligencia era de lo menos y poco precavido, a decir verdad yo tampoco lo fui al haberle enseñado ya cuatro de mis cinco sellos de restricción, le expliqué que era un experto en la magia negra y que fui adiestrado por el que sin duda sería el mejor mago de todos los tiempos, Seras miró a otro lado sin mostrar mayor interés, eso me molestó, la miré fijamente a los ojos como si quisiera matar su orgullo, pero me desafío con su mirada y sonrió sin mostrar ningún tipo de respeto, le pregunté si me tenía miedo y ella me respondió con una sonrisa más amplia, de sus labios salieron firmes palabras por las que me dejaban a entender que no temía de mí ni a ningún vampiro, decía la verdad, no le temblaron las palabras. Me río y como de costumbre recurrí a alguna de mis frases, le dije que si bebes la sangre de su enemigo aprendes a no temerle e incluso si comes su carne adquirirías sus habilidades, Seras respondió que prefería bañarse desnuda en la sangre de sus enemigos, era mucho más placentero y seductor, Seras se recreó en sus palabras como si mí misma sangré se deslizará por su cuerpo, entre cerraba los ojos imaginándoselo mientras yo contenía mis deseos más bajos. Me vino a la cabeza el nombre de una mujer que hacía lo mismo, creía recordar que su nombré era Erzsébet Báthory, apodada la condesa sangrienta de la cual se decía que desollaba a chicas jóvenes para bañarse en su sangre y recuperar su belleza y juventud; se río divertida de contarle aquellas leyendas y me respondió que tal vez serían familia, yo tratando de responder con sus mismas armas la halague diciéndole que no necesitaba bañarse en sangre para lucir bella, Seras se río pícaramente y se extraño de mis palabras.
La note algo inquieta y me disculpé si la molestaba pero me dijo que no, que sólo vigilaba a sus presas pero que yo era mucho más interesante, me entró curiosidad por la identidad de ésas almas pérdidas en un mar de seducción que inevitablemente los conduciría a un acantilado terminando en la hoja de su espada, Seras me respondió que sus nombres eran Boromir y Lord Lothar que había sido antiguo mentor de ella; se mostró curiosa de preguntar por el hombre de aquella noche un joven que me había retado, su nombre era Guilles, me dijo que era un joven inexperto que andaba buscando fama pero que no era consiente de lo que conllevaba retar a otros caballeros, pero no me apetecía matar a un simple humano y menos después de haber bebido la sangré de otro caballero que resultó ser una decepción. Seras se levanta, yo la acompaño, me pregunta que porque la sigo, y le respondo que es más atractivo su peligro que la espada de un joven novato, Seras se ríe y me dice que si la consideró peligrosa, yo le respondo que sí, que sería una imprudencia no tener cuidado, ella se abalanza sobre mí y me da un beso en los labios, le respondo que no me seduzca que no quería un viaje al infierno pasando primero por una noche de placer entre sus brazos, le digo que me odia pero ella aclara no tener motivos para odiarme. Tenía miedo de enamorarme de ella, no podía ser, yo desearía hacerla mía para siempre, pero se que no lo sería, no hay cadenas para contener su pasión, le digo que sólo deseaba ser su compañero y amigo de caza, ella se extaña y me pregunta que porque sólo amigos, le respondo que era un vampiro solitario, Seras sonrió y dijo que también era solitaria y que no se ligaría a nada; que sus anteriores maridos empezaron a odiarla y después se enamoraron de ella, reflexionando de que del amor al odio hay un paso y a la locura otro.
Caminamos por la senda que salía del pueblo sin darnos cuenta que habíamos dejado atrás el poblado, de repente Seras desenvaina su espada y se adentra al bosque, me indica que la espere. Pasó el tiempo y el bosque permanecía silencioso, me adentre en el para saber la suerte que había corrido mí compañera, el bosque permanecía sereno, note el olor de sangré derramada, me encontré los cuerpos sin vida de los licántropos, desollados por la espada de Seras pero sin rastros de ella, sigo caminado y encuentro un rastro de sangré humana, tal vez la de ella, al final la encuentro en un árbol, tendida en el suelo desmayada con tres licántropos a su alrededor discutiendo como repartirse el festín, me alejó con cuidado para que no se percaten de mí presencia, pero era demasiado tarde. Empiezan a seguirme, aceleran el paso y embisten contra mí con las fauces abiertas, yo desaparesco rompiendo el primer sello de restricción y transformandome en un enjambre de bichos y gusanos, uno de ellos sigue detrás de mí mientras que manda a los otros dos por la chica para llevarla a un lugar seguro donde poder devorarla. Me río a carcajadas que resuenan por todo el lugar, el licántropo creía poder conmigo, reaparecí ante él, me propone un trató ya que no les interesa su sangre, pero para mí su vida es más valiosa y no aceptó, sacó mis dos pistolas y lo apunto, les grita a sus esbirros que maten a la chica sin compasión, yo rompo de nuevo el primer sello de restricción y los pierdo en una densa niebla que los atrapa inevitablemente en una muerte segura, pero los dos licántropos están demasiado cerca y se disponen a devorarla, aparezco ante ellos y me arrancan los brazos con sus garras para después devorarme, solo dejando mí cabeza, el otro licántropo aprovecha el festín de sus esbirros y se lleva a Seras a un lugar seguro para devorarla. Los otros dos licántropos se ríen del festín que les había ofrecido pero no sabían lo que les esperaba, el bosque se oscurece aún más, la luna se tiñe de un color rojizo, del bosque empiezan a resonar una risa cada vez más próxima, los licántropos sienten algo en sus entrañas que les hace vomitar, vomitan sangre, pero no es su sangre, mí cuerpo puede transformase en lo que deseé, la sangre derramada se dirige hacía mí cabeza y rompo el tercer sello de restricción volviendo a la vida, me repongo como si mis miembros no hubiesen sido destrozos, manipulados ni devorados, sonrió ante ellos con una cara incrédula de no creer lo que veían, saco mis dos pistolas y disparo a uno de ellos matándolo en el acto, el otro sale huyendo despavorido del cruel desenlace de su desdichada vida, rompo el segundo sello de restricción he invocó a la bestia Cronwell, salgo detrás de él para darle caza y devorarlo sin dejar un triste pedaso de su existencia, lo devoro en un ritual de agonía y dolor que lo llevaría sin lugar a dudas al infierno.
Me percató de la huida del licántropo que esta al mando, se había llevado a Seras, lleno de ira inicio la búsqueda, a lo lejos observo un destello, me acercó y veo su daga, camino varios pasos y oigo un grito ahogado, Seras estaba en peligro, el licántropo había mordido su hombro, corro a toda prisa hasta que los encuentro, el licántropo se da la vuelta y le digo que la deje a ella y se enfrente a mí, Seras con las últimas fuerzas que tiene atraviesa la garganta de la bestia que cae muerta, ella malherida y perdiendo muchísima sangre se desmaya.

El diario de Lord AlucardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora