Capitulo 35

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Sábado, 16 de abril de 2011.

Mia atacaba sin darme tregua con su guadaña, destrozando todo a su paso, sus movimientos eran caóticos, lo que los hacía aún más peligrosos, al no hacer movimientos rítmicos no conseguía ver su siguiente movimiento. Poco a poco la conduje hasta la escalera donde esperaba mi espada ansiosa por ser empuñada, armado de nuevo pude plantarle cara, me limité a defenderme, subimos las escaleras luchando mientas el sonido de nuestras hojas producía un estruendo en aquella gran sala.

La joven sonreía como poseída por la locura de la batalla, en aquel momento solo tendría en mente mi muerte. El sabor a sangre embargó mi boca, el veneno se estaba apoderando de mis entrañas poco a poco, aunque no me impedían acabar con cada uno de aquellos arrogantes y miserables soldados de Hellsing. Mia seguía con su huracán asesino mientras yo rehuía sus movimientos, la batalla era interesante, nunca antes había luchado mientras subía escaleras, era una visión épica digna del mejor libro de aventuras de la época, lo difícil era saber cuál de los dos era el bueno y quien el villano, era la lucha de dos seres de corazón oscuro que por capricho del destino nos batíamos en duelo.

La chica se empezaba a impacientar y mi situación no era la más adecuada para alargar aquella diversión, su guadaña tenía una hoja demasiado grande, en cada movimiento necesitaba una breve pausa para cambiar la dirección, su bastón era largo por lo que tenía que fijarse en que no le estorbase nada a su alrededor, si veía algún obstáculo lo destruía antes de que se interpusiera en su libertad de movimientos, en aquellos momentos destrozaba el pasamanos de madera de la escalera, trozos de astillas y maderas volaban a su alrededor, sus ojos se clavaban en mis movimientos pero aquella lucha se estaba haciendo aburrida y viendo las habilidades de la soldado no daría más de sí, con mi espada logré cortar su bastón que para aligerar peso desafortunadamente era de madera, con solo la mitad donde poder empuñar su arma sus movimientos se limitaron, exhausta puede desarmarla en lo alto de las escaleras, su mirada aún conservaba la furia, pero su rostro entornaba el pánico de saber que su final estaba allí, en el final de una escalera del mundo terrenal, pero ante ella se abriría el comienzo de una escalera hacia lo más profundo del infierno.

La joven arrodillada dejaba caer sus lágrimas sobre el terciopelo rojo de las escaleras, envainé mi espada, por un momento quise perdonar su vida pero mi rabia contenida no lo permitió, cogí la hoja de la guadaña y se la clave en el pecho atravesándola, la fuerza fue tan violenta que acabó clavaba en la pared, justo en el centro del cuadro de Sir. Integra, su cuerpo casi inerte daba pequeños espasmos mientras su sangre recorría la pared y le daba al cuadro un tono más adecuado para la figura que mostraba, del rostro de la joven manaban lágrimas de sangre mientras su último suspiro como última nota de una sinfonía puso fin al primer concierto.

Subí las escaleras de la izquierda, sabía bien a donde conducían, el pasillo largo y bien iluminado se extendía por casi toda la fortaleza, a la derecha estaban las distintas habitaciones y estancias de servicio, a la izquierda una gran galería con cristaleras que dejaban ver el patio y jardín interior, con paso firme recorrí aquel pasillo, pero cuando miré por las cristaleras una figura sentada en el patio interior me llamó la atención. Se trataba de un hombre que estaba dando de comer a un cuervo, su vestimenta era algo peculiar, no vestía con el uniforme oficial de soldado, su ropa era la de un caballero noble, rebosaba elegancia, ropa negra bien planchada, camisa blanca con cuello alto y una corbata roja con un alfiler dorado con el emblema de la organización. Sobre la fuente de piedra donde estaba sentado tenía apoyada su espada, estaba en calma allí, escuchando el agua caer mientras alimentaba a aquel pájaro.

Tenía claro que iba a reducir aquel lugar a cenizas y aquel pequeño jardín me insultaba, su paz y armonía eran contrarias a mis ideales en aquel momento. Abrí una de las puerta de aquella galería y me dirigí hacia aquel hombre que permanecía inmerso en su labor.


El diario de Lord AlucardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora