Capitulo 22

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Sábado, 15 de mayo de 2010.

Misterios y enigmas me acompañaban en aquella noche, sombras de recuerdos pasados que llegaban hasta mis días por culpa de mi propia sangre, ¿acaso debía pagar por los pecados de mi padre? Las preguntas suceden en mi mente mientras observaba a Seras indefensa, sucia y solo cubierta por un velo de seda desgarrada que cubría su cuerpo, manifestaba por su piel que no había comido bien, sus huesos se marcaban levemente pero no por ello perdía el encanto que los dioses le regalaron. Era una mujer que podía tener a sus pies a cualquier hombre pero su orgullo, testarudez y costumbres la hacían destacar, no podría ser una cortesana ya que si la sacabas de las luchas se acabaría volviendo loca, gozaría en compañía de los hombres más bárbaros en una taberna contando sus historias pero moriría enclaustrada en una corte rodeada de cortesanas de pulcros hábitos que solo conocían las batallas por los cuentos.

Después de pensar sobre la naturaleza de aquella criatura me fijé en la marca que había dejado en su mano aquella extraña daga con la que dio fin al desdichado de Metzger. La observé en aquella penumbra y logré deducir que era la marca de un demonio del averno, una marca que no solo marcaría su carne sino también su alma, era la firma de un contrato entre Seras y alguna alimaña sedienta de poder que se mueve buscando a las criaturas que han perdido la esperanza en el mundo y les ofrece aquello que ansían en vida pero que les condenara en la muerte.

En aquel momento, Seras se despertó, tosió y se incorporó, me miró fijamente a los ojos y como en las historias de muchos escritores aquella dama se habría abalanzado sobre mí, dándome las gracias en un mar de lágrimas, pero Seras no estaba sacada de ningún libro, era real, tan real que habría tirado por tierra todo lo anteriormente escrito sobre la delicadeza de las damas. Me apartó y de sus labios salió una afirmación y una pregunta: "Tengo hambre, ¿dónde demonios está la comida en este asqueroso lugar?"; no pude contener la risa, era única, pero no era momento de divertirse sino de explicaciones. Le pregunté por aquella marca, pero hizo oídos sordos, insistí y con su mirada me fulminó, se acercó a mí y me susurró si de verdad deseaba saber lo sucedido, afirmé sin vacilación, entonces ella empezó a contar su agonía, su viaje entre la desesperación y la muerte, el tiempo transcurría a su alrededor sin encontrar ninguna salvación, entonces con sus últimas esperanzas y el deseo de venganza invocó a un demonio para realizar un trato, se presentó ante ella y le ofreció la libertad a cambio de su alma, Seras se negó, su alma valía demasiado y sabía que el mismísimo Rey de los demonios pagaría por ella. Parecía que ella tenía el mando y que era más astuta que el demonio, pero como ser del inframundo sabía de la necesidad en tiempos de desesperación y le propuso darle en bandeja la venganza contra el que le había encadenado en aquel lugar, a cambio de no menos de la mitad de su alma, Seras lo pensó y el demonio le mostró sus cartas, solo tenía aquella posibilidad y aceptó sin condiciones. El demonio la liberó y le entregó la daga de los malditos, sólo con clavar su filo en el corazón causaría la muerte de cualquier ser, aunque fuera inmortal, pero la daga solo podría ser utilizada una vez.

Tras meditar un largo tiempo, Seras aceptó aquel objeto que le daría su ansiada venganza, pero que la llevaría inevitablemente hasta lo más profundo del infierno. La sujetó con sus manos como si de su destino se tratará y se encaminó hasta donde estaba Metzger, cuando llegó me vio hablando con él. pero su ira nubló su mente y hundió la daga en lo más profundo del corazón del vampiro, convirtiéndolo en cenizas y recuerdos de lo que fue. Poco después se desvaneció y no recordaba nada más, solo la marca en su mano y el pacto con el demonio.

Yo escuchaba aquello con odio y pensando como la testarudez de aquella mujer la llevó a la perdición de su alma. Ahora había que pensar cómo romper un pacto con un demonio y la noche prosiguió en el silencio sin intercambiar ninguna palabra ya que las dudas sobre la persona que vi en compañía de Seras en el calabozo se habían desvelado.

El diario de Lord AlucardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora