Capitulo 31

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Sábado, 19 de febrero de 2011.

Pronto la oscuridad se hizo dueña de lo que el sol gobernó durante el día, la noche había llegado y era el momento de seguir adelante. Salí de aquella grieta en la montaña nevada y la crucé; para mi sorpresa al otro lado se encontraba una pequeña ciudad, me dirigí hacia ella solo por curiosidad.
Cuando estuve cerca de la ciudad su hedor me embargó, era el inconfundible olor del vicio.

Entré confundiéndome con las sombras de la ciudad, las calles apestaban a vino, vómito y sangre, caminar por la calzada era como cruzar una cloaca. Sus habitantes eran humanos sumidos en los malos placeres; borrachos, ladrones, asesinos y prostitutas. No era difícil ver el hábito o el vicio con el que malgastaban sus vidas aquellos desgraciados; los borrachos que habían perdido el sentido estaban tirados en la calle mientras dormían o trataban de conservar el aliento, los ladrones saqueaban a los que no se movían en el suelo, los que estaban en pie pero con la botella en la mano caminaban dando tumbos de un lado a otro mientras canturreaban alguna canción, los que todavía no estaban borrachos negociaban con las prostitutas para ver por cuanto les saldría pasar una noche de placer; y por último estaban los asesinos, que caminaban en las sombras porque sus ropas apestaban a sangre y los delataba.

Ante aquel panorama ya pude comprender por qué razón aquella ciudad no tenía ni nombre, ni ley, ni siquiera dignidad, era una ciudad de cucarachas que no merecían la pena pisar porque el brillo de mis botas valía más que sus miserables vidas. Entre aquellas callejuelas no vi a ningún filósofo de los que encumbraban al ser humano, me preguntaban si estuvieran allí y vieran la verdadera naturaleza hedónica del ser humano si volverían a defender sus ideas; tal vez con solo alguno de los profetas de la mala vida que rondaban por allí  y tirarían abajo todos sus estudios e ideales.

Caminé por aquellas calles, pero ni la luz de la luna sacaba el brillo de los adoquines en el suelo, no me atrevía ni a entrar en una taberna. Tras largo rato encontré una que al menos no apestaba tanto como las otras, crucé la puerta que rechinó a mi paso, los candelabros iluminaban tenuemente el lugar y el suelo de madera carcomida, crujía a cada paso. Una chica tras la barra me saludó para después decirme que aquella noche el vino en su taberna había acabado y que por eso estaba vacía, pero yo no buscaba vino. Me acerqué a ella despacio mientras me miraba desconfiada de mis intenciones; puse mi espada sobre la barra y con mi mirada la hice mi esclava aquella noche, no tuve problemas para llevarla a la parte de atrás de la taberna donde estaba la bodega, aquel sitio apestaba a vino reseco y las ratas caminaban por doquier.

Me abalancé sobre ella contra la pared, gimoteaba por la lujuria, sus pechos bailaban nerviosos por su respiración rápida; lamí su cuello despacio mientras ella se aferraba a mi cuerpo y trataba de calmar su fuego. Poco a poco, su sumisión fue completa y pude morder su cuello, su sangre era apetitosa y cálida, sus gemidos de dolor y placer se entrecortaban hasta que su alma se apagó.

Después de deleitarme con aquel aperitivo, sonó el rechinar de la puerta, había entrado alguien, era un hombre que llamaba por Baleshka, por su voz y preocupación debía de tratarse de su amante o esposo; salí de la bodega y sus ojos se posaron sobre mí, recogí mi espada y me acerque a él , saqué una pequeña bolsa con monedas de oro de mi abrigo y acercándome a él le susurré al oído mientras ponía en su mano la bolsa: "Gracias por el vino, estaba delicioso, pero soy un mal educado, he dejado la botella tirada en el suelo."; tras aquello no pude evitar reírme mientras él permanecía inmóvil y yo salía sin problemas por la puerta.

Aquella ciudad prometía; me adentré más entre aquellas callejuelas de mala muerte para descubrir con que podría entretenerme antes de abandonarla, entonces de entre las sombras apareció una figura femenina, vestía todo de negro y sobre sus hombros una capa del color de la sangre, un rojo intenso; y en su espalda dos espadas con el inconfundible emblema de la organización Hellsing grabado en la empuñadura. Nuestras miradas se cruzaron, la noche no podía ser más perfecta.

El diario de Lord AlucardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora