capitulo 25

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Domingo, 5 de septiembre de 2010.

La noche embargaba toda la luz que la luna desprendía, en aquella oscuridad el caballero de Hellsing y yo nos mirábamos fijamente tratando de anticipar el ataque del otro, Seras se apartó del camino y miraba silenciosa la escena, ni siquiera los insectos se atrevían a romper aquel silencio que como un ritual antes de una ceremonia nos brindaban.

Entonces el caballero, clavó su espada en el suelo y empezó a reírse, hizo una reverencia y habló en tono educado disculpándose por su descortesía, no se había presentado, su nombre era Sir Edwin de Hellsing, caballero de la orden y teniente en rango, habiendo servido a la organización desde hacía más de diez años. Para no ser descortés también me presenté pero me interrumpió, diciendo que mi fama me precedía y que era una leyenda en la organización, para él luchar contra mí era un honor pero que mi carrera había terminado, empuñó de nuevo su espada y me retó.

Volvimos a estar frente a frente empuñando nuestras espadas, el tenue viento movía las hojas, una de las hojas pasó por la espada de Sir Edwin cortándola como si fuera mantequilla, aquel filo era maravilloso. De repente empezó la lucha, Sir Edwin arremetió contra mí, yo repelí sus ataques tan rápido como pude, era asombrosa la velocidad que poseía para ser un humano, pero tenía un gran defecto, su ataque consistía en atacar con su espada ininterrumpidamente hasta que su enemigo cediera pero conmigo aquello era inútil, seguí defendiéndome con mi espada esperando el preciso momento en que su espada se rompiera, y como proveí se rompió aprovechando aquel instante para atacarle, pero su rapidez hizo que esquivara mi golpe y solo conseguí hacerle un corte en el brazo.

Edwin se apartó jadeando por la intensa lucha, secó el sudor de su cara y marcó una sonrisa, tiró la empuñadura de su espada rota y sacó un hacha que llevaba escondida en su espalda, era de doble filo como la de un verdugo, en aquel momento dijo que aquella era su verdadera arma, la espada era solo un pequeño entrenamiento para ver mi estrategia, y que en sus años como cazador de vampiros se ganó el sobrenombre de Edwin "el verdugo nocturno", fanfarroneó que había asesinado a más de mil vampiros con aquella hacha y que nuestra sangre la nutría y la hacía más poderosa.
La lucha se puso interesante, una nueva arma pero el mismo enemigo, cambiar a un arma más pesada no hace más poderoso a un hombre, ahora le restará velocidad de movimientos pero eso no parecía importarle ya que me volvió a retar, esta vez preferí atacar yo para no caer en la monotonía ya que aquella lucha empezaba a ser molesta. Esquivó con soltura mis ataques hasta que me desarmó, levantó su hacha para darme el golpe de gracia y rebanarme en dos pero en aquel momento rompí mi primer sello de restricción y me convertí en niebla apareciendo detrás de él. Tenía el hacha clavada en el suelo y estaba totalmente desprotegido, lo agarré con fuerza y le susurré a oído, "intentaré que quede algo de tu cuerpo para que puedan darte sepultura, soldado..."y mordí su cuello, bebí toda la sangre de su cuerpo y poco a poco sus gritos de agonía se fueron apagando, cuando terminé con la última gota lo desmembré en dos quedando su cuerpo tirado a ambos lados del camino. Con aquello esperaba enviarles un mensaje claro a la Organización Hellsing, que no me hicieran perder el tiempo con soldados de bajo rango.
Recogí mi espada y Seras se abalanzó sobre mí, besándome apasionadamente, la sangre la hacía arder en la lujuria pero no era el momento de dar satisfacción a los deseos carnales, debíamos proseguir nuestro camino aunque ella no lo entendía y se enfadó como una niña pequeña, pero así era ella.



El diario de Lord AlucardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora