Capitulo 36

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Sábado, 11 de junio de 2011.

Abrí la puerta de metal de aquella galería acristalada, el jardín estaba al descubierto, bien iluminado, los setos que rodeaban la fuente central estaban bien cortados, haciendo formas que a simple vista daban la sensación de laberinto pero su altura no superaba más allá de mi cintura, dentro de aquel lugar pude ver lo alto de sus paredes que coronadas con tejados puntiagudos e inclinados de teja gris daban la impresión de ser las fauces del mismísimo infierno, sobre las cornisas cientos de ojos negros me observaban, por los graznidos se trababan de miles de cuervos que vigilaban el centro de aquel lugar, estaban todos juntos, unos al lado de otros, mientras algunas plumas negras caían frente a las cristaleras.

Aquel lugar daba la impresión claustrofóbica, rodeado de cientos de soldados negros con un afilado pico y en el centro de todo aquello, su señor que no se diferenciaba mucho de ellos dado sus ropajes. Caminé entre los setos de hojas hasta que estuve frente a él, el cuervo dejó de comer y salió volando, aquel personaje se percató de mi presencia que hasta entonces le pareció indiferente. Sus ojos oscuros se posaron en mí, sin decir nada, solo miraba la profundidad de mi mirada y de repente se levantó con rapidez, se quitó el sombrero dejando caer una fina y negra cabellera que le llegaba hasta la mitad del torso y con una reverencia se presentó, con tono grave pero rápido, sus palabras parecían que querían huir de su boca y terminando la frase con un tono final que alargaba la última vocal.
Su presentación no me sorprendió, su nombre era Barnabás Corbeau, noble caballero de la Orden de Hellsing y fiel servidor de la organización. Aunque presentarme en aquel momento me parecía ridículo ya que él sabría con quien estaba hablando en aquel lugar, pero pensé que así al menos le dejaría un poco más de tiempo vivo y tendría un nombre que esperar en las puertas del averno.
Cuando terminé de presentarme, aquel hombre cogió su espada de la fuente, se aflojó la corbata de su cuello, me observó por un momento y desenvainó su espada que resplandeció con brillo dorado, estaba hecha de lo que parecía oro, pero su hoja no era la de una espada normal, era final y puntiaguda, parecía un alfiler más que una espada, se trataba de un florete, un arma un tanto frágil lo que me hizo suponer que no sería su principal arma. De su boca salieron palabras de desafío, diciendo que si estaba allí era para luchar.
Me quedé observando su arma, su empuñadura plateada que se enredaba en su muñeca protegiendo su puño, su postura de guardia erguida, esperando con valentía la estocada, sin cubrir ninguno de sus costados. Desenvainé mi espada, al hacerle frente y compararlas era evidente que mi arma era claramente superior pero empezaba a notar los efectos del veneno, mis músculos se empezaban a poner rígidos, mis reflejos estaba algo mermados y mi rapidez era casi la de un simple humano.
Barnabás se empezó a reír y con su tono de voz peculiar dijo que suponía que ahora tendría la habilidad de un simple humano, el veneno de Karinhaera tan letal como su arte de la seducción, así al menos aquel combate estaría más igualado ya que él era humano.
Estaba claro, no solo necesitaba acabar con él para avanzar, sino para alimentarme de su sangre y así recuperar algo de poder, de repente un cuervo descendió de los tejados y se posó sobre la punta de mi espada, permanecí sin inmutarme, no quería que aquella distracción perturbase la lucha, cuando salió volando de nuevo el caballero inició el ataque con estocadas rápidas, frontales y buscando mi cabeza y pecho, estaba claro que quería sacarme los ojos y atravesarme el corazón, pero no era algo de extrañar, sin lugar a dudas era el señor de los cuervos.


El diario de Lord AlucardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora