Peek #9

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POV Hangeng

— Sólo... por... hoy — fue lo último que dijo antes de caer rendido al sueño. Me limité a suspirar y besé la parte superior de su cabeza.

— Descansa —le dije antes de cerrar suavemente mis ojos y seguirle hacia el mundo de los sueños.

Esa noche fue definitivamente la mejor de todas las noches en muchísimo tiempo. No soñé ni tuve pesadillas, tan solo un sueño profundo y tranquilo, sobre nubes esponjosas y blancas como la nieve.

Sentí como suavemente una lengua áspera raspaba mi mejilla intentando despertarme, lo consiguió. Lentamente abrí mis ojos que quedaron cegados frente a la luz de sol y vi con aprecio a la bola de pelos -de nombre Xia Lei- que estaba parada a mi lado anunciándome que era hora de levantarme.

Me tomé unos minutos para observar todo a mi alrededor y descubrí con felicidad que lo único que había cambiado de la noche al día era la posición en la que me encontraba con el Intruso. De haber estado arriba mío había pasado a estar acostado a mi lado muy acurrucado en mi pecho: aún con su mano agarrando la mía, respirando muy apaciblemente.

Sonreí y me deshice de todo contacto muy suavemente para luego levantarme de la cama y volver a taparlo, pero entre las sábanas puse a Xia Lei. No quería dejar solo al Enano después de la otra noche. La bola de pelo pareció entenderme, ya que se quedó estático allí.

Miré a mí alrededor y vi el plato que me había traído ayer a la noche Ryeo...el Intruso, desparramado hecho trizas por todo el suelo.

Claro, es que con esa adrenalina corriendo por todas mis venas al verlo ahí tirado, ¿Quién hubiese reparado en un plato roto, siquiera en el sonido que este hizo contra el suelo?

Junté trozo por trozo sin hacer nada de ruido para no despertarlo, luego levanté la bandeja y los palillos del suelo para dirigirme a la cocina. Tire los pedazos rotos a la basura, guardé la bandeja y luego limpie los palillos.

Hasta que reparé en el suelo: había una enorme mancha de sangre junto a un cuchillo. Las ganas de vomitar no tardaron en hacerse presentes y tuve que ir al baño a hacerlo.

Unos cinco minutos después me lave la boca y me sentí un hombre nuevo, quizás aquel vomito había hecho que expulsase todo el jengibre que quedaba dentro de mí. En fin... me dirigí nuevamente a la cocina y como un robot me dediqué a limpiar la mancha y el cuchillo.

Cuchillos...

Estaba loco, es cierto... Pero el intruso lo estaba más. Movido por la desconfianza agarré todos los cuchillos visibles y no visibles de la cocina y los guarde en el cajón de los utensilios bajo llave. Si se le ocurría cortarse otra vez allí no hallaría nada. Claro... pero estaban los vidrios, el trozo de plato roto en la basura...

Anudé la basura y la saqué afuera. No podía hacer nada con los vidrios salvo vigilarlo muy de cerca.

Bueno, al menos ya no había cuchillos rondando en la casa asique me dispuse a hacer el desayuno. Algo bastante simple a decir verdad, no quiero engañar a nadie, nunca aprendí a cocinar y tengo la sana impresión de que nunca lo haré.

Tomé unos cuantos cereales de la alacena y los puse en platos diferentes, eran aproximadamente tres, llenos hasta el borde con leche. O comía los tres o comía los tres no quedaba otra alternativa, le haría engordar como a un pavo antes de la cena de navidad. Para mí solo serví un plato bien colmado mezclando los tres... Simplemente no sabía cuál quería esa mañana.

Me dirigí con una bandeja y con sumo cuidado a mi habitación... nuestra habitación y apoyé la bandeja en mi escritorio, luego me dirigí a su lado dispuesto a despertarlo.

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