Peek #34

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POV Hangeng

Había pasado alrededor de una semana en aquel infierno. Todos los días nos levantábamos a las seis de la mañana para comenzar los ejercicios matutinos de sobrevivencia descontando que intercalábamos con el manejo de armas de fuego y armas blancas.

Los movimientos delicados de las armas blancas realmente me salían a la perfección, siendo bailarín los movimientos precisos eran mi especialidad.
Luego de los ejercicios matutinos venía todo el levantamiento de pesas y la resistencia. No me iba tan mal, pero debo reconocer que podía irme mejor.

En estos momentos eran en los cuales me arrepentía de nunca haberme sacado una foto con Wookie. Lo extrañaba montones, pero sabía que había tomado la mejor decisión, el me esperaría y yo me esforzaría por salir lo antes posible de allí.

— Hangeng —me llamó el Coronel a cargo de mi escuadrón. Me giré para verlo e hizo una seña para que le siguiera. Entramos a su despacho que quedaba bien apartado de todo el lugar. Era algo lúgubre, en sus paredes colgaban diplomas de esto y aquello, tenía una enorme biblioteca llena de libros vaya a saber Dios de qué.

— Vuelves a casa.

~*~
Cada vez estábamos más cerca de mi casa, las ansias me carcomían por dentro al punto de estar mordisqueando mis labios y retorciendo mis manos sobre mi regazo. No lo podía creer, realmente estaba feliz. ¡Volvería para quedarme con él!

Mi mente seguía alucinando sobre sus besos, su dulce aroma y el contacto de las yemas de mis dedos contra su piel tersa. Un escalofrío recorrió mi espalda. Realmente ya no lo podía aguantar más, necesitaba verlo.

Mientras estaba sumido en mis pensamientos no me había dado cuenta que ya habíamos llegado a la mansión. Me bajé casi corriendo. ¡Todavía no me acostumbraba al cabello tan corto!

— ¡Estoy en casa! —grité con todo mi pulmón y mi mamá salió a recibirme.

Nos abrazamos y lloramos.

—Mamá, ¿me dejas? —dije luego de que habíamos pasado un rato abrazados. Ella me soltó y me sonrió secándose las lágrimas.

— ¡Qué asquerosa idea la de tu padre! ¡Sabe Dios qué cosas horribles te habrán hecho hacer! —me observó unos instantes y rio, seguramente había visto mi cabello.

— No te rías así... —me quejé haciendo el mismo puchero que Ryeowook.

Ryeowook.

— ¡Mamá me voy! —le besé la mejilla y salí corriendo del lugar en dirección a la casa de Donghae ¡Por fin lo vería!

Como siempre, no me llevó nada de tiempo llegar hasta su casa, toqué timbre casi desesperadamente.

— ¡Hangeng! —me dijo esbozando una sonrisa media triste, totalmente contrastante con la mía que rebosaba de alegría.

— ¿Dónde está Ryeowook? —le pregunté alegremente mientras me adentraba hacia la casa absorbido en mi mente.

— Él no está.

— ¿Dónde fue? ¿Volverá pronto?

— Hangeng... Se fue del país sin decir a donde —se mordió el labio inferior.

— Si es un chiste, no tiene nada de gracioso —le dije poniéndome serio, mi sonrisa se desvaneció al instante.

— No es un chiste. Solo me dijo que te avisara que se había ido.

Todo a mi alrededor se volvió a caer. ¿Cómo había podido ser tan inocente? Creer que todo por fin estaba saliendo bien era un error y uno de los más graves. Estaba decepcionado de mí mismo y muy dolido, a pesar de que me lo había prometido... se había ido a quien sabe qué lugar y mucho menos... con quien.

— Gracias —le dije.

Volvía a morir. Suspiré sin salir de mi estado de shock ¿por qué se había ido, rompiendo la promesa que había hecho?

Si me amaba como él decía... ¿Por qué se había ido?
Unas ganas casi incontrolables de llorar me llenaron, aun así, estar una semana en el ejército me había endurecido un poco y logré aguantarlas lo mejor que pude.

Atravesé el umbral de la puerta de mi casa totalmente sombrío, no tenía vida alguna en mi cuerpo. Estaba cansado, agotado de que controlasen mi vida, en especial él. Había soportado una infancia separado de mis padres por trabajo, había soportado a mi tía desde que había nacido y había aceptado venir a corea dejando todo lo que yo amaba atrás... Y así me pagaba.

— Hangeng —me llamó el con su sonrisa. Lo miré indiferente.

— Me voy de casa —sentencié serio y su semblante comenzó a parecerse al mío. Nada me detendría ahora— Renuncio a la herencia, a la tuya especialmente. Soy bisexual, ¿sabías? Y una mujer no es lo que está en mi futuro.

Sin más armé la valija y me fui del lugar, no preste atención a las quejas de mi padre. Había vuelto mi vida un infierno y ya no lo aguantaba más.

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