Epílogo

628 54 16
                                    


Dentro de una pequeña oficina muy peculiar, se encontraba un rubio de ojos azules guardando y ordenando algunos documentos, su rostro estaba adornado por una gran sonrisa que demostraba felicidad pura a pesar de estar en su trabajo, el rubio ve a su alrededor con orgullo, ve las obras de arte (o al menos así las llamaba el) que se encontraban colgadas en marcos adornando la pared, los únicos lugares que no estaban cubiertos por estas hermosas obras de artes estaban rayadas a mas no poder por crayolas de diferentes colores, cada espacio de esa oficina le recordaban el motivo por el cual tenia que levantarse todas las mañanas y ser feliz, y es que aquellos cuadros eran más que garabatos y dibujos infantiles, eran el recuerdo de las personitas a las que mas ama.

-- Papá!!-- grita una joven de pelo azul y pequeñas marcas en sus mejillas mientras entra corriendo a la oficina de su padre con un libro en mano y un semblante preocupado en su rostro.

--¿Que pasa mi pequeña?-- pregunta el rubio al ver a su hija, la cual ya no era una pequeña como el la llamaba si no toda una señorita de 15 años, aunque para el siempre seria su pequeña, al ver a su bella hija el rubio no puede evitar recordar al amor de su vida, a la persona con la que compartió su única historia de amor y es que ambas eran tan parecidas, tenían los mismos gustos, incluso su hija también tenia esa extraña obsesión por el color azúl, una pequeña sonrisa se dibuja en el rostro del rubio ante el recuerdo.

--Dime que hay un segundo libró-- responde la joven preocupada mientras le muestra el libro que traía en sus manos a su padre.

el rubio al ver aquel libro no puede evitar sonreír con nostalgia, ese libro se lo regalo a su pequeña en su cumpleaños numero 15 que acababa de ocurrir hace unos días.

-- Tal vez --dice el rubio y se calla un momento para poner algo de suspenso en lo que va a decir.

-- Dime dime dime --exije la joven impaciente y el rubio rie un poco.

No puede evitar pensar en lo mucho que su amada abría querido a su hija y es que ella no tuvo el gusto de conocerla pero aun así son tan parecidas que es como si de verdad fueran madre e hija. Aunque la pequeña no solo se parecía a su amada, también se paresia mucho a el, era muy imperativa como el rubio.

-- paciencia Himawari-- la calma con paciencia el rubio mientras sonríe.

Su nombre es un recuerdo mas de aquella persona a la que amo, le fue fiel a aquella promesa que el le  hizo.

-- Pe pero --se queja la joven Himawari-- llore con el final papá, tienes que dicirme que hay otra parte en la que por arte de magia ella revive -- exclama mientras presiona aquel libro que traía entre sus manos contra su pecho.

El rubio suspira y se levanta de su asiento y rodea  un escritorio que se encontraba frente a el para acercarse a su hija.

-- Antes de hablar de eso, hay algo mas de lo que quiero que hablemos--  dice el rubio poniendo su mano sobre el hombro de su hija.

-- Etto y que es eso de lo que quieres hablar papá?-- pregunta Himawari impaciente por pasar a la platica que a ella la interesa.

El rubio se dispone a hablar pero un gran ruido lo interrumpe, seguido de eso se observa una cabeza de hermoso cabello rubio asomándose por la puerta de la oficina.

-- Dime que ya no te gustaba el florero blanco-- dice el dueño de la cebeza mientras entra a la oficina.

Un joven apuesto de  rubio cabello y ojos azules camina hacia su padre riendo nervioso y rascando la parte de atrás de su cabeza, en su mano trae un balón, la evidencia del crimen apenas cometido.

Mi historia - Por Hinata HyugaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora