CAPITULO 10º: ULTIMO ENCUENTRO:

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Siguió con todo abierto sin importarle si él se enfriaba, "se lo tiene merecido." Pensó con rabia. Miró a su alrededor y la casa le dio asco.

Botellas tiradas por el suelo, suciedad por todas partes y el mal olor que había. De repente un pensamiento se coló en su mente sintiéndose incomoda con la idea:

"Si vivo con él que asco si me deja la casa así a menudo. Este hombre se refugia en el alcohol con demasiada frecuencia. Ya van dos veces que lo pillo así."

No supo porque la incomodaba tanto el pensar vivir con él, se suponía que estaba enamorada y le quería. Después de todo lo que habían compartido ¿a qué venía ahora ese miedo a un compromiso?

Para no pensar mientras esperaba que él se despertara de su borrachera se puso a limpiar todo, de verdad que esa casa necesitaba ventilación y limpieza urgente.

Cuando terminó encendió la chimenea para calentar el hogar, se apiadó y encendió también la estufa del dormitorio. Y le cerró la ventana. Le dio pena cuando le vio la carne de gallina y lo tapó con una sábana. Luego sintiéndose malvada volvió a dejarlo destapado, total pronto se calentaría la habitación.

Tenía mucha hambre así que se puso a preparar el almuerzo, se hizo una ensalada con un tomate y una lechuga que encontró en la nevera. Se hizo también una tortilla de patatas.

Buscó en el congelador y vio un muslo de pollo y un hueso de jamón, entonces decidió hacer un caldo para aprovechar las verduras que empezaban a estropearse.

Se sentó a comer mientras se hacía la sopa. Francisco aún no se despertaba, así que se decidió por darse un largo y relajante baño. Pero antes tenía que buscar su maleta, no tenía pensado quedarse tanto tiempo, pero no quería irse sin despedirse y sin hablar claramente con él.

Subió con dificultad el pesado bulto y buscó dentro lo que necesitaba. Después se adentró en el paraíso del baño. Como él seguía durmiendo a pierna suelta fue hasta el sofá para acurrucarse para dormir. Estaba agotada.

Recordó que no se había tomado la medicación que le mandara el doctor del hospital, entonces fue hasta la cocina se sirvió una taza de caldo y un vaso de agua.

Se acostó y se tapó con una gruesa manta, inmediatamente se quedó dormida. Durmió del tirón hasta las seis de la mañana, avivó el fuego de la chimenea, cogió el cepillo para cepillarse el pelo y puso café a preparar para desayunar.

Como Francisco seguía dormido pensó que lo mejor sería despedirse con una carta, ya no quería esperar más, necesitaba buscar a su padre, cuidarlo y estar con él.

Antes de empezar la carta volvió a llamar a su médico, quedando así tranquila con las noticias. Se vistió con una falda larga negra de tubo, una blusa marrón de cuello alto y sus anticuados zapatos de tacón cuadrado. Con esa vestimenta y esa apretada trenza parecía más una mujer de cincuenta años que una chica de veinte. Pero era así como se sentía.

Buscó por todas partes hasta hallar una libreta y un bolígrafo, se sentó y pensó unos instantes en que poner, luego pensó que sería mejor poner lo que sentía:

"Francisco, he intentado despedirme de ti, pero como estás durmiendo tu borrachera no ha sido posible. ¿Qué puedo decirte? Sé que tal vez estas sean nuestras últimas palabras y me duele tanto tener que decírselas a un miserable papel en blanco. Quería decírtelas a ti mirándote a los ojos. Quizá deba empezar por decirte que te he amado como nunca he amado a nadie. Aunque puede ser normal porque tú eres lo único que he conocido, has sido mi primera vez, mi primer amor. Y quizá el único. Por ti he descendido a los infiernos y he subido al cielo también. Te puede parecer que para mí esto es fácil pero desde que empecé a amarte no he dejado de tener un dolor sordo en el pecho. Un dolor que ahora aumentó, porque sé que quizá no te veré más. No besaré tus labios que son mi esencia. No acariciaré tu cuerpo que ha sido mi fortaleza. Parece que tú te arrepientes de todo lo que sucedió entre nosotros. Yo no me avergüenzo, es más, me siento feliz y orgullosa de haber vivido esta experiencia contigo. Siempre tendrás un lugar especial en mi corazón, siempre habrá algo que nos una, aunque sea un lazo invisible. Te quise, te quiero, te querré. Te amé, te amo, te amaré. Adiós Francisco."

Con lágrimas en los ojos dobló la hoja y la puso encima de la encimera de la cocina, vio el móvil de Francisco y pensó que sería buena idea tener su número. Lo cogió y se marcó a su propio teléfono. Colgó cuando empezó a sonar dentro del bolso. Se dio la vuelta con una sonrisa en el rostro que se congeló cuando lo vio allí de pie mirándola muy serio. Seguía desnudo y ella aguantó las ganas que tenía de abrazarle y besarle.

-¿Qué coño haces tú en mi casa? ¿A qué vienes a joderme más? ¿A hundir más mí nombre en el barro? Si no me echan de la iglesia puedo dar gracias. Todo por dejarme tentar por ti.- Preguntó Francisco enfadado por su presencia.

Adela le abofeteó repetidas veces, dejó salir su dolor, sus lágrimas. Quería que él viera lo dolida que estaba.

-¿Sabes que te digo? ¡Que eres un imbécil y un insensible! ¡Basura! Solo te preocupas por ti. ¿Alguna vez te has preguntado cómo me siento yo referente a todo esto? Fuiste mi primer hombre y si todos son como tú serás el último. ¿Sabes a qué venía? A despedirme, pero si lo sé mando a la mierda todo. Ya estaría ahora rumbo a mi destino.- Gritó ella tragándose los verdaderos motivos por los cuales había acudido a verle. Uno de ellos era darle la oportunidad de huir juntos y poder amarse para siempre.

"Estúpidos pensamientos románticos, putos hombres." Pensó dolida.

Le empujó y con paso digno se alejó de él, iba a coger su bolso cuando él la agarró de la muñeca y así de la nada la besó. Con desesperación, con hambre de ella.

Adela no se pudo resistir, tal vez sería su último recuerdo, su última oportunidad de estar con su primer amor.

Dejó que la desnudara, dejó que amasara sus pechos. Dejó que hiciera con su cuerpo lo que se le antojara. Ella aprovechó para besarle, acariciarle y seducirle.

Hicieron el amor como salvajes él cogiendo lo que ella con tanto ardor le estaba regalando. Francisco no lo sabía pero Adela le estaba entregando su corazón con aquel acto.

Cuando terminaron ella dejó que él la guiara al baño y dejó que lavara su cuerpo. Al final acabaron en la cama teniendo un nuevo encuentro.

Aprovechó cuando él se quedó dormido para vestirse y marcharse. Estaba dolida por la falta de promesas de él. Quizá le vendría bien un tiempo sin ella para reflexionar y tal vez se decidiera a buscarla.

Con una nueva esperanza naciendo en su pecho dejó la carta que había escrito encima de la almohada, cogió sus cosas llamó a un taxi para que la llevara a la estación de tren. Bajó tranquila su pesado bulto por la escalera y esperó que llegaran a buscarla.

Se arropó aún más en su viejo abrigo, empezaba de nuevo a hacer frío. Por suerte no tuvo que esperar mucho. Agradeciendo la ayuda para guardar su maleta en el maletero se sentó en la parte trasera del vehículo.

Pidió que la llevaran a la estación, quería ver si tenía suerte y conseguía rápido un tren que la llevara a Ávila. Rumbo a su destino, rumbo a su nueva vida.

Y tal y como hizo su madre, llevando consigo un gran secreto. Su secreto. Su hilo invisible. 

PECADO TERRENALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora