CAPITULO 12º: ENAMORADA DE SU NUEVA VIDA:

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Fermín después de dejarle los útiles de limpieza desapareció del lugar, ella al principio no le echó de menos, pero cuando ya había hecho la cena y colgado todas las cortinas limpias se empezó a preguntar porque tardaba tanto.

Probó las lentejas para corregirles la sal pero no necesitaban corrección. Miró en la nevera para hacer una lista de compra. Empezó a imaginar el menú del día siguiente.

-¡Adela!- Exclamó Fermín llamándola.

-¡Voy! ¿Dónde está?- Preguntó ella sin saber dónde buscarle.

-En la planta de arriba.- Contestó él en voz alta para hacerse oír.

Se secó las manos en el delantal y con paso cansado subió para ver que necesitaba su nuevo amigo y jefe.

Se sorprendió de verle acompañado de unos hombres con mono de trabajo pero para no parecer curiosa no preguntó.

-Hija mía ¿qué habitación elegiste al final?- Preguntó Fermín.

Adela abrió la puerta que estaba a su derecha, aquel cuarto le había gustado porque era el único que tenía balcón, además de un precioso escritorio antiguo. Estaba segura de que aquel mueble escondería montones de cajones secretos.

Vio como los hombres entraban en su nuevo dormitorio para deshacerse del viejo colchón, colocaron uno nuevo y se marcharon.

-No tenía porque molestarse en comprar un colchón.- Protestó Adela, no se sentía cómoda pensando que él había gastado dinero en ella.

-¿Y permitir que durmieras en un colchón viejo, sucio y polvoriento? De eso nada. Míralo como si fuera un premio por haber dejado esta planta tan limpia como los chorros del oro.- Dijo él restando importancia a su gesto.

-Bueno en ese caso muchas gracias. Gracias por darme la oportunidad de darle vida a este hermoso lugar.-

-De nada, ahora me iré a mi apartamento un par de calles más abajo. Necesito descansar, estoy cansado.- Informó Fermín contento por tener a alguien que amara su vieja posada tanto como él.

-No se irá sin cenar, bajemos.- Ordenó ella bajando la primera.

Como había limpiado la mesa de la cocina decidió que sería más cómodo cenar en aquella estancia. Después de cenar y de elaborar el menú para todo lo que quedaba de semana Fermín se marchó prometiéndole volver temprano con la compra.

Adela cerró bien la puerta cuando él se marchó, se dispuso a dejar recogida la cocina, cuando terminó subió de nuevo.

Comprobó que la lavadora ya había terminado de lavar para tender las viejas colchas. Solo le había cogido dos. Aún le quedaban cuatro por lavar.

Dejó el electrodoméstico lavando para poder tender por la mañana, después se preparó un baño.

Cogió su camisón blanco y una toalla, volvió al aseo para darse una larga ducha. Según iba pasando las manos por su cuerpo se le iba poniendo la carne de gallina al recordar la forma en que Francisco la tocaba.

Deseó con todas sus fuerzas que él se decidiera por ella, rezó deseando que Dios la escuchara aún a pesar de que tal vez no lo mereciera.

Después de su baño volvió a su habitación y se fijó que había unas sábanas blancas encima de la cama. Sonrió y las colocó junto con la manta.

Se acostó, dio las gracias a Dios por esa oportunidad y se durmió enseguida.

Por la mañana se despertó a la misma hora que se levantaba en el convento, las cinco de la mañana. Bostezando se vistió con un cómodo vestido marrón largo hasta la rodilla y de cuello alto. De calzado sus inseparables sandalias.

PECADO TERRENALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora