CAPITULO16º: DESPEDIDA:

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Raúl le apretó un hombro y le dijo que iba a entrar sus cosas. Ella solo pudo asentir. En ese momento parecía que le habían pegado al colchón con pegamento.

El médico agradeció no encontrarse con Santiago, entró primero las cosas del congelador y la comida, después las cosas personales de Adela.

Se reunió con ella en la habitación de Javier y la ayudó a levantarse.

-Tienes que tranquilizarte e intentar llevar las cosas con calma, no te hace bien alterarte.- Aconsejó Raúl.

-Lo sé, pero ha sido difícil encontrármelo así, esperaba que por lo menos abriera los ojos para saludarme. Ya lo sé es tonto, pero es lo que pensaba.- Dijo Adela.

Él le dio un corto abrazo y le sonrió para tranquilizarla, era extraño que con tan poco tiempo de conocerla se sintiera tan unido a ella.

-Son tus sentimientos no son tontos. Vamos tienes que elegir un dormitorio.- Expuso Raúl.

Salieron juntos de la habitación de Javier, no se dieron cuenta de que se volvieron a coger la mano.

Adela miró las cuatro puertas de aquella planta y se decidió por el cuarto que le parecía que estaba más cerca del de su padre. La señaló y abrió para entrar y ojear su interior.

Se quedó maravillada era una amplia habitación con las paredes forradas en madera, suelo también de madera antigua. Muebles de haya oscura, un armario enorme empotrado y su propio aseo.

-¿Te quedas con esta?- Preguntó Raúl.

-Sí, es maravillosa me encanta.- Contestó ella.

Entonces él bajó para subirle las maletas y ayudarla a guardar todo. Convencida abrió las puertas del pequeño balconcillo para airear el cuarto. Se enamoró de las vistas, un lago congelado se divisaba al fondo. Sería un bonito lugar para visitar en verano. Sería digno de ver la nieve descongelando en las montañas.

-Más te vale elegir otro sitio, si quieres te llevo a los cuartos que se alquilan en verano. Pero esta zona de la casa es para nosotros no para desconocidos.- Advirtió Santiago.

-¿Tú no te cansas? Aunque se te retuerza el hígado me quedare cerca de Javier hasta que despierte.- Avisó Adela mirándolo con los ojos entrecerrados.

Los dos chicos se retaron, se midieron dispuestos a pelearse en cualquier momento. Ella se fijó en el precioso color de ojos de Santiago, tan azules como el agua del lago que había visto hacía unos instantes.

Se dio una bofetada mental, se preguntó que demonios le pasaba para fijarse en ese nuevo chaval. Ella nunca se había fijado de esa manera en los hombres de su alrededor.

"Deben ser las hormonas, las tengo aceleradas." Se dijo a sí misma.

-Ella no se mueve de aquí, cuidado como la tratas. Luego puedes arrepentirte.- Advirtió Raúl entrando cargado con las dos maletas y una bolsa deportiva que ella no conoció.

Con delicadeza dejó todo en el suelo para sacar de la habitación a Santiago. Lo empujó hasta que estuvo fuera, luego con chulería cerró la puerta en sus narices. Echó el seguro y se sorprendió de que Adela corriera a refugiarse en sus brazos. Le devolvió el abrazo y le dio un beso en la cabeza.

-Raúl quédate aquí conmigo, no sé si seré capaz de afrontar todo esto.- Pidió ella enterrando la cara en su cuello y sin querer aspiró su aroma, un olor a pino. Sencillamente olía a hombre.

-Tú eres muy fuerte, te vas a merendar a ese Santiago. Te juro que si pudiera me quedaba, pero tengo pacientes que atender. Pacientes que me necesitan. ¿Lo entiendes verdad?- Preguntó él haciendo lo mismo que ella había hecho con él, le encantó su olor a cerezas y a algo dulce que no sabía identificar.

PECADO TERRENALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora