IV

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19.45. En 15 minutos llega David. Me he cambiado de ropa como diez veces. Al final decido ponerme mis pitillos negros de tiro alto, mis converse blancas y una camiseta básica que deja ver el sujetador lencero negro que llevo. Me maquillo un poco. Base, rímel y un poco de brillo en los labios. He usado mi colonia de las ocasiones especiales y tengo todo perfectamente organizado.
Parece que busco algo con él, aunque en realidad sólo quiero que se fije en mi. A ver, diez años no son tantos, ¿no? Si mi madre supiera lo que se me pasa por la cabeza me llevaría de cabeza a un internado de chicas.
Sonrío ante mi ocurrencia y cojo el móvil con la esperanza de que, aún quedando diez minutos me diga que ya está en la puerta.
-Sofía, estoy por tu calle. Ten todo preparado.
-Vale. Ya lo tengo todo. Avisa cuando estés en la puerta.
-Abre.
Me miro por última vez al espejo y salgo a abrirle la puerta.
– Hola Sofía, ¿preparada para tu primera toma de contacto con el francés?
– Eso espero. Vamos para adentro.
Entramos en la sala donde daremos clase. Se sienta y yo me pongo justo enfrente de él. ¿Debería sentarme a su lado?
– Bueno, vamos a empezar con lo básico, y es cómo saludar a una persona que te encuentras por la calle. Imagínate la situación de esta mañana, ¿vale? Tú me ves en el autobús y en vez de hacerte la loca te acercas a saludarme. Me dirías: Bonjour! Comment vas-tu? Y yo te respondería: Bonjour Sofía! Bien, merci, en toi? Y como respuesta dirías: Ça va bien, merci.
La clase pasó más rápido de lo que me habría gustado. La verdad es que David explicaba demasiado bien. No hablamos de nuestras vidas absolutamente nada. Sólo dimos clase. Me intimidaba demasiado. No era capaz de mirarle directamente a los ojos. Creo que los tiene de un color verde grisáceo. Son bonitos.
– Bueno Sofía, nos vemos el miércoles. Haz las tareas que te he puesto. Si tienes cualquier duda me mandas un mensaje y te respondo sin problema.
– Vale, muchas gracias. Hasta el miércoles.
Cerré la puerta y me quedé observándole desde la mirilla de la puerta. Definitivamente tenía un culazo.
Recogí las cosas y vi que se había olvidado un cuaderno que más bien parecía una agenda. La abrí. ¿Qué más da? Nadie se iba a enterar.
Tenía todo perfectamente programado. Apunté el horario de sus clases en un folio, por si podía provocar el encontrarnos y busqué a ver si había algo relacionado con alguna chica. Parezco un poco obsesa, ¿no?
Decido mandarle un mensaje para decirle que se había olvidado la agenda.
-David, te has olvidado un cuaderno. Voy a sacar al perro. Me paso por tu casa y te lo doy? O te pasas. O te la doy el próximo día. Como prefieras.
-Oh vaya, si. Pásate si no te importa. Te mando mi ubicación. Vivo muy cerca.
*Ubicación*.
-Vale, ahora voy. Te pongo un "wa".

Mi profesor de francés.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora