XXI

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-Hola Sofía.

-¿Qué quieres?

Sinceramente, estaba flipando. ¿Qué hacía David en la puerta de mi casa? Y lo más importante, ¿cómo había llegado antes que yo?

- Sofía, yo... lo siento. Soy un capullo. Estoy confuso, ¿vale? Hasta hace un mes pensaba que mi novia era la mujer de mi vida y de pronto llegaste tú con tu forma de ser, tu rebeldía propia de una chica de tu edad y tus ganas de empezar a vivir que me descolocaste, por no mencionar lo jodidamente guapa que eres. Y tengo miedo porque no sé que coño estoy haciendo. Lo siento Sofi, no me eches de tu vida por favor, yo solo quiero aunque sea darte clase y pasar un rato contigo a la semana. Te prometo que ya no habrán más rescates en discotecas, ni besos, ni nada...

Jo-der. Pero este hombre, ¿qué coño se ha metido? Mañana se va a arrepentir de decirme todo esto o probablemente ni se acuerde.

- David, te recuerdo que fuiste tú el que decidió no darme más clases y el que me montó un numerito pensando que yo te estaba siguiendo. Yo en ningún momento te he echado de mi vida, has sido tú el que te piraste. Mejor vete a casa, ¿vale? Mañana si te acuerdas de todo esto llámame y lo hablamos. Si no, haré como que nada de esto ha ocurrido y todo seguirá igual.

David se levantó y con la cabeza gacha tomó el camino hacia su casa.

Yo entré en casa y me fui directa a la cama. Cuando estaba a punto de quedarme dormida mi móvil vibró.

*David: Buenas noches. Mañana te llamo.

Al día siguiente me desperté a las doce de la mañana. Aún no me había llamado. Normal, la resaca que va a tener no se la va a creer ni él.

Me fui a la ducha y después ordené mi habitación. No tenía hambre así que me tumbe en la cama con mi libro y me puse a leer. Siendo sincera, me moría de ganas de que me llamara, pero una parte de mi pensaba que no iba a pasar.

Eran las seis de la tarde cuando mi teléfono empezó a vibrar. Era él. Me incorporé rápidamente y contesté.

-¿Si?

- Hola Sofía, ¿te apetece tomar algo?

- Está bien.

- Pues baja, estoy en la puerta.

Y colgó. Me vestí rápidamente y cogí algo de dinero, el móvil y las llaves.

- Hola.

- Hola Sofía, ¿qué te apetece?

- Me da igual, te dejo elegir.

Nos montamos en su coche y no hablamos nada. Había muchísima tensión en el ambiente y yo, desde luego, no iba a ser quién lo suavizara.

Llegamos a la cafetería donde un día nos encontramos y cada uno pidió lo que quería: yo un chocolate caliente y él un capuccino.

- Bien, respecto a lo de anoche... lo primero de todo lo siento. No debería de haberte esperado en la puerta de tu casa, seguro que te llevaste un buen susto. Y lo segundo... todo lo que dije es verdad. Sofía, me gustas mucho pero lo nuestro no está bien, al menos no de momento. Tú estás empezando a vivir y yo ya he experimentado la mayoría de las cosas. A parte tengo novia y llevo mucho tiempo con ella... Estoy hecho un lío. Solo quiero volver a darte clases. Es lo único que te pido.

Asentí. No tenía ganas de decirle que me gustaba de verdad y que me daba igual todo lo que me estaba diciendo. Así que accedí a que volviera a ser mi profesor de francés.

El resto de la tarde hablamos de cosas sin importancia, y cuando iban a dar las ocho me llevó a casa.

Me prometió que llamaría a mi madre lo antes posible y si todo iba bien, nos veríamos el lunes a las ocho.

Mi profesor de francés.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora