XX

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Pasaron muchos días sin tener noticias de David. Yo empecé con un nuevo profesor de francés. Tenía unos cuarenta años y no explicaba ni de lejos lo bien que lo hacía David.

Cuando salía a pasear a Thor intentaba evitar la calle por la que él vivía para así no encontrármelo y usé su horario que había copiado de su agenda aquella vez para tratar de no coincidir con él.

El viernes las chicas y yo decidimos volver a salir de fiesta, pero esta vez fuimos a una discoteca diferente. Esta vez pensé que no iba a beber tanto, ya que no iba a tener a mi ''héroe'' para que me salvara. Me puse una falda negra y un top de encaje negro que me favorecía demasiado. Pinte mis labios de un rojo vino permanente y me puse un maquillaje sencillo.

En esta ocasión, como la discoteca quedaba cerca de la casa de Ly, decidimos cenar allí y empezar a tomar unas copas antes de entrar.

Nuevamente no tuvimos problemas para entrar, y fuimos directas a la barra. En esta ocasión llevábamos ya varias horas allí y yo no bebí más que la copa que pedí al principio.

Esa noche todas triunfaron, excepto yo, que no buscaba a ningún chico con el que bailar y pasar el rato. Cuando ya decidí que era hora de irme, lo vi. Era él. Con su pelo despeinado, la camisa blanca abierta ligeramente y los pantalones negros ajustados que tan bien le quedaban. Miré a ver si su novia estaba por allí, pero parecía que había salido solo con sus amigos. Reconocí a Miguel, que pareció verme de lejos porque corriendo le susurró algo a David.

En ese momento me di cuenta de que tenía que salir de allí. No me apetecía encontrarme otra vez en esa situación. Pero cuando me di la vuelta vi que David no podía ni mantenerse en pie. ¿Cuánto había bebido? Bah, no es problema mío.

Me despedí rápidamente de las chicas y fui al guardarropa a coger mi abrigo.

- Ey muñeca, ¿qué haces aquí sola?

Mierda. Era Miguel.

-Nada que te importe - me di la vuelta y fui hacia la puerta. Pero Miguel no se dio por vencido.

- Mira muñeca, no sé que le has hecho a mi amigo David pero no para de hablar de ti. ¿Por qué no te acercas a hablar con él?

- Vaya, ¿ahora eres una celestina? Si no te importa, preferiría irme a mi casa. No tengo nada que hablar con él.

-¿Segura? Me parece que no te vas a ninguna parte.

Y me agarró del brazo, me sacó a la calle e hizo una llamada rápida por teléfono. En ese momento apareció David junto con otros amigos, que le ayudaban a mantenerse en pie.

David me miró y sonrió. En ese momento me pareció la sonrisa más sincera que había visto.

- Ey Sof, ¿qué haces aquí? ¿Me estás siguiendo?

- ¿Ya empezamos? Igual el que está siguiendo a alguien eres tú. ¿Cuánto has bebido?

- Mmm poquito.

¿Habéis oído alguna vez eso de que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad? Bueno, pues David estaba mintiendo.

- Ya seguro, bueno yo me voy. Adiós.

Cuando me di la vuelta vi a Miguel detrás mía impidiendo mi paso.

- Creo que una chica como tú no debería andar sola por la calle a estas horas, ¿no crees? ¿Quieres que te lleve?

La verdad es que Miguel no me había caído bien en ningún momento, pero esta situación se estaba pasando de violenta y me estaba empezando a entrar miedo.

- No, he pedido un Uber. Si no te importa agradecería que te quitaras de en medio para que pueda irme a mi casa tranquila.

Y lo esquivé. Por suerte no me siguió, pero esto hizo que estuviera alerta todo el camino que me quedaba hasta llegar a casa, porque no tenía dinero para un Uber y tuve que hacerlo andando sola.

Cuando llegué, vi a alguien sentado en la acera.

- David, ¿qué haces aquí?

Mi profesor de francés.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora