XII

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Entramos en su casa. La tiene perfectamente ordenada.
– Ven, tómate algo.
Vamos a la cocina. Los muebles son blancos y hay una mesa al lado de la ventana.
– Te he preparado algo caliente para que te reconforte el estómago. Si quieres vomitar el baño lo tienes enfrente.
– No voy a vomitar más. De hecho ya no estoy ni borracha.
– Eso crees tú. Voy a prepararte el baño para que te duches. Así te despejas. Te dejaré algo de ropa mía.
Mientras me tomo el té escucho el agua caer. ¿Por qué se ha hecho cargo de mi?
Me quito los tacones para no hacer ruido y subo las escaleras. Sigo bastante mareada pero no quiero que lo note.
– Sofía, te he dejado la bañera llena y algo de ropa. También un cepillo de dientes. Si necesitas cualquier cosa me avisas.
– Vale, gracias. Y lo siento por haberte fastidiado la noche.
– No te preocupes. Te he estado observando toda la noche sin saber que eras tú.
– ¿Por?
– Ibas muy guapa, y bueno, eres guapa. No te esperaba por allí, por lo que no pensé que fueses a ser tú.
– ¿Y tu novia?
– Se ha ido a UK, va a visitar a la familia.
– Ah. ¿Y te fijas en otras estando con ella?
– Mirar es gratis, élève. Anda, báñate. No tengo camas de sobra. Dormiré en el sofá. La cama está ahí.
– Oh no, yo dormiré en el sofá. No quiero causar más molestias.
– Ahora lo discutimos. Te espero en la habitación.
Cerré la puerta del cuarto de baño y me sumergí en el agua. Estaba caliente y se agradecía. No tardé mucho. En quince minutos ya me había salido de la ducha. Me cepillé los dientes para quitarme el sabor a alcohol y me puse la camiseta que me había dejado. Olía demasiado bien.
Me daba vergüenza pasearme en ropa interior y camiseta, pero no podía exigirle más. Doblé mi ropa y salí el baño.
– Wow. – David me acababa de comer con la mirada, que vergüenza. – ¿Estás mejor?
– Sí, muchas gracias.
Él llevaba un pantalón de chándal gris que marcaba su perfecto culo y tenía el torso descubierto. Que bueno está.
Me aproximé a él y me senté a su lado.
– La cama es grande, podemos dormir los dos juntos si quieres. – No sé cómo había sido capaz de decirle eso. Normalmente soy tímida. ¿Será qué aún me hace efecto el alcohol?
– Como quieras Sofía.
– Llámame Sofi, y si. No te preocupes, no pienso violarte.
– Está bien. Bonne nuit Sofi.
– Buenas noches David.
Apagó la luz y me quedé mirándole. Creo que él también me observaba. ¿Le beso? ¡No! Tiene novia.
Mejor cierro los ojos y me duermo. La noche no podría haber acabado mejor.

Mi profesor de francés.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora