Capítulo 19

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-No te entiendo. -«Cosa que ya es habitual», pensó Mica-. ¿Quieres o no quieres cenar?

-Sí, quiero cenar. No, no he cenado antes, y si me das cinco minutos, me cambio de ropa y pongo la mesa. ¿Te parece bien?

-Sí, me parece perfecto, pero que sean dos minutos, el pescado casi está.

En su habitación, Lucas se cambió de ropa, se puso un pantalón de algodón que


utilizaba a veces para ir a correr, y una camiseta, e intentó borrarse de la cabeza la


insinuante imagen del hombro de ella. No pudo. Salió de la habitación y puso la mesa.

-¿Puedo hacer algo más? -preguntó luego.

-No, ya está. Siéntate. Pero luego tú te encargas de recoger los platos y limpias la cocina.

-Claro, si tú cocinas, yo limpio. Como debe ser, ¿no? -dijo él, y le guiñó un ojo.

Mica sirvió la comida y los dos empezaron a cenar. Lucas fue el primero en romper aquel cómodo silencio:

-¿Aún sigues enfadada?

-Nunca he estado enfadada. -Al ver que él levantaba una ceja añadió-: Es sólo que, en estas últimas dos semanas, no hemos coincidido mucho. -Mica había decidido seguir los consejos de Pablo y fingir que ella no lo había echado de menos. Según Pablo, nada ponía más nervioso a un hombre que sentirse ignorado.

-Bueno. -Como no sabía qué más decir, optó por seguir con el pescado.

-Esto era lo que querías, ¿no? -ella bebió un poco de agua y continuó-: Volver a tener tu espacio, recuperar tu vida. Al menos eso me pareció entender, y creo que tenías toda la razón. -No estaba dispuesta a que él creyera que ella no pensaba lo


mismo que él.

Lucas la miró estupefacto. Se había estado comportando como un idiota; la había estado evitando para nada. Entonces se dio cuenta de que había música, y sonrió.

-¿Sinatra?

-Sí, es ideal para cocinar y para bailar. Tiene un ritmo especial, como si te guiara. No sé.

-¿Sabes que eres la única persona que conozco que considera la música de ese


modo? En fin, creo que sólo hay una manera de comprobar tu teoría de Sinatra y, como


no tengo ni idea de cocinar, ¿quieres bailar conmigo?

Lucas se levantó de su silla y le tendió la mano.

-¿Te has vuelto loco? ¿Bailar aquí?

-Sí, claro. Vamos, no seas cobarde. -La miró a los ojos, desafiándola.

-Está bien, pero luego no digas que soy yo la que hace cosas raras.

Se levantó de la silla y aceptó el reto.

Mica estaba de pie frente a Lucas. Él le cogió las manos y las colocó alrededor de su cuello y, con las suyas, le recorrió lentamente la espalda para acabar apoyándose justo en sus caderas.

-Mica, te he echado de menos. Baila conmigo. Por favor. -Lucas sabía que eso le iba a causar problemas, y que era justo lo que no tenía que hacer, pero no pudo evitarlo.

-Yo también te he echado de menos.

Empezaron a bailar suavemente. Micaela apoyó su mejilla en el pecho de Lucas y notó cómo latía su corazón, cómo le temblaba la respiración. Él bajó la cabeza para así poder notar su perfume, el olor de su pelo y, a la vez, besarle el cuello, el hombro que lo había vuelto loco durante la cena. Le acariciaba la espalda, primero por encima de la remera, hasta que el tacto del algodón no fue suficiente, y decidió arriesgarse y tocarla de verdad, por debajo, sentir su piel. Al notar la mano de Lucas por debajo de la camiseta, Mica se apartó sorprendida, pero no tuvo tiempo de decir nada, pues Lucas la besó con todas sus fuerzas, como si la vida le fuera en ello.

Nadie como tú <<adaptada>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora