Capítulo 11

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Hacía ya cinco semanas que había llegado a Londres; cinco semanas desde que trabajaba en The Whiteboard, cinco semanas viviendo con Lucas; cinco semanas increíbles. Al principio, había creído que se le pasaría, que ella y Lucas sólo serían


amigos. Nada más lejos de la realidad.

Durante esas cinco semanas, habían compartido muchas cosas. Cada noche, después de cenar, se quedaban hablando, recordando sus aventuras de cuando eran pequeños, o contándose cosas que ninguno de los dos había contado nunca antes a nadie. Luego, cada mañana, iban a trabajar juntos, y a la hora de salir, si Lucas tenía que quedarse hasta más tarde, la llamaba para que se fuera con Gonzalo o con otro de sus


compañeros. Nunca dejaba que se marchase sola. Los fines de semana eran aún "peor".

Lucas la había llevado al teatro, a cenar con sus amigos, al cine. Le abría las puertas de los taxis, le decía lo guapa que estaba y, de vez en cuando, le daba la mano o le acariciaba la mejilla. Pero nada más. Si seguía así, Micaela iba a volverse completamente loca.

Trabajar en el mismo sitio y compartir piso ya era de por sí difícil de sobrellevar, pero si a eso le sumaba lo encantador que estaba cuando salían por ahí juntos, la cosa rozaba ya la tortura.

Micaela recordaba como especialmente «dolorosa» la noche del pasado sábado,


cuando Lucas la sorprendió con dos entradas para la ópera. Estaba muy cerca de su piso, y era un edificio precioso que justo acababan de restaurar.

Conseguir entradas para cualquiera de los espectáculos que allí se ofrecían no sólo era


muy difícil, sino también carísimo. Cuando le preguntó cómo las había obtenido, Lucas se limitó a responder que eso no era asunto suyo y que lo único que ella tenía que hacer era disfrutar del concierto. Mica no se acordaba de cómo se había vestido ella esa noche, pero nunca olvidaría lo atractivo que estaba él, con su traje oscuro y sus gafas. Lucas era miope y siempre llevaba lentillas, pero esa noche estaba demasiado


cansado como para ponérselas, por lo que optó por llevar las gafas; la alternativa habría sido no ver nada. Durante el concierto, él le susurraba al oído sus comentarios. A Mica se le ponía la piel de gallina cada vez que él se le acercaba.

Lo peor de todo fue cuando, al finalizar la ópera, fueron a tomar una copa con sus amigos. Gonzalo, Camila, su hermana Rocío, Pablo y Belén estaban en un local a unas cuantas cuadras, y de camino hacia allí, Lucas la rodeó con el brazo; según él, para evitar que se cayera con los tacones que llevaba, pero Micaela no se tragó esa excusa. Casi cada día llevaba zapatos de tacón, y él no se preocupaba tanto. Tan


pronto como cruzaron la puerta del local, Lucas la soltó, respiró hondo (cosa que hacía cada vez más a menudo) y fue a charlar con Gonzalo. Mica se acercó a Camila para hacer lo mismo, pero Pablo la interceptó, se sentó a su lado y, con sus bromas y piropos, logró que se sonrojara. Era incorregible; incluso la convenció para que bailara con él un par de canciones. Lástima que al final de la segunda Lucas decidió que había llegado el


momento de regresar a casa y, sin ningún tacto, tiró de ella hacia la salida.

Todas las noches, antes de dormirse, Micaela intentaba cada día averiguar lo que de verdad pretendía Lucas: había veces en que llegaba a la conclusión de que él sólo quería que fueran amigos, ¿por qué si no le habría estado hablando de la guapa periodista que había conocido unos meses atrás en París? Pero


había otras noches en las que estaba convencida de que él también quería algo más, ¿a


qué venían si no esas caricias y esas miradas? ¿O ese instinto de protección que al parecer tenía hacia ella?

Nadie como tú <<adaptada>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora