Capítulo 23

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Por la mañana, Mica se despertó más descansada; esa noche había dormido bien.

Era bueno saber que entre ella y Lucas las cosas iban a dejar de ser tan surrealistas.

Cuando fue a la cocina a prepararse el desayuno vio que él aún no se había levantado, señal de que pensaba cumplir su palabra e iba a dejar de evitarla. Cuando llegó la hora de irse a trabajar, Lucas seguía sin aparecer, y eso no era normal. Él era el espíritu de la puntualidad, así que Micaela pensó que algo iba mal.

Se acercó a su habitación y pegó la oreja a la puerta. Nada.

-¿Lucas?

Nada.

-¿Lucas, estás ahí? -Seguía sin oír nada. Tal vez se había ido. Pero no, no, sus gafas, su ordenador, sus llaves, todo seguía encima de la mesa-. Lucas, voy a entrar. -Abrió la puerta.

La habitación estaba a oscuras y podía oír la respiración entrecortada de Lucas, que aún estaba dormido. Se acercó y encendió la lámpara que había al lado de la cama, lo que provocó las quejas del durmiente.

-¡La luz! -Él levantó el brazo para taparse los ojos.

-Lucas, ¿te encuentras bien? -Le puso la mano en la frente-. ¡Estás ardiendo! -Le tocó también las mejillas y las tenía igual de calientes-. Voy a buscarte una aspirina. -Iba a levantarse, cuando Lucas le tomó la mano.

-Mica, ¿qué haces aquí? Me gustan tanto tus ojos, parecen los de un duende.

-Sí, ya. Estás enfermo y no sabes lo que dices. Voy a buscarte las medicinas, ahora vuelvo.

Cuando Micaela volvió con la aspirina y un vaso de jugo, el enfermo seguía igual.

-Vamos, Lucas, tómate esto. ¿Te ayudo a levantarte?

-No, ya puedo solo. Dame la aspirina, tengo que ducharme, la revista. -No pudo continuar, lo interrumpió un ataque de tos.

-Ni hablar, tú hoy te quedas aquí, estás enfermo. Tienes fiebre. Mírate, estás temblando. No me obligues a atarte a la cama. -Ella se sonrojó con las imágenes que esa frase originó en su mente. Suerte que él estaba ya otra vez acostado y no se dio


cuenta-. Voy a salir a la farmacia a comprar más medicinas y unos jugos. Tienes que beber mucho líquido. Estás ardiendo.

Micaela empezaba a estar muy preocupada.

-¿Mica?

-¿Qué? -Ella seguía tocándole la frente, y lo miró angustiada.

-Los artículos, necesito repasar los artículos, la revista, nos roban los reportajes. -Hablaba entrecortado, entre ataque de tos y estornudos, como si le costara incluso respirar.

-No te preocupes por nada. Dime qué tengo que hacer, pero tú no te muevas de aquí. Dame un minuto, voy a buscar tu portátil.

Salió de la habitación, pensando que tenía que llamar a Gonza y a su madre, ella sabría qué hacer. Tomó el ordenador y volvió a la habitación.

-Ya estoy aquí. ¿Qué hago?

-Abre los archivos de Word. Me duele mucho la cabeza. -Él se tapaba los ojos con el antebrazo.

-Me pide un código secreto. ¿Quieres entrarlo tú?

-No, el código es 13042007.

Micaela tecleó el código sin pensar, pero cuando acabó, se dio cuenta de que era el día en que ella había llegado a Londres. ¡Lucas tenía como código secreto el día en que ella había llegado a Londres! No podía ser, seguro que sólo era una casualidad.

Nadie como tú <<adaptada>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora