Capítulo 52

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A la mañana siguiente, Micaela intentó por todos los medios no pensar en Lucas.

Le resultó casi imposible. A pesar de que él sólo había estado en su piso una media hora, ya le era imposible mirar la entrada sin acordarse de él y del increíble beso que le había dado antes de irse. No sabía qué creer. Ella sabía que Lucas se sentía culpable por haberla acusado de los robos, y también sabía que lamentaba el modo en que la trató ese día en la oficina. Pero ¿eso era amor? Mica tenía miedo de creérselo, que luego él volviera a darse cuenta de que no estaba preparado y desapareciera para siempre. No sería capaz de soportar ese dolor una segunda vez. Lo mejor que podía hacer era concentrarse en buscar trabajo y salir con sus hermanas, tal como tenía planeado.

Lucas se pasó la mañana al teléfono. Primero llamó a Nana para decirle que Mica aún no lo había perdonado, pero que no iba a irse de Barcelona hasta que lo hiciera. Como siempre, su abuela le dio ánimos y le aconsejó que fuera paciente, que lo mejor que podía hacer era decirle a Micaela lo que sentía, y seguro que ella acabaría por darle otra oportunidad. Luego llamó a Sam, a él también le contó lo que había pasado, pero además tuvo que pedirle, por favor, que le diera una semana de vacaciones.

Lucas sabía que la revista estaba pasando por momentos difíciles, así que si Sam le decía que volviera no tendría más remedio que hacerlo. Aunque hubieran solucionado lo del robo de los artículos, aún tenían mucho trabajo por hacer, por suerte, Sam le contestó que lo tenía todo controlado y que podía quedarse allí unos cuantos días. La única condición que le puso fue que, cuando regresara, trajera a Micaela consigo, de lo contrario Silvia, Gonzalo y Camila no volverían a dirigirle la palabra. Lucas le dijo que así lo haría, y cuando colgó deseó que fuera verdad. Finalizadas las llamadas, se preparó para ir a comer con Guillermo y con Pablo, que al final también se había apuntado.

Lucas no tenía demasiadas ganas de quedar, pero supuso que hablando con ellos se tranquilizaría un poco y podría pasar un par de horas sin preguntarse qué estaría haciendo Mica.

Se equivocó. Unas horas más tarde, sentado delante de Guillermo y Pablo, se dio cuenta de que el único tema de conversación que tenían aquellos dos energúmenos que eran sus mejores amigos, era lo mal que se había portado con Micaela. Él lo sabía perfectamente, no hacía falta que se lo recordaran cada dos minutos. Cuando acabaron de comer, Pablo regresó al trabajo y él se quedó a solas con Guillermo un momento.

Éste tenía una reunión en la otra punta de la ciudad, pero antes de despedirse se apiadó de él y le dijo:

-¿Vas a ver hoy a mi hermana?

-No -respondió él tenso-. Me dijo que tiene una cita.

Guillermo sonrió al darse cuenta de que Micaela no le había dicho con quién tenía esa misteriosa cita.

-Ya lo sé. Pero no ha quedado hasta las siete. Ahora son las cinco.

-Gracias. -Lucas tuvo que controlar las ganas que tenía de abrazarlo y salió disparado del restaurante.

Micaela estaba sentada en el sofá, intentando por enésima vez corregir su currículum, cuando sonó el timbre. Aún faltaba un par de horas para ir al cine con sus hermanas, pero quizá una de ellas había decidido pasarse antes por su piso. Tanto Helena como Martina estaban muy preocupadas por ella. A Mica le dio un vuelco el corazón cuando vio a Lucas parado delante de su puerta. Aún no había logrado
levantar de nuevo sus defensas.

-¿Puedo pasar?

-¿Qué quieres? No habíamos quedado hasta el sábado. Hoy es jueves.

-Ya sé qué día es hoy. Quería verte. -Ella seguía bloqueándole la entrada-. ¿Puedo pasar? -repitió.

-De acuerdo. Pero sólo porque no quiero que mi vecina te vea y empiece a chismorrear. -Antes de que él se pusiera demasiado cómodo, añadió-: Y sólo puedes estar aquí un momento.

Lucas aceptó las condiciones y se sentó en el sofá.

-¿Qué estabas haciendo? -preguntó él al ver el ordenador portátil abierto encima de la mesa.

-Repasando mi currículum. Estoy buscando trabajo -respondió Micaela, y bajó la
pantalla de golpe.

-En Londres sigues teniendo trabajo si quieres. Todos te echan de menos. -Lucas aprovechó ese momento para tomar su mano-. No creo que Gonzalo y Camila vuelvan a hablarme si no regresas conmigo.

-No te preocupes. Los llamaré y les diré que te has disculpado y que todo está olvidado.

-Eso no me preocupa. No me importaría que no me hablaran si tú volvieras a estar conmigo. -Le acarició la mano con el pulgar.

-Los llamaré. -Micaela apartó la mano.

-Ayer me olvidé de contarte cómo descubrimos a Julián. -Lucas sabía que recordarle lo del robo de los artículos no iba a ayudarlo demasiado, pero creía que Mica se merecía saber toda la verdad-. Fue gracias a Sam. Antes de irse a Escocia, mandó instalar cámaras de seguridad en todos los despachos.

-¿Y grabaron a Julián hurgando a escondidas en tu ordenador? -Por mucho que Micaela intentara aparentar indiferencia no pudo disimular el interés que sentía por saber qué había pasado.

-No exactamente. ¿Te acuerdas del día que tuviste el accidente?

-Cómo olvidarlo. Aún me duele la mano y tengo una cicatriz en la ceja que me lo recuerda cada vez que me miro en el espejo. -Mica no añadió que también se acordaba de que ese día ella le había dicho que lo quería y él no había respondido.

-¿Todavía te duele? -preguntó Lucas tomandole la mano-. Ya te dije que no debías forzarla, pero para variar no me has hecho caso.

-Bueno, ahora ya no es asunto tuyo -dijo Mica recuperando su mano.

-Siempre será asunto mío. Mira, tal vez logre asumir que no me perdonas, que ya no sientes nada por mí, pero yo nunca, nunca, voy a dejar de quererte, así que para mí tú siempre serás asunto mío. -Vio que a Micaela se le llenaban los ojos de lágrimas y se levantó del sofá-. Tal vez no debería haber venido hoy. Será mejor que me vaya y espere al sábado. Así los dos estaremos más tranquilos.

Estaba ya delante de la puerta cuando Micaela volvió a hablar:

-¿Qué tiene que ver lo del accidente con Julián?

Lucas se detuvo en seco. No le había pedido que se quedara, pero tampoco había dejado que se fuera. Eso debía de significar algo, ¿no?

-Cuando Gonza entró en mi despacho para contarme lo que te había pasado, yo estaba con Julián. Tan pronto como oí tu nombre con la palabra accidente al lado, dejé de pensar y salí corriendo para estar contigo. Tenía que comprobar con mis propios ojos que estabas bien. -Al ver que ella seguía sin entenderlo, continuó-. Antes de que entrara Julián, yo había estado repasando mi artículo, y cuando salí me olvidé de apagar el ordenador. El resto ya puedes imaginártelo.

-Vaya -exclamó Micaela estupefacta-. Jamás me lo habría imaginado.

-Julián y yo tenemos un pasado. Es una historia muy larga que si quieres algún día te contaré entera, pero basta decir que Julián no me tiene demasiado cariño, y creyó que hundir la revista era el modo más eficaz de hacerme daño. Pero se equivocó. Perderte a ti ha sido mucho peor.

-Nunca quisiste tenerme. Pero no hablemos de eso. -Mica se sentó en el sofá e intentó aparentar indiferencia-. ¿Y cómo consiguió que se publicaran en The Scope?

-Sobornó a una de las editoras. Al parecer, habían tenido una aventura años atrás. -Lucas miró el reloj-. ¿A qué hora tienes esa cita? -Él ya lo sabía, pero no quería traicionar a Guillermo.

-Dentro de una hora. Deberías irte, tengo que cambiarme.

-Supongo que eres consciente de que me muero de ganas de preguntarte con quién has quedado, pero no voy a hacerlo. -Vio que Micaela lo miraba sorprendida-. Voy a levantarme del sofá y me iré sin rechistar, pero antes quiero que me prometas una cosa.

-No creo que estés en condiciones de pedirme nada -dijo ella.

-Voy a hacerlo de todos modos. Prométeme que no intentarás enamorarte de él esta noche. Y prométeme que no lo besarás. Por favor.

-No -respondió Micaela...

Nadie como tú <<adaptada>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora