Capítulo 4

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-La verdad es que sí -contestó Mica-. Fue una tontería, pero con dos dedos rotos y el tobillo dislocado tuve que hacer mucho reposo, y eso casi me vuelve loca.

-¿Ya no lees? -preguntó él.

-¿Perdona?

-Te he preguntado si ya no lees. Me acuerdo que de pequeña siempre llevabas un libro entre las manos.

Mica se quedó perpleja y tardó unos segundos en contestar.

-Sí, aún leo. Mucho. -Se sonrojó. ¿Cómo podía ser que se acordara de eso?-. Demasiado, según mi madre.

-¿Demasiado? -Lucas levantó una ceja sin apartar la vista del tráfico.

-Sí, bueno, ya sabes. -Levantó las manos como para justificarse-. Mi madre cree que debería salir más. ¿Falta mucho? -preguntó de repente, no porque tuviera prisa por llegar, sino porque quería cambiar de tema. No iba a contarle que uno de los motivos por los que leía tanto era porque tenía casi todas las noches libres.

-No demasiado. Mi apartamento está muy cerca. Por desgracia, ahora es una zona muy turística, y muy cara, pero a mi abuela y a mí nos gustó mucho y decidí alquilarlo.

-¿Tu abuela sigue viva?

-Claro que sí. Estoy convencido de que Nana ha hecho un pacto con el diablo y que nos enterrará a todos. -Tomó la siguiente salida y entró en la ciudad-. ¿Conoces a Nana?

-No, pero me acuerdo de que cuando éramos pequeños solías hablar de ella, y como mis abuelos ya han muerto creí que... ya sabes.

-Siento lo de tus abuelos. Guillermo siempre me ha mantenido al tanto de las cosas que sucedían en su familia. A él le afectó mucho la muerte de tu abuelo.

-Sí, tenían una relación muy especial. -Mica fijó la vista en el paisaje. Siempre se emocionaba al hablar de sus abuelos.

Lucas se dio cuenta y decidió tratar de animarla.

-Nana vive en Bath. ¿Te gustaría conocerla? -Al ver que ella asentía, añadió-. Si quieres podríamos ir a verla este fin de semana, o el próximo. Seguro que ella estará encantada de conocerte.

-Por mí estupendo, pero no quiero causarte ninguna molestia. Seguro que tú ya tienes planes para el fin de semana, y yo puedo arreglármelas sola.

-No digas tonterías. -Lucas pensó en que había quedado con Bruno y sus amigos para cenar, pero sabía que a ellos no les importaría que no fuera-. Si mañana no estás cansada, la llamo y vamos. ¿De acuerdo?

Lucas le toco el brazo con la mano para que ella se volviese hacia él.

-De acuerdo -respondió Mica.

-Además, también hay un montón de gente impaciente por conocerte. Todos mis amigos sienten curiosidad por ver a la "hermanita" de Guillermo.

-¿Ah, sí?

-Sí, digamos que tu hermano ha causado sensación en cada una de sus visitas. Pero me temo que no puedo contártelo. Ya sabes, no quiero perder ningún brazo. -Le guiñó un ojo.

Micaela se rió y Lucas se alegró de que ya no estuviera tan pensativa.

-Sí, tienes razón. Guillermo es un poco... quisquilloso con sus cosas.

-¿Quisquilloso? Yo lo definiría de otro modo, pero como es tu hermano...

-¿Y tú?

-¿Yo qué? -Lucas entró en la calle donde estaba el garaje.

-¿Eres tan reservado como Guillermo?

-Peor -respondió sin pensar.

-¿Peor? -Mica se quedó perpleja-. Me acuerdo que de pequeño eras incapaz de guardar un secreto y que nunca te importaba hablar de tus ligues. -Por mucho que eso le doliera a ella.

-Ya, bueno. Ha pasado mucho tiempo y... -Se quedó en silencio un momento-. He cambiado. El Lucas que tú recuerdas ya no existe.

¿A qué venía esa frase?, pensó Micaela.

-¿No existe?

-No.

Lucas estaciono el coche y paró el motor. Mica puso una mano encima de la de él, que aún mantenía sobre el cambio de marchas. Fue como si esa caricia le recordara queno estaba solo. Sacudió la cabeza y, cuando la miró, toda su seriedad había
desaparecido.

-No me hagas caso. Estoy cansado. -Abrió la puerta-. ¿Vamos? Mi casa está a dos minutos de aquí. Si te apetece, de camino podemos comprar algo para cenar. Me temo que no he tenido tiempo de llenar la nevera antes de tu llegada.

Mica salió también del coche y cogió el bolso que había dejado en la parte de atrás. Él ya había sacado la maleta y se disponía a arrastrarla.

-No pasa nada. Si quieres, el lunes yo puedo ir a hacer las compras. Como no me vas a dejar pagar ningún alquiler, así podría compensarte.

-No hace falta.

Iban caminando por una calle adoquinada, acompañados por el ruido de las ruedas de la maleta.

-Ya sé que no hace falta. Pero me encanta cocinar, y me sentiré mucho mejor si puedo ayudar en algo.

-De acuerdo. Pero que conste que no hace falta. -Lucas se detuvo delante de una puerta de color naranja y empezó a buscar la llave por todos sus bolsillos-. ¿En serio te gusta cocinar?

Micaela estaba embobada mirando aquella fachada tan colorida y aquella puerta tan
chillona.

-Sí. ¿Ésta es tu casa? -Señaló con el dedo-. ¿Naranja?

-A mí no me mires. Ya estaba así cuando la alquilé. Cuando te acostumbras no está tan mal. Los repartidores la encuentran con facilidad. -Ladeó un poco el labio superior para sonreír.

-No, si me gusta, me gusta mucho. Es sólo que me extraña que a ti te guste. Pareces tan serio; de pequeño creo recordar que eras "naranja", pero ahora
definitivamente no, aunque no sé qué color eres... verde quizá. Siempre me ha gustado
relacionar a las personas con colores. -Mica empezó a sonrojarse al acabar la frase.

-¿Verde? ¿Se puede saber por qué ya no soy naranja? -Lucas encontró la llave y satisfecho con ese pequeño triunfo, la sacó del bolsillo y abrió la puerta-. Dejo la maleta y mientras tú te instalas iré a comprar unos bocadillos aquí al lado. ¿Te parece bien?

-Perfecto. -Micaela lo miró a los ojos y sintió un gran alivio al no tener que contestar a su pregunta sobre los colores-. ¿Seguro que no tienes ningún plan para esta noche? Yo puedo quedarme aquí sola. La verdad es que estoy tan cansada que me dormiré en seguida.

-Seguro. Vamos, no te preocupes. -Casi sin ser consciente de lo que hacía le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja-. Además, quiero que me cuentes toda esa teoría tuya de los colores.

El alivio había durado muy poco.

Lucas le enseñó la habitación que iba a ocupar durante los seis meses. Era una habitación pequeña que seguro que él había estado utilizando como trastero, pero la cama era preciosa, y las sábanas combinaban con las cortinas que cubrían una ventana que daba a un pequeño jardín interior.

Mica lo miró sorprendida.

-Lo escogió Silvia -dijo Lucas contestando a la muda pregunta que ella le había formulado con los ojos-. La mujer de Sam, el director de la revista.

-Dale las gracias de mi parte y dile que tiene muy buen gusto. -Mica se sentó en la cama. Era muy cómoda.

-Se lo podrás decir tú misma. Ellos también están impacientes por conocerte. - Lucas se pasó las manos por el pelo-. Voy a salir a comprar, ¿te apetece algo en particular?

-Lo mismo que tú estará bien. -Micaela hizo el gesto de coger su bolso pero la mano de Lucas se cerró encima de la de ella.

-Espero que fueras a coger el móvil, porque si ibas a darme dinero tendré que adoptar medidas drásticas.

Volvió a guiñarle el ojo mientras con el pulgar le acariciaba el interior de la muñeca.

-¿Cómo de drásticas? -No podía creer que acabara de decir eso. ¿Cuándo había aprendido a coquetear?

Lucas la soltó y se apartó de ella.

-No lo sé, pero seguro que se me ocurriría algo.

Nadie como tú <<adaptada>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora