La vivienda de fin de semana de la familia Abbot era preciosa. Se trataba de una granja antigua. Estaba en medio de una enorme pradera verde, y en una esquina se veían unas vacas y unas ovejas acompañadas por dos grandes perros. Aparcaron el coche, y en el mismo instante en que Lucas detuvo el motor, por la puerta salieron corriendo dos niñas de unos siete y nueve años.
-¡Lucaaaas! -gritó la más pequeña al mismo tiempo que se le colgaba del cuello-. Hacía mucho que no venías.
-Tu padre es muy malo y me tiene todo el día trabajando -contestó Lucas sonriendo y besando a la pequeña en las mejillas.
-Tú sabes que eso no es verdad -dijo Silvia descolgando a Natalie del cuello de Lucas para poder darle ella también dos besos-. Me alegro de verte. -Le peinó cariñosamente el pelo-. ¿Vas a presentarme a Micaela?
-Mamá -dijo Alicia, la mayor de las hijas de Sam-, no entiendo lo que decía papá de la cara de idiota de Lucas. Yo lo veo igual que siempre.
Lucas se sonrojó, y para intentar ocultar un poco la vergüenza que sentía, se agachó delante de Alicia.
-¿No vas a darme un beso? -le preguntó a la mayor.
-Claro. -La niña lo besó cariñosamente-. ¿Te vas a quedar a dormir?
-Si a tu madre le parece bien. -La despeinó un poco.
-A su madre le parece bien -contestó Silvia.
-¿Podremos jugar a los piratas? -preguntó Alicia, ansiosa.
-Por supuesto.
La niña, satisfecha con la respuesta, tomó a su hermana pequeña del brazo y echó a correr hacia el cobertizo que hacía las veces de barco pirata. Micaela había observado toda la escena fascinada. Le encantaba ver esa faceta dulce y cariñosa de Lucas, le daba esperanzas. Si era capaz de ser tan dulce con unas niñas pequeñas, tal vez lograría que confiara en el amor.
-Micaela -Lucas le acarició el brazo-, me gustaría presentarte a Silvia, la mujer más valiente del mundo, la esposa de Sam.
-Lucas, no digas tonterías -lo riñó cariñosa-. Estoy encantada de conocerte, Mica.
-Lo mismo digo. Tienes unas hijas maravillosas.
-No te dejes engañar, son malísimas -dijo sonriendo-, aunque creo que gran parte de culpa la tiene Lucas. Cuando eran más pequeñas, él solía pasar mucho tiempo aquí. -Silvia se calló y recordó cómo se había quedado después de la muerte de su padre, y cómo Sam lo había obligado a vivir con ellos durante un tiempo. Se pasaba los días casi sin hablar, y las noches al lado de la cuna de Alicia, como si viéndola dormir pudiera combatir la pena que lo abrumaba-. En fin, podrás verlo por ti misma esta noche, cuando los piratas nos ataquen. -Ante la mirada perpleja de ambos añadió-. Vamos, voy a enseñarte su cuarto.
-¿Nuestro cuarto? -preguntó Lucas tropezando con la bolsa que había sacado del maletero. Micaela no sabía dónde mirar.
-Lucas Velasco, ¿vas a insultar mi inteligencia diciendo que quieres cuartos separados? -dijo Silvia desafiante.
Lucas no contestó, pero Micaela sí lo hizo.
-No creo que Lu sea capaz de articular una palabra, pero yo sí. Tienes razón, Silvia, una habitación es todo lo que necesitamos. Bueno, no todo, pero basta para empezar.
-¿Lu? -repitió Silvia, curiosa-. Me gusta, y también me gustas tú, Mica. Ya era hora de que Lucas recordara que tiene corazón. Es por aquí.Lucas continuó mudo, pero cogió la bolsa y siguió a Silvia hacia el interior de la granja.
-Esta habitación es la que solía ocupar Lucas cuando pasaba largas temporadas con nosotros. El año pasado decidí redecorarla, espero que esten cómodos. Pueden utilizar el baño del pasillo.
-Es perfecta, Silvia, gracias -contestó Mica mirando las vistas desde la ventana-. Me encanta este lugar.
La mujer sonrió.
-Los dejo para que se instalen -dijo. A continuación abrazó a Lucas y le susurró de modo que Micaela no pudiera oírlo-: Cuando recuperes la voz, me gustaría que me contaras cómo has logrado que una chica así se enamorara de ti.
-No tengo ni idea -respondió él devolviéndole el abrazo.
-Los espero en la cocina -se despidió Silvia al salir de la habitación-. Supongo que Sam ya habrá regresado de correr, y que las niñas estarán ansiosas por jugar contigo.
Micaela y Lucas se quedaron solos. Ella seguía mirando por la ventana, le fascinaba el paisaje, parecía una escena. Lucas abrió la bolsa y empezó a guardar la ropa en los cajones de la cómoda, como si fuese algo que hubiera hecho miles de veces.
-Es precioso -musitó Micaela.
Él seguía ordenando la ropa.
-¿Estuviste mucho tiempo aquí?
-Bastante -respondió él sin dejar de hacer lo que hacía.
-¿Cuándo? -Mica insistió sin darse la vuelta, deseando con todas sus fuerzas que Lucas confiara en ella.
Él dejó de moverse por la habitación, se sentó en la cama y se pasó nervioso las manos por el pelo.
-Cuando murió mi padre. -Tomó aliento-. Creí que me iba a volver loco. De no haber sido por Sam y Silvia, no sé si Nana hubiera podido consolarme. ¿Sabes qué fue lo peor de todo?
Ella se dio la vuelta y se sentó a su lado en la cama.
-¿Qué? -Ella entrelazó sus dedos con los de él.
Lucas cerró los ojos y bajó la cabeza.
-Saber que yo no había sido suficiente.
Micaela no dijo nada y esperó a que él decidiera o no continuar.
-Cuando mi madre se fue, mi padre empezó a beber. El cáncer fue únicamente el último golpe. Durante años, él se había encargado de acabar por sí solo con su hígado y con parte de sus pulmones. -Respiró hondo-. Nunca logré convencerle de que dejara de beber. -Cerró los ojos-. Igual que nunca logré convencer a mi «queridísima» madre de que aceptara verlo. -Levantó la cabeza-. No sé por qué te estoy contando esto. Al
parecer, tengo tendencia a decirte cosas que nunca le he dicho a nadie antes. -Le soltó
la mano y se puso de pie.-Yo tampoco lo sé, pero me gusta que sea así -replicó Mica acercándose a él. No tenía intención de permitir que se arrepintiera de haber compartido esos sentimientos con ella, así que le acarició suavemente la mejilla-. ¿Vamos a buscar a Silvia y a las niñas? Estoy impaciente por ver qué es eso de jugar a los piratas.
Micaela iba a abrir la puerta de la habitación cuando Lucas le puso una mano en el hombro y la obligó a darse media vuelta. Unos escasos centímetros los separaban y él buscó sus labios con suavidad. Fue un beso dulce, lento. Mientras, con las manos le acariciaba la cara, como si quisiera grabarse en el tacto de sus dedos la forma de sus facciones. Lucas no sabía muy bien qué le estaba pasando, pero sí sabía que necesitaba recordar su sabor, recordar que aún era capaz de sentir y, al parecer, sólo Micaela hacía posible ese milagro. Ella le acariciaba la espalda, parecía entender lo que estaba pasando, y con sus labios y su cariño quería que él se sintiera tranquilo, feliz. Los dos se abrazaron con fuerza, sus lenguas no dejaban de acariciarse, sus corazones latían acelerados al unísono; Lucas deslizó una mano por debajo del jersey de ella para sentir su piel. Entonces, poco a poco, fue bajando la intensidad del beso y, con los ojos aún cerrados, apoyó su frente contra la de Micaela. Se apartó unos centímetros de ella y le colocó detrás de la oreja un mechón de pelo.
-Vamos, te enseñaré a jugar a los piratas.
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Nadie como tú <<adaptada>>
FanficAdaptación de "Nadie como tú" de Anna Casanovas. Micaela, se ve forzada a redirigir su carrera profesional. Micaela se traslada a Londres. Su hermano Guillermo ha intercedido para que Lucas, su mejor amigo de la infancia y amor platónico de Mica, le...