Capítulo 27

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-Recuerdo que me dijiste que estabas a punto de firmar el contrato de alquiler. ¿Llegaste a hacerlo? -Lucas hablaba sin apenas mirarla. Estaba nervioso.

-No. Estabas tan enfermo que al final no fui -respondió Micaela también nerviosa.

No quería decirle que estaba tan preocupada por él que se había olvidado completamente del tema.

-Lo siento.

-No te preocupes. Le pedí a Pablo que llamara a la inmobiliaria para anular la cita. -Pablo se había portado como un sol. Tan pronto como supo que Lucas estaba enfermo, se ocupó de solucionar el tema, y cada día la llamaba para preguntarle cómo iban las cosas. Micaela se alegraba mucho de contar con alguien como él, pero por la cara que puso Lucas, vio que él no pensaba lo mismo. Ella quería confesarle que sólo eran amigos, pero como Pablo le había aconsejado que aún no dijera nada, se mordió la lengua. Los consejos de ese adorable canalla solían ser acertados. Mica optó por cambiar de tema-. ¿Te ha pasado algo interesante hoy?

-He tenido una reunión con Sam. -Lucas se dio cuenta de que ella no quería hablar de Pablo. Bebió un poco de vino y pensó que ya volvería a sacar ese tema más tarde. Por el momento prefería seguir disfrutando de la tregua que se había instalado


entre ellos.

-¿Ah, sí?

-Sí, y el sábado nos ha invitado a su casa de campo. Su mujer y sus hijas quieren conocerte. ¿Te apetecería ir? Si no, no pasa nada, pero he pensado que podría estar bien. -Lucas intentó que su tono de voz no delatara lo importante que era su respuesta para él.

-Sí, podría estar bien. Si tú quieres ir, vamos -respondió Mica, aunque no sabía por qué querían conocerla.

-Entonces iremos. -Lucas termino de comer-. ¿Has terminado? Pues siéntate en el sofá y prepara la película mientras yo ordeno esto.

-De eso ni hablar. Hoy me toca a mí recoger. -Se levantó y recogió los platos.

Lucas puso la película en el DVD y se sentó a esperar Mica. No le gustaba nada que estuviera recogiendo la cocina sola, pero ella había insistido en que ésas eran las normas.

-¿Tienes velas? -preguntó Micaela al salir de la cocina.

-¿Velas? -se sorprendió él-. ¿Para qué?

-Una película como ésta no se puede ver con luz normal. -ella lo miró como si la respuesta fuera obvia.

-Ah, claro, perdona. Supongo que en el último cajón del mueble que está al lado de la tele habrá algunas. Aunque no sé si será lo que buscas. Las compré el año pasado, cuando hubo unos cortes de luz. -Lucas se levantó y empezó a rebuscar dentro del


cajón-. Aquí están. ¿Éstas te parecen bien? -Le ofreció tres velas.

Ella las tomó, las colocó encima de la mesilla baja y las encendió. Luego apagó la luz y se sentó en el sofá con las piernas cruzadas, como una india. Le encantaba sentarse así para ver películas.

-Vamos, Lucas, ven aquí. -Dio unos golpecitos al sofá indicando que esperaba que él se sentara a su lado.

-Ya voy. -él aún estaba de pie, observando el ritual de Mica. Al ver que ella ya lo daba por finalizado, se acercó al sofá y, para mantener un poco las distancias, puso un cojín entre los dos con la excusa de apoyarse mejor. No quería estropear la


noche, y si se sentaba demasiado cerca no se veía capaz de controlar las ganas que tenía


de besarla.

La película empezó. Lucas no la había visto, pero estaba más interesado en mirarla que en otra cosa. Era fascinante ver cómo se sorprendía, se asustaba, y eso que, según ella, ya la había visto un montón de veces. Pero cuando Drácula intenta morder a Keanu Reeves, ella se abrazó a él y Lucas se quedó petrificado.

Nadie como tú <<adaptada>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora